Cuando las hojas caen

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El autor es abogado. Reside en La Vega

Las caídas de las hojas, fenómeno natural, anunciante de la llegada del otoño, sinónimo de que algo ha llegado a su fin, como también, efímero o duradero, puede ser el inicio de toda una transformación, para resurgir imponente y frondoso, dispuesto a enfrentar los nuevos tiempos.

Por lo general, en ese intervalo gravitacional, las hojas son bailadas por una brisa que, aunque suave, no evita sus caídas, ayudándole, por lo menos, le permite tocar el suelo, con cierto grado de danza acariciante de la madre tierra.

Todos en la vida, hemos tenido y aún tenemos, nuestros otoños, en lo personal, profesional, empresarial o político, etapa que nos ha servido, a muchos, de reflexión profunda, para reforzar, aquellas cosas que nos parecen útil y valioso individual y comunitario.

¿Quién, en lo vorágine de la vida, ante inesperada ventisca, no ha desviado el rumbo? tomando decisiones que, al final no sólo destruyen a aquel que pretendemos vencer, sino que, como contendor, la victoria, en tales condiciones, no nos satisfizo, sintiendo que no ha valido la pena.

En la historia política reciente, un ejemplo emblemático de malas decisiones, lo constituye el PRD de Miguel Vargas, quien buscando atajar a su candidato presidencial Hipólito Mejía, propició la victoria del Danilo, recibiendo una satisfacción efímera, pero sellando la división y el descenso de su PRD en la estima pública.

Más reciente aún, otro ejemplo doloroso, lo es el de Danilo y su Pld, en una actuación que, habría de enmarcarse, como la movida política más estúpida que dirigente alguno haya realizado, en imponer, con el erario, en desmedro incluso, de otros de los suyos, un candidato «personal de su propia persona», mediante un fraude irracional.

Tales actuaciones (mala selección y fraude), buscaban revertir, el proceso natural y sin traumas de caídas y ascensos políticos, que, en definitiva, permitirían el final del ciclo, tanto de Danilo como de Leonel, allanado con primarias limpias, el advenimiento de nuevos actores.

Sin embargo, la soberbia, el odio visceral y las ansias de poder desmedidas, pudieron más que la razón política, afloraron los demonios en el danilismo, infectados por el «jefe», prefirieron sacarse los dos ojos, con tal de sacarle uno a Leonel Fernández, quien, en ese momento, era igual que decir, el partido mismo.

Desde entonces, como en el glorioso, provocaron la división, cierto que ya en la transición de su llegada al poder, habían dibujado la raya de Pizarro, su máxima: «quien no era danilista era un apátrida» se aposentó la locura colectiva, despreciando lo vital del poder para la base del partido.

Y pasó lo que pasó, empujados por el «jefe» que, nunca había estudiado los procesos políticos históricos, su voraz ambición de poder, le hacía olvidar la ley del desgaste por los dos períodos, parecería que, un día, por casualidad, leyó una de las 48 leyes, solo una, y en una sola dirección.

Sin percatarse que cada una de las leyes del poder, tiene un adverso y un reverso, que solo en una cabeza fría, finamente amueblada, se absorbe y visualiza su sutil diferencia, así como, el contexto de su posible aplicación.

El «jefe» había olvidado o ¿nunca lo supo? que, en política como en la vida, cuando las hojas caen, quien dirige, no debe ser un obstáculo criminal, ni afectar su curso normal, más bien, facilitar, que estas, con gracia, besen la tierra enamorada, para abonar el crecimiento, de otros árboles dirigenciales.

En aquel otoño de traiciones, el divorcio obligado fue la única vía alterna de los humillados en el pld, pero fue también, la culminación ominosa de un grupo que, cultivando la maldad política, en desprecio de la persuasión, la pedagogía y la negociación, lapidaron su desgracia eterna.

eladiocapellan@hotmail.com

JPM

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Luis de New York
Luis de New York
3 Años hace

O sea, que Miguel Vargas no más que un gran TRAIDOR

Tomas A, Disla
Tomas A, Disla
3 Años hace

Muy buen analisis.