Crítica de cine: «Mandy»

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Este año, como una de esas películas raras sacadas de la sección de medianoche del Festival de Cine de Sundance, se ha estrenado «Mandy», un experimento etéreo y chocante que parece haber sido filmado en las profundidades de un géiser que estaba a punto de explotar. Porque estalla de estilo y de una minúscula sustancia. El mundo decadente que presenta lo pueblan gente muy maniática que está obsesionada con los cultos religiosos y motociclistas endemoniados que recorren las extrañas carreteras de un bosque maldito empañado de oscuridad. Hay sangre, violencia, una bestialidad que parece inescapable. Es de esas películas que, tarde o temprano, adquieren un estatus de culto por los elementos genéricos que la componen. El señor que la ha rodado es Panos Cosmatos («Beyond the Black Rainbow»), quien en su segunda película demuestra que su estética está evolucionando hacia algo muy personal.


Cosmatos, apoyado de la lente del desconocido Benjamin Loeb y de una agobiante banda sonora del fenecido Johan Johansson, dirige una película extraña, visceral, visualmente impactante, con una estética hipnótica que construye atmósferas psicodélicas y personajes que solo aman la crueldad y la lobreguez. Y esos componentes estilísticos, además de homenajear algunas películas ochenteras de suspenso y de acción, y, hasta de contar con secuencias de animación, logran que uno se sienta acorralado por el espanto y las fuerzas siniestras que acechan a los protagonistas. Su filme también sirve como vehículo para que Nicolas Cage se trague la cámara y vomite planos de horror cuando el personaje que interpreta, Red, se enfrenta a unos tipos bien malos e intenta vengarse por el daño irreparable que le han causado.


Red es un leñador que vive en la oquedad de un bosque con la mujer que ama, Mandy (Andrea Riseborough). Es taciturno, algo reflexivo, pero algunos planos revelan que tiene un pasado que le ha hecho ser muy diestro con las armas de cacería como el arco y la flecha; posiblemente era un soldado o un cazador experimentado. Su novia, Mandy, quien es un subterfugio estructural para el detonante de venganza de la trama, es una muchacha de belleza fantasmagórica, vulnerable, fascinada con las novelas de fantasía que suele leer a diario en la tienda en la que labora. Ambos se enamoran para escapar de los problemas de su entorno. Pero un día cualquiera, teñido de un intenso color rojo que anuncia el peligro, Mandy se topa en el camino con los miembros de una secta que tiene la intención de raptarla. Y para Red, eso es solo el comienzo para descender al infierno por el camino de la brutalidad.


El relato de venganza de Red (Nicolas Cage) es algo sencillo y previsible, pero siempre es acogedor por el despliegue visual. Es la típica trama del hombre solitario que se aísla en el bosque con la mujer que quiere y que, al perderlo todo, decide vengarse con toda la barbarie que el mundo le pueda prestar. La única razón que tiene Red para acabar con el villano, Jeremiah (Linus Roache), y con los individuos de la secta Children of the New Dawn es, discúlpenme el spoiler, la «desaparición» de su esposa; la mujer que se rebela ante el supuesto poder de fanáticos que se han endiosado.


Los mecanismos compositivos refuerzan la subjetividad y el estado de ánimo de los protagonistas, Red y Mandy. Algunas veces son encuadrados con la intensidad de filtros de color (mayormente saturados de azules, rojos y magentas) que revelan lo que piensan cuando no dialogan: afecto, sueños, nostalgia, miedo, sospecha, muerte. En otras ocasiones, el uso expresivo de la sobreimpresión y de los primeros planos acompañan el color y un montaje trepidante para crear la sensación de psicodelia cuando están drogados bajo los efectos de las drogas alucinógenas, o cuando son víctimas de la agresión. Para el desarrollo de su historia la colorización es narrativa, y tiene un resultado que acrecienta el impacto visual en la segunda mitad.


La película, además de estar bien estilizada, comunica símbolos y metáforas de una tierra baldía en la que la moralidad se ha caído por un barranco, y de una religión decadente que contamina a los inocentes (a veces, muchachas jóvenes que lloran esperando su liberación) con una autoridad errática e irrefutable. En este caso, Red simboliza el hombre que mata al «dios» (Jeremiah) obsesionado con el egocentrismo y el cuerpo femenino, quemando sus ideologías sectarias, como si el viaje de venganza fuera una especie de catarsis redentora. Y si este es el inicio de la aterradora y fantástica dimensión en la que vive Red, estoy más que ansioso por ver lo que sigue.

Ficha técnica

Año: 2018

Duración: 2 hr 01 min

País: Estados Unidos

Director: Panos Cosmatos

Guion: Panos Cosmatos, Aaron Stewart-Ahn

Música: Jóhann Jóhannsson

Fotografía: Benjamin Loeb

Reparto: Nicolas Cage, Andrea Riseborough, Linus Roache,

Calificación: 7/10

of-am

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