¡Algo más que periodistas!

 
Si hay algún nudo gordiano que atasca a nuestra sociedad, es “el amiguismo o camaradería”  de periodistas que se supone deben mantenerse al margen de complicidades y suspicacias con empresarios, militares de alto rango, funcionarios y potenciales candidatos a la Presidencia de la República. 
 
Esta relación nefasta y contaminante, hace a los periodistas co-rresponsables y participes indirectos de las injusticias sociales infligidas por  gobiernos que han hecho del pueblo dominicano, lo que les ha venido en ganas.
 
La celebrada alianza entre periodistas, connotados empresarios, militares y activistas políticos de diversas parcelas, no es nada nuevo. Es una actitud consuetudinaria y sempiterna que desde hace un tiempo ostentan periodistas que, sorprendentemente, propalan esas relaciones como si fuera un  galardón o una meta a seguir.
 
No se trata de que  los comunicadores se conviertan en anacoretas o ermitaños, pero más que simples cabilderos deben comportarse como profesionales, cuyo objetivo principal debe ser inspirar confianza en quienes brindan su servicio profesional. Sépase que socializar dista mucho de estas nocivas prácticas.
 
Así como en ciertas ocasiones un miembro de la Policía Nacional no conoce a nadie; asimismo, ningún funcionario o ente gubernativo es amigo desinteresado de un periodista; aún aquellos que conocemos desde hace tiempo. Además, es bien sabido en los corrillos periodísticos sobre  algunos periodistas que han sido asesinados, por  imprudentes “coqueteos”.
 
Es común oír decir a algunos comunicadores que fulano de tal “es mi amigo; mi hermano” (no parece tratarse de un periodista), como si esa relación no afectara su ejercicio profesional. Estas expresiones delatan ciertas complicidades que en nada benefician a un periodista que, en pleno ejercicio, se precie de prudente, sobrio y disciplinado.
 
Un periodista que se ufana de su amistad con funcionarios gubernamentales, no es confiable ni creíble. Esa relación es nefanda  al igual  a como cuando un periodista se especializa en una fuente u organismo gubernamental, e intimida en exceso con los titulares de turno. Lo más correcto sería cultivar buenas relaciones con las secretarias, auxiliares o asistentes, y emplearse en lo meramente investigativo del periodismo.
 
Deberían asumirse expeditas medidas que normen el ejercicio periodístico. Sin embargo, sería mucho pedir el que con la anomia del sector y la misma no institucionalidad de quienes están llamados a corregir esos entuertos, como el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), en el caso de los colegiados, se demande la revisión de esa flaqueza profesional.
 
Ciertamente, cuando los periodistas incurren en algo más que relaciones profesionales con representativos del oficialismo, persiste una competencia desleal con respecto a los demás colegas. ¿Son relacionistas públicos o periodistas?
 
Además, provoca el que sus pares, al margen de esos amarres, tengan que esforzarse más como profesionales. Sobre todo cuando-, no sabemos si  esa urgencia ha mermado-se está detrás del ansiado “palo periodístico”. Cuando no; se incurre en actos deshonestos que salpican a todo el tinglado periodístico.
 
En consecuencia, se eclipsa lo que debiera ser un justo equilibrio profesional y no sé es más periodista cuando se alardea de tener amigos enquistados en el poder. Más cuando esto condiciona los juicios críticos a funcionarios que hayan incurrido en actos de corrupción.
 
Ningún profesional de la comunicación, cual que sea su discurso, debe sentirse reivindicado moralmente por intimidar con empresarios, militares de alto rango ni funcionario alguno de ningún gobierno.  Lamentablemente, éstos, contrario a sus colegas que mantienen una posición  firme; alejados de esas relaciones “privilegiadas”, siempre  presentan un desdoblado perfil como profesionales. Lograrán confundir a todo el mundo, menos  a los colegas que sí saben de sus dobleces en el ejercicio periodístico.
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