Criminales con anomalías psíquicas profundas

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

Existe una clase de criminales que tienen anomalías psíquicas, y muy frecuentemente anomalías anatómicas, no patológicas, sino con un carácter degenerativo o regresivo, y a veces atípico; muchos de cuyos rasgos prueban la suspensión de desarrollo moral, aun cuando la facultad de ideación, sea normal.

Criminales que tienen ciertos instintos y ciertos arranques que pueden comprarse a los de los salvajes y a los de los niños; que están, por último, desprovistos de todo sentimiento altruista, y, por tanto, obran exclusivamente bajo el impulso de sus deseos.

Estos son los que cometen los asesinatos por motivos exclusivamente egoístas, sin influjo alguno de prejuicios, sin simplicidad indirecta del medio social.

Como su anomalía es absolutamente congénita, la sociedad no tiene deber alguno para con ellos; y respecto de sí misma, no tiene más que el de suprimir a aquellos seres con los que no puede hallarse ligada por vínculo alguno de simpatía, los cuales, obrando tan solo por egoísmo, son incapaces de adaptación y representan un continuo peligro para todos los miembros de la asociación.

El sentido moral aparece, más o menos débil e imperfecto, en las otras dos clases, que se caracterizan, una, por poseer en una medida incipiente el sentimiento de piedad, y la otra, por la carencia del sentimiento de probidad.

Los individuos de la primera clase, que no tienen una gran repugnancia por las acciones crueles, pueden cometerlas bajo el influjo de prejuicios sociales, políticos, religiosos, o de los propios de su casta o de su clase; asimismo, pueden ser arrastrados al delito por un temperamento pasional o por excitación alcohólica.

Su anomalía moral puede ser insignificante, cuando la acción criminal no es sino una reacción contra un acto, que a su vez hiere los sentimientos altruistas.

La segunda clase se compone de personas en las cuales no existe el sentimiento de probidad, ora por defecto atávico (que es el caso más raro), ora por herencia directa, juntamente con los ejemplos recibidos durante la primera infancia.

No faltan datos para resolver si esta imperfección moral es siempre un efecto de degeneración hereditaria. Puede suceder que un medio deletéreo ahogue el sentimiento de probidad, o mejor, impida su desarrollo durante la más tierna edad.

Pero lo que es positivo es que, una vez formado el instinto, persiste toda la vida, y que no debe confiarse en corregir por medio de la enseñanza éste vicio moral, cuando el carácter se halla ya organizado, esto es, cuando el sujeto ha pasado ya de la edad de la adolescencia.

Lo que sí puede ensayarse, con esperanza de éxito muchas veces, es cuando el medio, sea separando al individuo de ese mismo medio, para transportarlo a otro, en el cual puede encontrar tales condiciones de existencia que hagan que la actividad malhechora.

Creemos haber justificado suficientemente la existencia de la anomalía psicológica del criminal, aun dejando a un lado toda la parte de datos de la antropología, sobre las cuales reina todavía la duda.

jpm-am

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