El poder reside en las masas
Hemos visto por muchos años que los líderes de los principales partidos del
sistema son muy decididos a la hora de tomar decisiones para su propio provecho
(económico, social, político) y la de sus allegados, pero vacilantes y hasta
renuentes cuando son para atender las necesidades, aspiraciones e intereses de
las grandes mayorías.
Antes de la lucha por el 4% para la Educación, en todo el país se
habían desarrollado grandes luchas en
reclamo de la solución a iguales problemas ancestrales, sin que los políticos
del sistema se dieran por aludidos. Pero en este caso habían muchos y variados
sectores involucrados, y la constancia fue la norma, la creatividad un
principio, el sectarismo un monstruo pestilente que todos rechazaban, y el
proceso electoral el mejor aliado. Así que tuvieron que comprometerse con esa
lucha todos los candidatos, porque si no, pau pau.
De modo que la experiencia de la lucha por el 4% sirvió grandemente a la
causa de Loma Miranda, donde estaban involucrados “hasta el gato”, y con la
coyuntura de un presidente nuevo que ganó las elecciones aupado por el poder
económico y político del Rey Leo, y que por tanto requiere “labrarse su propio
camino” para garantizarse un futuro político promisorio basado en sus propios
recursos.
Así que ya no hay más que hablar, pues ambas experiencias son claramente
aleccionadoras: El poder reside en las masas, y la constancia es el triunfo.
En nuestro caso como provincia y región, tenemos varios ejemplos parecidos
que mostrar. Por ahora presento dos: la lucha que se libró a finales los 90
para que los Bermúdez no destruyeran a Cortico, en Polo, para extraer sílice,
una materia prima para la fabricación de vidrio; y la gran lucha librada en
1995 para impedir la instalación de otra planta generadora de electricidad a
partir de carbón mineral, la cual es altamente contaminante.
En los dos casos citados, la victoria pudo lograrse, principalmente, por el
amplio abanico de sectores y personalidades participantes, porque el movimiento
conservacionista no practicó el estúpido vanguardismo, ni los partidos de la
oposición consideraron el escenario como un frente de lucha contra el gobierno
de entonces.
Es de resaltar que en esas luchas también participaron militantes del
partido gobernante de entonces, pues consideraron que los intereses locales
estaban por encima de los intereses y compromisos de los gobernantes en el
nivel nacional.
Todos los ejemplos anteriores nos dicen que ya es hora de curarnos de la
miopía que nos ha afectado de por vida, del dogmatismo rancio que nos ha
carcomido, y de la simpleza con que siempre abordamos los fenómenos sociales,
lo que nos lleva a ver la sociedad y sus interrelaciones de forma estática, y
no dinámica, no dialéctica.
Cambiaron los tiempos, pero muchas personas creen que todo sigue igual. Que
los partidos tradicionales siguen siendo instrumentos de lucha como en los años
setenta, cuando en realidad hoy sirven a intereses personales y grupales. Que
siguen representando a sectores populares, cuando en realidad sirven al gran
capital nacional e internacional, y son fuentes de corrupción, y promueven con
hechos y palabras la alienación de toda la sociedad para que no comprendamos
las causas reales de nuestra desgracia como pueblo y nación.
Los dirigentes de esos partidos, cuando llegan al poder, se mudan a la
capital para estar “cerca del Jefe”, y sólo se recuerdan de las bases en
tiempos de las elecciones internas de sus partidos para manipular a los
“compañeritos de la base” y garantizar que voten por ellos, o en las elecciones
nacionales para trabajar por sus respectivas organizaciones con grandes recursos que nadie sabe de dónde salen.
Este cambio en el tiempo no lo hemos podido ver, a pesar de que Heráclito,
filósofo griego de hace dos mil quinientos años, dijo que no era posible
bañarse dos veces en un mismo río.
Tampoco hemos podido hacer de la unidad nuestra bandera, a pesar de que
Camilo Torres, un cura colombiano muerto en combate en 1966, dijo que “para
lograr la unidad debemos insistir en todo lo que nos une, y prescindir de todo
lo que nos separa”
En conclusión, considero que las luchas citadas nos demuestran que están
dadas las condiciones para que empecemos a poner todos nuestros huevos en una
sola canasta. Para que empecemos a golpear el sectarismo hasta dejarlo sin
aliento, eso sí, también al vanguardismo, al triunfalismo y demás concepciones
y prácticas dogmáticas y sectarias. Y como resultado de todo ello, trabajemos
para la vertebración de un poderoso instrumento de lucha local y nacional que
en lo político nos dé resultados similares a los obtenidos con las dos grandes
luchas referidas.