Algo más que una cafetería

En el viejo Santo Domingo; hay establecimientos de consumo, acogedores de contertulios e improvisadas peñas, que son reveladores de fullas, desavenencias e infidelidades político-partidarias y hasta de “meritísimos” hombres de sotanas que han violado normas eclesiásticas como el celibato; con un saldo de fatales consecuencias, sólo conocidas por unos pocos. A más de estos atisbos, locales que alojan a instalaciones como La Cafetera, ubicada en la adoquinada calle El Conde, hoy, podrían conformar un antes y un después con respecto a cómo bullen los acontecimientos políticos en la metrópoli. Definitivamente, La Cafetera, enclavada entre las avenidas Duarte y la 19 de Marzo; es más que eso. Muy a pesar de su vetusta fachada colonial, y su aspecto interior de una taberna del París decimonónico; La Cafetera, es un escondrijo en el que parece operar una especie de alquimia, donde, si se ausculta con cierto cuidado, uno podría encontrar la “piedra filosofal” que revela algunas inconductas de individuos que nos mantienen obnubilado, con una sostenida pose de doble moral. Allí se sabe quiénes realmente fueron hombres de izquierda; cuáles fueron infieles y quién traicionó algún movimiento revolucionario en los 12 años del balaguerato. Si se sabe penetrar con discreción en ese apacible ambiente, no sólo se disfrutará de los descansos y el reposo al más rancio estilo burgués. Resulta que allí se pule, descubre, o ratifica lo que se mantenía en incertidumbre sobre nuestra conspicua clase alta y media alta. Aunque con cierta merma, el establecimiento continúa siendo recipiente de bohemios, pintores, políticos, periodistas y toda suerte de aventureros citadinos. Tal vez por ese sincretismo de personalidades, es que se tiene la oportunidad de obtener confidencias diversas, de antaño y de hogaño. Por ejemplo, se sabría lo inimaginable para muchos ingenuos dominicanos. El que una encopetada dama de la alta sociedad le haya sido infiel a su esposo con un jerarca de la Iglesia Católica, es un país católico hasta la enajenación, constituye un hecho insólito e inaudito. Ese acontecimiento, que devino en consecuencias muy lastimosas, pero conocidas por pocos; tal vez sea más escandaloso que el de que, en estos momentos, en el país haya afincado sus credenciales un embajador estadounidense homosexual, con todo y esposo. Y no sólo porque un cura viola el celibato, sino porque resultaría más pecaminoso ante los ojos de Dios; el codiciar y hacer sexo con la mujer de un prójimo, que el simple hecho de que alguien se declare abiertamente homosexual. Definitivamente, La Cafetera de la calle El Conde, es algo más que una cafetería. Vaya usted a saber los secretos bien guardados de todo su entorno. Realmente los cuadros o frescos sobre paisajes y otras figuras insertos en ese local; han sido mudos testigos de las más escandalosas confidencias. Tal vez estos lienzos, así como sus pintores, saben muy bien de la doble moral y complicidades de un apañador y bien informado segmento de nuestra corrupta clase dominante.

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