Despacho de la Primera Dama: una reflexión
Se le llama Primera Dama, a la esposa, mujer, del Presidente de la República. Ella no es elegida por el pueblo, por tanto, no debemos obligarla a que automáticamente asuma funciones públicas. Cabe recordar, que los gobernantes pueden ser solteros. De hecho, los hemos tenido.
En la última década, han institucionalizado las ayudas que ofrece la Primera Dama. Preocupa que asuma funciones correspondientes a ministerios públicos y con un presupuesto superior a algunos. Eso debe revisarse. Es un trastorno para esas dependencias.
El mejor aporte que ella le puede hacer a la nación, es ayudar a mantener la salud física y estabilidad emocional del Primer Mandatario, para que preste buen servicio y no se desvíe de su delicada misión. Tranquiliza saber, que tras una dura jornada de trabajo, encuentre un ambiente para despejar la mente, no una montaña de problemas públicos.
Inicialmente, las primeras damas captaban fondos del sector privado para atender problemas sociales. En el año 2000, mediante el decreto 741-00, le fue creada una instancia administrativa, adscrita a la Presidencia. Esto es, una oficina responsable de organizarle las actividades sociales, ceremonias oficiales, participación en obras humanitarias y de caridad y con ingresos modestos, pero este proyecto inicial se ha desbordado.
La convirtieron en una poderosa institución, ¡el Despacho! con presupuesto superior al de algunos ministerios.
En el 2010, por ejemplo, manejó alrededor de setecientos cincuenta ($750) millones de pesos, dando limosnas, tarjetitas de solidaridad, invirtiendo en trajes, sombreros, viajes, dietas, etc. Indigna que ese escenario haya sido aprovechado para ostentar con dinero del pueblo, que haya sido centro de politiquería, para obtener votos de los más desposeídos, sin resolverles sus necesidades básicas.
Las Primeras Damas pueden ambicionar poder político, pero deben buscar otra plataforma para escalar. Usar el Despacho es competencia desleal, una indelicadeza. Peor aun, cuando al escalar, trasladan los programas de más presupuesto al nuevo despacho, para “seguir ayudando”.
Desconozco el rol de las primeras damas en otras naciones. Tengo entendido que en USA, primer país en utilizar el término, no tiene funciones ni responsabilidades asignadas ni autoridad sobre otras personas ni devenga un salario. En efecto, sus actividades deberían ser protocolares, voluntarias, apoyando causas nobles, no obligatorias.
Una Primera Dama puede tener iniciativas para combatir males sociales, puede ser una mano amiga, un puente para hacer llegar a los organismos correspondientes los problemas que les envían, pero no asumir sus
funciones. Afortunadamente, la mayoría se han comportado como la actual, con discreción, generosidad y elegancia.
No obstante, el gobierno debería derogar el Decreto que estableció el concepto burocrático del Despacho de la Primera Dama. Esos millones mensuales, pueden ser utilizados para fortalecer los servicios de salud en hospitales públicos, en programas que organicen, eduquen y desarrollen las potencialidades de jóvenes en comunidades pobres, enseñándoles oficios y deportes, despertándoles la esperanza en un futuro mejor. Reflexionemos.
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