El gobierno federal calcula que el número de migrantes pronto podría alcanzar los 10,000.
Los inspectores de la frontera estadounidense sólo procesan unas 100 peticiones de asilo al día en el principal cruce entre Tijuana y San Diego. Quienes solicitan asilo anotan sus nombres en un cuaderno desgastado administrado por los mismos migrantes, el cual ya contaba con más de 3.000 nombres incluso antes de que la caravana llegara.
El domingo, los molestos residentes de Tijuana agitaron banderas, cantaron el himno nacional mexicano y corearon “¡Fuera, fuera!” frente a una estatua del emperador azteca Cuauhtémoc, a una milla de la frontera con Estados Unidos. Acusaron a los migrantes de ser sucios, malagradecidos y un peligro para la ciudad.
Se quejaron también por la forma en que la caravana ingresó a México, calificándola de “invasión”, y expresaron temor de que se use el dinero de sus impuestos para mantener al grupo.
“¡No los queremos en Tijuana!”, gritaron los manifestantes.
Juana Rodríguez, un ama de casa, dijo que el gobierno necesita hacer una revisión de antecedentes a los migrantes para asegurar que no tengan antecedentes penales.
Una mujer que se identificó como Paloma arremetió contra los centroamericanos, quienes dijo venían a México para que les regalen cosas.
“Que su gobierno se haga cargo de ellos”, declaró a camarógrafos que cubrían la protesta.
A una cuadra de distancia, menos de una docena de residentes de Tijuana traían carteles en apoyo a los migrantes. Keyla Zamarrón, una maestra de 38 años, dijo que los manifestantes para nada representan su forma de pensar mientras sostenía un letrero que decía: La niñez no tiene fronteras.
La mayoría de los migrantes que han llegado a Tijuana en la caravana en días recientes partieron hace más de un mes de Honduras, un país de nueve millones de habitantes. Docenas de los migrantes entrevistados por The Associated Press han dicho que se fueron de su país luego de recibir amenazas de muerte.
Pero el viaje ha sido duro y muchos han regresado.
Alden Rivera, embajador de Honduras en México, dijo el sábado que 1,800 hondureños han vuelto a su país desde que la caravana partió el 13 de octubre, y que espera que más tomen esa decisión.
“Lo que queremos nosotros es que regresen a Honduras”, afirmó Rivera.
El país centroamericano tiene una tasa de homicidios de 43 por cada 100,000 habitantes, similar a ciudades estadounidenses como Nueva Orleans y Detroit. Además de la violencia, los migrantes en la caravana han mencionado que sus desalentadoras perspectivas económicas fueron un aliciente para su partida. El ingreso per cápita ronda los $120 al mes en Honduras en donde, según el Banco Mundial, dos de cada tres personas viven en la pobreza.
La que se pronostica sea una larga espera en Tijuana ha causado preocupación sobre la capacidad de la ciudad fronteriza de más de 1.6 millones de habitantes de manejar el flujo de personas.
Aunque muchos en Tijuana se solidarizan con la situación de los migrantes e intentan apoyar, algunos habitantes los han insultado, les han arrojado piedras e incluso puñetazos. La fría recepción contrasta agudamente con la calidez que acompañó a los migrantes en el sur de México, donde algunos residentes de pequeños pueblos los recibieron con comida caliente, sitios para acampar e incluso música en vivo.
El alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastélum, dijo que la llegada de los migrantes es una “avalancha” que la ciudad no está preparada para soportar, y calculó que estarán en Tijuana por lo menos seis meses mientras presentan su solicitud de asilo. Gastélum ha solicitado al gobierno federal más apoyo para lidiar con el flujo de personas.
La secretaría de Gobernación de México dijo el sábado que el gobierno federal enviará alimentos y frazadas para los migrantes en Tijuana.
Funcionarios en Tijuana adaptaron un gimnasio municipal y un complejo recreativo como albergues para mantener a los migrantes lejos de los espacios públicos. Los albergues privados de la ciudad tienen un cupo máximo para 700 personas. El complejo municipal puede recibir hasta 3,000.
En el albergue municipal, Josué Cáseres, de 24 años, expresó frustración por las protestas contra la caravana.
“Nosotros estamos huyendo de la violencia. ¿Cómo creen que vamos a venir a ser violentos aquí?”, dijo.
Algunos de la caravana se desviaron a otras ciudades fronterizas, como Mexicali, ubicada a un par de horas en coche hacia el este.
Por otro lado, un grupo de 200 migrantes se dirigía al norte el domingo desde El Salvador, también determinados a aprovechar la seguridad de viajar en grupo para llegar a Estados Unidos. Edwin Alexander Gómez, de 20 años, dijo a la AP en San Salvador que quiere trabajar en la construcción en Nueva York, donde ha escuchado que los sueldos son mejores y la ciudad es más segura.
El presidente estadounidense Donald Trump, quien buscó aprovechar el tema de la caravana durante las campañas de las elecciones legislativas, tuiteó el domingo su apoyo al alcalde de Tijuana para intentar desalentar a los migrantes de intentar ingresar a Estados Unidos.
Trump escribió que, como Tijuana, “Estados Unidos no está preparado para esta invasión y no lo tolerará. Cometen crímenes y grandes problemas en México. ¡Váyanse a casa!”.
“Capturar y liberar es un término obsoleto. Ahora es capturar y detener. Los inmigrantes ilegales que intenten entrar a Estados Unidos, con frecuencia ondeando con orgullo la bandera de su nación al pedir asilo en Estados Unidos, serán detenidos o regresados”, agregó.
Fuente: TELEMUNDO