El peligro de las ciudades santuario de EEUU con el “no  de Texas

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EL AUTOR es estudiante de Relaciones Internacionales. Reside en Zapopan, Jalisco, México.

 

Por BRAULIO MICHEL FAUSTO GONZÁLEZ

 

La decisión de Texas, de prohibir las ciudades santuario, ha abierto el camino a que otros estados promulguen leyes que permitan, a sus cuerpos policiacos, cuestionar el estatus migratorio de las personas detenidas.  La importancia que tiene el estado de la Estrella Solitaria, en la política interna del país, está caracterizado por la capacidad de influencia que puede llegar a tener en las decisiones de otros estados.

Con la reciente ley promulgada, por el gobernador Greg Abbott, el número de migrantes ilegales deportados podrá aumentar, considerablemente, en cuanto entre en vigor. Este atractivo incentivo electoral no será desaprovechado por estados donde el presidente Donald Trump, ganó en las pasadas elecciones, por lo que no sería sorpresa que comience a ser replicada.

La importancia de las ciudades santuario, en Estados Unidos, tiene su inicio en la década de los ochenta en el estado de California. La decisión tomada, por ciudades como Los Ángeles y San Francisco, de no aceptar las medidas migratorias federales (que facultaban a los cuerpos policiacos a retener por más de 48 horas a los detenidos y cuestionarles su estatus migratorio), generó una ola de réplica a lo largo y ancho del país; logrando que, en los últimos años, más de 340 ciudades y municipios aprobaran leyes similares.

El beneficio directo que ven las ciudades que “protegen” a los migrantes, se encuentra en el sector económico. En California, lugar donde nacen estos santuarios, en el 2014, los migrantes ilegales representaban casi el 10% de los trabajadores del estado, y aportaban a la economía, anualmente, cerca de $130,000 millones de dólares (de acuerdo a un informe de la Universidad del Sur de California).

La mano de obra barata, que representa este grupo de la sociedad, permite que industrias, como la agricultura y construcción, puedan mantener precios competitivos en el mercado, en comparación con sus estados homólogos. Lejos de verlo como una forma de ayuda a migrantes, las ciudades santuario son un alivio para la economía de los estados.

Simplemente, en el sector agrícola, de acuerdo al Banco Santander, California lidera la producción nacional de vegetales con más de un tercio de la producción total, aumentado a dos tercios en frutas y nueces. La cantidad de personas necesarias para cubrir la demanda de todo este producto, no fuera posible si no se contase con la mano de obra barata de los migrantes ilegales.

El riesgo que podrá correr Texas, con la ley recién aprobada, será la fuga de migrantes a otros estados del país, provocando el eventual aumento del costo de producción, de los sectores donde se empleaban. Lejos de ser cuna de delincuentes, las ciudades santuario son conocidas por su posicionamiento como importantes urbes en la economía estadounidenses.

Nueva York, San Francisco, Seattle, Denver, Chicago, Filadelfia, y Los Ángeles (entre muchas más), se encuentran en los primeros lugares dentro de las zonas metropolitanas que mayor aportación hacen al PIB de Estados Unidos. Los intereses económicos, de mantener una fuerza laboral clave (como lo es la comunidad migrante ilegal), han llevado a que desafíen la amenaza de Trump, sobre el recorte en la partida presupuestal federal que actualmente perciben.

Las puertas que ha abierto Texas, para que más estados se sumen a su iniciativa de prohibir las ciudades santuario, podrá presentar un escenario similar a lo sucedido en la administración de Obama, con la Acción Diferida para Padres de Estadounidenses y Residentes Legales, conocida como DAPA, la cual fue bloqueada por la Corte Suprema al haber sido demandada por un juez de Texas, y una coalición de otros 25 estados.

La capacidad de Texas, de convocar a más estados a seguir su ejemplo, siempre ha sido clara, y con temas tan controversiales como el estatus migratorio de millones de personas, que actualmente viven en Estados Unidos, será mayor.

Las ciudades santuario tendrán que comenzar a evaluar si, económicamente, es rentable seguir manteniendo la postura de apoyo a los migrantes ilegales (con la actual prohibición que los cuerpos policiacos tienen de cuestionar el estatus legal de los detenidos); o deciden optar por aceptar la política migratoria de Trump, y perder la ventaja comparativa que tienen en los costos de producción con otros estados.

La decisión que al final tomen, o se vean orillados a tomar, afectará de manera directa el modo de vida de millones de migrantes ilegales, estadounidenses, y residentes legales; al ser susceptibles a un aumento en los precios de productos de la canasta básica. La mano de obra barata, que representan los migrantes, ha sido un hecho que los estados, como Texas, y el mismo Donald Trump, no han querido reconocer.

Las ciudades santuario, no son centros de refugio al migrante, son urbes de producción para la economía nacional. ¿Acaso no se han dado cuenta de ello?

 

brauliomfg_95@hotmail.com

JPM

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