El otro terrorismo

Ojalá y que la acción del terrorista del metro de Santo Domingo no se corresponda con una prognosis más allá de una perturbación relacionada con la enfermedad que presuntamente le aqueja, el SIDA; o que simplemente obedezca a una venganza motivada por la inminente demolición de su vivienda, para dar paso a la extensión del citado transporte ferroviario. Lo menos malo para la comunidad dominicana es que la acción del estudiante de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Fran Kelin Holguín, que no ha aprobado sus materias en Derecho; sería que este atroz, dantesco e ignominioso acto no marque un anted y un después, con respecto a los episodios delincuenciales que acogotan a la República Dominicana. Lo planteamos así, porque la personalidad del victimario no parece indicar haber actuado por simple desquiciamiento de un enfermo de SIDA (hasta ahora sus familiares dicen que sufre de asma).Regularmente los que poseen enfermedades con características cuasi terminales, apelan al suicidio, no a las acciones genocidas. Aún con la posibilidad de un autor intelectual tras bastidores, podría ser que el estudiante universitario, residente en la populosa barriada de Gualey, actuara dolido ante el acercamiento del desalojo en perjuicio de sus familiares. Tal vez lo único que le faltaba para más acrecentar su miseria, es que él y los suyos fueran echados de su hogar para dar paso a la extensión de un metro que, aunque muchos lo consideren necesario, no por ello, debe sacrificar a los desposeídos. Y, aunque creemos que Fran Kelin no es el único joven aturdido por avatares que gravitan sobre su penosa existencia; es posible que él, que al ser entrevistado lució como un joven inteligente y pleno de cordura, entienda que: “el infierno son los otros”. Y esto último no se relaciona con alguna dolencia de salud. Es posible que en su inextricable perfil sicológico, este joven terrorista, con una mente desquiciada, sólo quiso decir: “¡Aquí estoy yo!”, y llamar la atención de los que, de alguna forma, también son victimarios. Es decir, que aunque Fran Kelin sea otra víctima más de desacertadas políticas gubernamentales, su impotente y perturbada personalidad tal vez entienda que los responsables de su desgracia, son los que dirigen la cosa pública. Quizás entienda que los funcionarios son los otros; practican otro tipo de terrorismo que, a cuenta gotas, diezman a los más desvalidos. Sin justificar ni estar de acuerdo con la acción cometida por Fran Kelin, porque esto implica un absurdo y tremendismo, podría darse la posibilidad de que su embestida o desahogo, a todas luces execrable, se corresponda con la respuesta de un sicópata o perturbado mental, a sociópatas del Estado que defenestran futuros promisorios, y no trazan políticas de superación y bienestar en beneficio de los jóvenes de nuestros marginados barrios. Independientemente de los vectores síquicos que hayan inducido a este estudiante a cometer tan deleznable acción, en la que resultaron lesionadas unas 19 personas, y un joven postrado en estado crítico; habría que rogar porque otros -y son muchos los desamparados-, no emulen su actitud terrorista. Porque en una sociedad tan marcadamente desigual como la República Dominicana, también se ha difuminado la capacidad de asombro ante los desbordantes actos delictivos. Y de ser así, habríamos tocado más que el fondo. Es horroroso pensar que tras la anomia instituida en República Dominicana, hastiados individuos, emprendan acciones terroristas. Un capítulo delictivo sin precedentes en nuestra historia. Los sectores privilegiados de nuestra sociedad, deberían asumir certeras medidas cautelares; tomar este caso con pinzas, y determinar cuáles fallas, habrían de generar este tipo de inconductas. Hoy fue el metro de Santo Domingo. Pero mañana podría ser la sede del Congreso Nacional u otros estamentos oficiales; o cuando no, plazas públicas, lugares de recreaciones y otras instalaciones. El caso de Fran kelin Holguín, no debe tomarse como un hecho aislado. Hace algún tiempo, un amigo nos justificó los actos terroristas, aduciendo que la gente es indiferente y la mayoría está de acuerdo con la injusta sociedad de hoy. Evidentemente se refería a las exclusiones, latrocinios y todo tipo de corrupción de una minoría, en perjuicio de las mayorías. Aunque no estuvimos de acuerdo con ese punto de vista, sí comprendimos la impotencia de nuestro amigo que, erróneamente, no apela a una salida sin se lesionar a ningún inocente ser humano. . No todo el mundo tiene la misma marmórea estoicidad ante avasallantes humillaciones. Los que no son así, y se desesperan como el protagonista de marras; terminan convirtiéndose en bombas de tiempo. Y con las lamentables consecuencias de que, en sus estallidos, las más de las veces, también pagan los inocentes.

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