Cumbre del Grupo de Países BRICS 2024: Un Contrapeso al G-7

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EL AUTOR es Master en Gestión y Políticas Públicas. Reside en Santo Domingo

El pasado miércoles 24 de octubre de 2024, la reunión del grupo BRICS, conformado inicialmente por Brasil, Rusia, China y Sudáfrica, y ahora enriquecido con las voces de Egipto, Etiopía, Irán y los Emiratos Árabes Unidos, concluyó en Katan, una ciudad que, en el sureste de Rusia, se convirtió en el escenario de debates cruciales durante tres días. Este organismo, fundado en 2001, se alza como un nuevo jugador en el tablero geopolítico, planteando interrogantes que resuenan en los corredores del poder global.

Uno de los temas candentes de la cumbre fue la propuesta de crear una moneda común, un audaz movimiento que busca desafiar el dominio del dólar en el sistema financiero internacional. Este propósito no es solo una cuestión económica; es un grito por la soberanía y un intento de reconfigurar la alianza geopolítica que une a naciones como Brasil, Rusia, China, India e Irán, así como de fortalecer vínculos con Sudáfrica y Egipto. La cumbre también abrió la puerta a una discusión sobre la reestructuración de la ONU y la necesidad de una gobernanza global más equitativa.

Los BRICS, que representan casi el 50% de la población mundial, se perfilan como un reto formidable para Estados Unidos y Europa, erigiéndose como un contrapeso al G7 y a la OTAN. Vladimir Putin, a pesar de su estigma como paria en Occidente, se presentó ante los líderes del BRICS con la certeza de que la soledad es un mito: «No estoy aislado», parece susurrar entre líneas. Hoy en día, este bloque constituye el 35% de la producción económica mundial, una cifra que no solo asombra, sino que también incomoda a quienes defienden el viejo orden.

Esta cumbre, sin embargo, no solo mira hacia el norte, sino que extiende su mirada hacia el sur global, considerando la inclusión de países en vías de desarrollo de África, Asia y América Latina. Más de 20 naciones han expresado su deseo de unirse, entre ellas Argentina y Venezuela, aunque esta última se enfrenta a la oposición de Brasil.

La posibilidad de una moneda común resuena como un tambor de guerra contra el dólar, y la cumbre se convierte en un desafío a los esfuerzos occidentales por aislar a Rusia ante las sanciones que le han sido impuestas por la guerra en Ucrania. Este deseo de crear un «seguro geopolítico» presenta un dilema: China, India y Brasil mantienen relaciones comerciales con Estados Unidos, mientras que Egipto se posiciona como un socio político. En este entramado, China es un aliado estratégico de Rusia, aunque la competencia por la influencia global sigue latente.

Analistas sostienen que los líderes del BRICS podrían mostrar una fachada de unidad, lo que podría ser un presagio de la estrecha colaboración futura. Entre los temas más destacados de la cumbre se abordó la sostenibilidad de las actividades espaciales y la prevención de una carrera armamentista en el espacio ultraterrestre. Se propuso iniciar negociaciones para establecer un marco jurídico multilateral que garantice la seguridad mundial.

La reforma integral de la ONU fue otro de los puntos centrales, junto con la condena al terrorismo en todas sus formas (no obstante saber que Irán apoya a grupos terroristas) y la necesidad de poner fin a los conflictos en Gaza y Ucrania. El secretario general de la ONU, António Guterres, clamó por una paz justa, alineada con la Carta de Naciones Unidas y el derecho internacional. En respuesta, Putin admitió que todos los asistentes anhelan el final de la guerra, un deseo que resuena como un eco de esperanza en medio del conflicto.

La pregunta que persiste es: ¿podría este bloque amenazar la hegemonía occidental de Estados Unidos y Europa? Moscú ha subrayado que el BRICS no busca reemplazar a la ONU, aunque su comparativa con el G-7, compuesto por las naciones más desarrolladas, es inevitable. Las asimetrías que dividen al bloque BRICS son tan diversas como sus culturas, lo que plantea dudas sobre su capacidad para actuar como un contrapeso sólido al G-7.

En este complejo entramado geopolítico, el futuro del BRICS se presenta como un enigma. Mientras la historia avanza, el eco de sus decisiones podría alterar el rumbo del orden mundial, recordándonos que el poder, en su esencia más pura, se manifiesta en la unión de voces diversas, unidas por un propósito común.

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