El debate electoral debe ser una acción cuasi obligatoria

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

El diálogo y la concertación son temas rechazados por la mayoría del conglomerado partidista nacional. Siempre tiene la obtusa idea de que ir a una polémica pública con otro sector, le resta importancia y le quita márgenes de popularidad.

Sin diálogo y sin posibilidades de llegar a acuerdos, la actividad política se convierte en una acción selvática, donde la fuerza y el dinero son los básicos ingredientes sobe la mesa. Se olvidan los principios básicos, los programas de gobierno y la                          oportuna explicación de comportamientos e indelicadezas.

Inclusive, por siempre los líderes políticos han rechazado el debate electoral, que debe ser una acción cuasi-obligatoria para determinar las pretensiones  y posibilidades de los candidatos. Los egos sepultan cualquier posibilidad de lograr una libre exposición.

De hecho, la Junta Central Electoral debe fijar el debate electoral, entre los dos o tres principales candidatos, como uno de los tramos centrales de la campaña política. Ese oportuno encuentro puede estar dirigido por una gran universidad, o una  cámara de comercio.

Pero primero se debe convencer a los políticos de que hacer planteamientos que son disimiles y encontrados, es parte del ejercicio de la democracia. Cuando en una exposición cruzada se presentan ideas diferentes, el pueblo gana, y se quita el barniz que puede adornar a los dirigentes oportunistas.

Hay que dar un salto adelante y adecuar la actividad política a los nuevos tiempos. Se arrastra con un cordón umbilical  desde los tiempos dictatoriales o del surgimiento de los todopoderosos caudillos. Ya un discurso no puede  convencer plenamente a los electorales, sino que es necesaria la confrontación de ideas.

Pertenece a una era sepultada por el modernismo los cierres de campaña con una multitudinaria manifestación, con la difusión de un  discurso de más de una hora, en medio de filípicas  donde se hacían las promesas finales que dos o tres días después garantizarían  el triunfo. La pieza oratoria sigue siendo un componente de una campaña, pero no es ya el golpe final que garantiza el ganar.

La evolución tecnológica deja en el pasado el cierre de mitin de campaña, y se impone el mensaje a través de las redes sociales. Las grandes caravanas son vencidas por un toque en las redes sociales. El destello on-line deja fuera de competencia el mano a mano y los encuentros casa por casa.

En las venideras elecciones se impondrá el debate, el diálogo y la concertación. A un político solitario le será imposible poder ganar. Hay que  saber hacer alianzas, y sobre todo, comprender que ningún partido cuenta con un padrón con los votos suficientes para obtener el triunfo.

Decidirán los que no tienen voz, los excluidos, la mayoría silente que toma la forma de la coyuntura inmediata, de ahora, de hoy, sin tomar en cuenta la marcha inexorable hacia un mundo que urge de cambios, bajo pena de perecer.

jpm-am

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