Contar a los muertos: la verdad que incomoda
¿Por qué contar cadáveres? Una pregunta que atraviesa la historia.
En “El libro negro de la humanidad”, el investigador Matthew White no escribe sobre héroes ni imperios. Escribe sobre muertos. Su propuesta -que en principio puede parecer insensible- es tan radical como necesaria: contar los cadáveres que la historia ha preferido ignorar.
White no busca culpables individuales, sino patrones universales. Su “atrocitología” es una disciplina incómoda, que observa cómo las grandes ideologías, religiones y sistemas políticos —sin excepción— han sido responsables de masacres que definen el rumbo de la humanidad. Y aunque las cifras no lloran, dice, nos obligan a recordar.
El enfoque que invierte la narrativa del poder
Históricamente, las guerras se han contado desde la perspectiva de los vencedores. Se habla de tratados, de batallas épicas, de generales carismáticos. Pero ¿qué ocurre con los millones de muertos que dejaron tras de sí? ¿Dónde están sus nombres, sus historias, su memoria?
White invierte la lógica tradicional de la historiografía. No escribe para glorificar, sino para documentar. Selecciona sólo atrocidades humanas con más de 300.000 muertes: genocidios, hambrunas inducidas, represiones políticas, guerras civiles. El sufrimiento no es un dato secundario: es el centro del análisis.
Tres verdades que incomodan, pero enseñan
Desde esta óptica cruda pero honesta, White extrae tres observaciones que desafían muchas creencias cómodas:
· El caos mata más que los tiranos: Los colapsos de gobierno, guerras civiles o vacíos de poder generan más muertes que muchos regímenes autoritarios.
· Los civiles son las principales víctimas: Las guerras modernas no se libran solo entre ejércitos; afectan sobre todo a quienes no portan armas.
· La historia olvida a los perdedores: Eventos más letales que el Holocausto, como la conquista mongola o la rebelión Taiping, han desaparecido de la memoria colectiva.
Contar para no olvidar
¿De qué sirve contar muertos? Según White, para evitar que las cifras se conviertan en silencio. Para comprender que la violencia no pertenece a una cultura ni a una ideología, sino que es profundamente humana. Y que todos, en alguna medida, tenemos responsabilidad sobre cómo la recordamos o la olvidamos.
En un mundo digital saturado de contenidos pasajeros, esta propuesta de memoria incómoda nos obliga a detenernos, a reflexionar, a preguntarnos qué clase de historia queremos preservar. No para glorificar la muerte, sino para impedir su repetición.
Una historia más justa empieza con los que no están
El libro negro de la humanidad no es un ranking macabro. Es un acto ético. Es una herramienta para ver lo que preferimos no mirar: que detrás de cada cifra hay una vida, una ausencia, una verdad que aún duele. Y que mientras no contemos bien a nuestros muertos, no sabremos cómo honrar realmente a los vivos.
» lo que no vive,muy pronto se olvida»—–extraido de una canción de Gilberto Monroig
LOS VALIENTES SON LOS PRIMEROS EN CAER EN UNA BATALLA LOS MAS COBARDES SOBREVIVEN Y CUENTAN LA HISTORIA
Si, puede ser.