Cronicanto al optimismo

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

POR PABLO MCKINNEY

Nos ocurre a los dominicanos en muchos temas, en el amor hacia nuestro casco histórico, entiéndase la Zona Colonial, o sea, “La Zona”, por ejemplo.

Personalmente, siempre me ha llamado la atención, la forma en la que los extranje­ros, observan y disfrutan de nuestra Zona C.

En cambio, muchos de nosotros, en nuestra aparente pos­modernidad de bares caros y modelos buenonas, no la sentimos tan nuestra.

Nos encanta tomar capuchinos en el Village de New York, pasear por La Castellana en los veranos de Madrid o creernos capaces de inventar el amor en los bulevares de París, pero de “El Conde” nada, del Parque Colón tampo­co; eso es cosa de turistas y muchachas que “se buscan la vida”, como si las “call girls” de los bares de vitrina del polí­gono central se buscaran la muerte.

No amamos la ciudad porque es nuestra, que es una triste manera de no amarnos a nosotros mismos, lo que es tan grave como la corrupción o la inseguridad ciudadana ¡y cuidado!

Lo anterior se agrava, porque los dominicanos heredamos una enfermiza vocación para el pesimismo, que nos impide, además, admitir nuestros avan­ces; desde Américo Lugo o José Ramón López, hasta ayer como a las cinco, ha sido así.

Ahora ha tocado el turno al desempeño de nuestras pa­sadas y actuales autoridades en el enfrentamiento del Co­ronavirus, donde encontramos que un estudio del NYT pronostica que para 2021, solo cuatro países de América completarán el proceso de vacunación de todos sus ciuda­danos, y el nuestro es uno de ellos.

Pero hay más: Durante años, los dominicanos hemos disfrutado de estabilidad macroeconómica, con un aumento histórico en nuestro ingreso per cápita, baja inflación, envidiable estabilidad cambiaria, y una disminución importante -aunque insu­ficiente- de la pobreza y la desigualdad, muy por encima del promedio latinoamericano.

Estos y otros datos son confirmados por organismos in­ternacionales, y aparecen en el informe sobre la economía dominicana elaborado por la oficina de consultoría estra­tégica global McKinsey and Company; pero resulta que ni aún así somos capaces de reconocernos en nuestros avances, sin olvidar, -por supuesto-, nuestros grandes desafíos, aplazamientos irresponsables y tareas pendientes.

Entonces, es tiempo ya de que el ciudadano dominicano, sea ese príncipe del dólar de las cumbres, o mi dilecto, Juancito Pérez Vidal, alias Tito, de a pie, todos asuman que su país avanza -en su liga de nación de mediano desarrollo-, pero avan­za; y que los profetas del desastre -que decía don Juan- se consuman en su salsa de negación o exageracio­nes con ITBIS, según estén en la oposición o en el poder.

Entonces, tócala otra vez, Alberto: “¡Amada mía, querida mía, ay, patria mía! Será porque me dueles/ será porque te quiero/ será que estoy seguro que puedes llenarme de palomas el cielo/. Será porque quisiera que vueles/ que sigue siendo tuyo mi vuelo”.

JPM

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Pitili
Pitili
3 Años hace

Llegó con tres primicias: la de los billetes verdes,el todo está de maravillas y posiblemente inquilino con léase en penthouse del polígono central.
Welcome back MCArth…..digo MCKINNY.

Pitili
Pitili
Responder a  Pitili
3 Años hace

El hijo del profesar MCKiNNEY, EPD, tiene mucha razón,los dominicanos somos muy dados a pensar que las hojas de los árboles son más verdes del otro lado del mar,Santo Domingo a progresado,hay mucho por hacer,pero si nos acostumbramos a ver el vaso medio lleno,apreciaríamos justamente nuestras bendiciones.Los que hemos estado fuera del país,hemos comprobado que fuera,las calles no están todas asfaltadas de oro.