Cosas de San Cristóbal: La protesta de 1962 (parte 4)

 

 

 Finalizamos el capítulo anterior refiriéndoles parte de una conversación que sostuvieran munícipes de San Cristóbal con el Presidente de la República, derivada de la protesta que protagonizaba  dicha población en el momento de este encuentro.

Prosigamos:

Acerca del traslado de la sucursal del Banco Agrícola, explicó el Presidente que el Consejo de Estado (o sea el Gobierno N.U.M.), nada tenía que ver en ello, pues el Banco tenía su propio Consejo Directivo que estaba encargado de todas las actividades concernientes a esa entidad; pero que la proximidad de S.C. y SD justificaba la supresión de la sucursal.

En el caso de la Granja avícola, el Presidente Bonnelly recabó la opinión del Secretario de Agricultura, Dr. Ángel Severo Cabral, presente en la reunión, quién opinó que el traslado se había hecho por considerarlo conveniente para el Departamento, pero que si la medida afectaba la comunidad, la granja volvería a esa ciudad.

Los comisionados salieron satisfechos de la conversación con el Presidente, regresando con prontitud a S.C. para exponerles a los dirigentes de los partidos políticos y a los cabecillas de la protesta, los señalamientos del Presidente en querer no degradar de categoría política a nuestra provincia.

La radiodifusora local, con una grande y cautiva audiencia para la época, desde la madrugada pasaba partes noticiosos donde convocaba a los hombres y jóvenes de las zonas rurales, a que se sumaran a las protestas. Esto fue correspondido de inmediato y la ciudad se vio congestionada con una numerosa cantidad de personas provenientes de los campos aledaños a la población.

Amables lectores, ocurrieron tantas y tantas cosas en ese día y algunas a la vez, que me resulta muy dificultoso el exponerla con un ajustado sentido cronológico, después de más de medio siglo de haber acontecido,aun así sé que ustedes sabrán comprenderme. Gracias.

PEREZ SANCHEZ

El gobierno envió un parlamentario “de luxe” para dialogar con el pueblo en la persona de Monseñor Eliseo Pérez Sánchez, quien fue detenido en la interrupción de Hatillo por los nativos de allí, permitiéndole, después de muchas súplicas, penetrar a la ciudad. Este religioso, fue cura de almas a comienzos de siglo en la antigua parroquia Sagrado Corazón de Jesús de San Cristóbal, y según me narrara mi abuela Pimpa Silva Guerrero, cuando el gobierno de la época se negara a sustituir la torre del campanario que era de madera (en muy mal estado) por otra de concreto, el sacerdote discretamente la incendió aparentando ser casual el incidente, no quedándole otro camino al gobierno que reconstruirla al gusto de este párroco.

Este canónigo, miembro del Consejo de Estado, organismo colegiado que dirigía los destinos del país, tenía rango de Presidente de la República. Tuvo la poca o ninguna suerte de venir a dialogar en los momentos más caldeados de los disturbios.

Primeramente, dirigióse al Cuartel policial para sosegar los ánimos de los agentes del orden público. Luego caminó bajo burlas e insultos hasta el balcón del Ayuntamiento, para desde ahí tratar de llamar a la reflexión, calma y cordura a la enardecida multitud. No bien había llegado a los umbrales del Cabildo, cuando recibió un golpe en la cabeza, dado con una caña de azúcar, por un joven vegano de apellido Peralta (pariente de la familia del afamado músico don Ramón Díaz) miembro muy activo de un grupo estudiantil contestatario y quién fuera uno de los más esforzados activistas de los reclamos.

Por su oficio de religioso, este señor resultaba ser el conciliador ideal en aquellos tiempos. Donde quiera había jaleo o intranquilidad, siempre se presentaba con su negra sotana y proverbial sonrisa. El gobierno consideró que el padre Pérez devenía en el enviado ajustado para ir a tranquilizar a los sancristoberos, por haber residido en este poblado y conocer a muchas personas de los nativos de allí.

Pero, el embajador fue recibido con saña y resaltada virulencia por nosotros y tuvo que retirarse, tras fracasar en lograr sus nobles propósitos. A su automóvil le destruyeron el cristal delantero y le fue arrebatada la placa en la barrera de Hatillo, que para muchos era la más hermética de todas y esto, por medio a gruesos troncos de almendros colocados transversalmente a la vía, de los que se dan o crecen enormes en esa comarca, y custodiada por agresivas personas portando machetes, piedras y garrotes.

TIROTEO

En las primeras horas de la tarde, estando el Parque Central repleto de público, así como sus calles y otras áreas cercanas, se desplazaba un camión policial transportando tropas a una velocidad excesiva y al llegar al frente del Ayuntamiento, fue apedreado por personas de las presentes. Ví caer a un agente como si fuera un mango al recibir una certera pedrada en la cabeza. Desde el bólido que era el camión y sin disminuir la velocidad, los policías dispararon  hacia los grupos ubicados en “el parquecito de los vagos”, hiriendo a un promedio de diez personas.

Recuerdo haber visto a un joven con una de sus manos traspasada por un disparo y a otro con el labio sangrante. También ver al Dr. Mario Read Vittini, trajeado y acostado bocabajo en el piso del parque al momento de los disparos, acompañado de Príamo Risk Pereyra, Homero Ramírez Miranda y José Osvaldo Leger Aquino.

El gobernador provincial, don Pedro Néstor Uribe Albert (don Titín), renunció en esa mañana a su investidura, impotente y conturbado por no haber podido resolver el gobierno que representaba, la situación calamitosa de S.C.

El Consejo de Estado, se encontró entonces de súbito con que no tenía un representante político directo en toda la amplia provincia de S.C. (que entonces incluía la zona de Monte Plata), y esto era harto preocupante en la Casa de Gobierno. Como no poseían grandes experiencias en asuntos de Estado, los siete gobernantes estaban perplejos y titubeantes pensando que tan gran acto de insurrección tenía que ser provocado por instrucciones dadas por grupos o personas interesadas y encubiertas.

HIJO DE LUIS ALBERTI

Trataron de ir a  las raíces del problema y subrepticiamente ordenaron detener y conducir hacia el Palacio Nacional, al propietario de la radiodifusora local, señor Irving Alberti Tió, hijo del notable músico y compositor don Luís Alberti Mieses. A él se le quiso obligar a confesar que la familia Trujillo o el comunismo internacional estaban veladamente detrás de esta protesta.

Pero Irving en todo momento sostuvo que el único interesado en los acontecimientos era el pueblo de S.C. en su conjunto y que de manera espontánea se había levantado para protestar por las agresiones injustas que  le estaba infiriendo el gobierno. (Continuará)

JPM

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