Crítica de cine: «Big Eyes» es pintoresca por momentos

 

Si el director Tim Burton (
Ed WoodBig Fish) se hubiera preocupado en insertar dinamismo a «Big Eyes», quizá la película hubiese terminado de una manera más placentera. Porque, en efecto, no se puede negar que es pintoresca por momentos, pero solo para apoyar el histrionismo provocativo de las neuróticas actuaciones de Christoph Waltz y Amy Adams. 

Pues son interpretaciones emocionales que se toman en serio el ímpetu de los diálogos y las manías de las escenas sin desaprovecharlas. Cambiando las expresiones melodramáticas para escenificar el relato basado en hechos reales de Margaret Keane (Amy Adams) y Walter Keane (Christoph Waltz).

Lo cierto es que en un principio Margaret y Walter no se conocen. En los años 50′, ella es una madre soltera y una pintora obsesionada con pintar niñas de ojos inmensamente desproporcionados; y él por su parte, es otro «pintor», pero es un paisajista que vende sus propios cuadros. 

Luego de conocerse, al tener gustos artísticos similares, entablan una relación amorosa y se casan, pero solo para darse cuenta de que los secretos que ocultan pondrán en riesgo las carreras de ambos.

Aunque estos personajes fueron pintores norteamericanos, famosos por el escándalo del plagio de pinturas en la década de los 60′, Burton los convierte en caricaturas de características superficiales para alimentar la visión estrafalaria del argumento. Y por más cómico que resulte, pierde el pulso.

 
Esto se debe a que la lentitud del montaje se apoya en un tremebundo disparatado para contar la historia y no sabe qué quiere expresar cuando organiza la cronología de las escenas. O sea, comienza bien, pero el tercer acto narrativo la tambalea.

Sin embargo, si observamos más allá del empobrecido guion, encontramos que en este biopic hay un poco de vida. Puesto que el diseño de producción (Rick Heinrichs) posee un decorado con una estética colorida (típica en el mundo Burtoniano de «Big Fish»), en donde la exuberancia visual de todos los escenarios simulan perfectamente la década de los 60′ y parecen sacados de una pintura al óleo. Además de tener una gran banda sonora.

Naturalmente hasta ahí va bien, más aún cuando establece una metáfora muy interesante que todavía hoy en día se siente: el comentario social que surge de la explotación del género femenino a causa de los estereotipos machistas que aplastan su libertad de expresión. Temas palpables en la cultura feminista actual. Temas que, hacen que sea un drama aceptable, pero nunca genial.

jpm
YASSER
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