De uno y otro lado
El muchacho cedió su asiento en el autobús a la mujer que esperaba con la niña. Antes de que pudieran sentarse, la señora que estaba en el “palo de la cotorra” (el espacio detrás del chofer) lo ocupó
No dejó más remedio a la madre que acomodarse con su hija en las piernas en el pequeño hueco. Por suerte por breve tiempo. Otra pasajera les dio su lugar
Esta realidad que podría ser vista como una situación de no mayor importancia, es tan fácil de extrapolar a otras áreas de la vida
Presenta los dos lados de una sociedad que aunque va a la deriva por el egoísmo de unos, halla sostén en la solidaridad de otros
El afán por estar mejor, aunque eso implique afectar al resto de sus semejantes ha convertido a muchos humanos en lobos de sus iguales
Avasallar amparado en el poder que da tener ventajas sobre otros, es tan cotidiano que no asombra en un país en el que la frase el poder es para usarlo parece un lema de supervivencia
Así, cualquier empleado público que tenga en sus manos responder a un ciudadano en problemas, posee la oportunidad de mostrar su grandeza al ayudar bajo el entendido de que esa es su labor
O de dejar aflorar toda su mezquindad al maltratarle como una forma de mostrar que está por encima
En el caso del sector privado, las cosas suelen ser diferentes, porque esas empresas sí tienen dueños a los que les importa mantenerlas a flote
De esa misma manera, muchos dominicanos como el joven y la señora que cedieron sus asientos, ayudan a que permanezca en la superficie un país al que tantos troncos le faltan para no hundirse.
jpm