El retiro de Onfalia Morillo
POR ROOSEVELT COMARAZAMY
Conocí a Onfalia Morillo en el amanecer de la década de los 60 rodando en mi bicicleta por las calles de Gascue junto a su hermano Gilberto, a quien sus amigos llamábamos “El Carlanco” en alusión a su anatomía corpulenta y andar desgarbado.
Era la época de inicio en la adolescencia y en el grupo de muchachos entre quienes recuerdo a Samuelito Encarnación, Augusto Sención, Reynaldo Hernández y Víctor Garrido, la teníamos como una niñita consentida con privilegios familiares sobre nuestro amigo. Era una especie de Pequeña Lulú siempre opuesta a Tobi y su clan.
La intimidad llegaría casi veinte años después por su afición febril al béisbol y ya con descendencia de su matrimonio con Jaime Santana Milán, quien había sido mi compañero de aulas en el Colegio Santo Tomás desde una época pueril.

Onfalia ingresó a las huestes de la crónica deportiva radial de la mano siempre amiga de Max Álvarez, el recordado Cometón de inagotable creatividad, quien auscultó en ella el talento para pisar lo que era entonces un terreno prácticamente vedado a las mujeres.
Así se convirtió en una especie de pionera feminista junto a Marcia Facundo y Adelaida Hernández, quienes franquearon el camino a Noris Fernández, Wanda Meskus, Isabel López y otras que se escapan a mi memoria.
Abrirse paso no fue fácil en un mundo esencialmente masculino aunque en su familia ya tenía el ejemplo de su tía Susana, quien de exquisita pianista en la época dorada de San Pedro de Macorís devino en admirada cronista social de longeva carrera trabajando al lado de mi padre y rodeada de hombres en el Listín Diario.
Ahora que ha anunciado su retiro me llega una multiplicidad de recuerdos con estampas imborrables.
Allí nos vemos tratando de sacar el auto alquilado enchivado en medio del lodazal de un parqueo en Clearwater, transmitiendo juegos de béisbol en un palomar del Orange Bowl en Miami, compartiendo con Bienvenido Rojas tragos de escocés junto a una vellonera en un bar del Condado en la capital de Puerto Rico, y alrededor de una mesa en el Lucky Seven escuchando a Mondesí calificarla como “la bella e inteligente”.
Entre Onfalia y yo el sentimiento de admiración y cariño ha sido una amplia avenida de doble vía que hemos transitado confiando uno en el otro y ofreciéndonos patentes demostraciones de que esos vínculos se han fortalecido con el paso de los años.
Centro Deportes ha sido su casa por treinta años, los Leones del Escogido motivo de lágrimas y alegrías, y los parques de béisbol un hábitat más placentero que la cocina casera.
Como despedida pasajera, porque estoy seguro de que le resultará difícil sustraerse totalmente a lo que ha sido su motivo de vida, rebusco esta cita célebre de Cicerón: “La amistad es un acuerdo perfecto de los sentimientos de cosas humanas y divinas, unidas a la bondad y a una mutua ternura”.
jpm

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Retirarse del medio es un poco difícil sino pregúntenle al Caballo Mayor, cuantas «ultimas giras ha hecho para retirarse».
Muy bonitas palabras llenas de sentimientos y mucho recuerdos.