Vida sin vida. La paradoja
Cada día que llega es un nuevo milagro: El milagro de la vida.
La vida te permite percibir sus olores agradables, su candor, sus colores brillantes, sus maravillas, sus caricias y sus sabores dulces y agradables.
Pero también te permite percibir sus olores repugnantes, su dureza casi inhumana, sus colores oscuros como de muerte, sus duros golpes sin piedad, y sus amargos sabores despreciables.
Esa es la diversidad de la vida. Ambos aspectos son parte de ella, como las dos alas de un ave.
Parece que te dan a escoger para la eternidad: la parte más apreciable de la vida, que al final , es la vida definitiva, o la parte despreciable de la vida, que al final es la vida sin vida, la primera se experimenta con Dios, la segunda sin Dios.
El Señor te hizo libre para escoger: Amor que es vida eterna, o vida sin vida que es muerte eterna.
Pero para poder escoger, se tiene que experimentar en este mundo los dos aspectos de la vida: el agradable y bueno y el desagradable y difícil.
Cuando te toque experimentar el agradable y bueno, reconoce a Dios en su bondad y entiende que estás recibiendo por gracia, agradece por lo que recibes y se misericordioso practicando la caridad para con los menos afortunados.
Cuando te toque experimentar el desagradable y difícil, acepta con paciencia, humildad y bondad lo que te ha tocado vivir; agradece también por ello, pues algún sentido tiene lo que te está pasando, y no culpes a nadie de tu condición.
Que tus palabras sean como las de Job: “Dios dio, Dios quitó, alabado sea su nombre”. No pierdas la fe ni la esperanza, no dejes de soñar, aún sin fuerzas humanas, lucha por tus sueños, pide al Padre las fuerzas para seguir, y que así, sea tu desgracia testimonio del poder de Dios.
Porque las puertas del paraíso están abiertas para todo el mundo. Entiéndase paraíso como vida abundante y eterna. No importa cuál sea tu condición, ni en qué condiciones estés viviendo; lo que sí importa es la medida de tu amor.
Y el amor se puede tener, transmitir y ejercer estés pasando por la parte agradable de la vida o por la parte desagradable, aquellos dos aspectos de la vida que definimos anteriormente, porque el amor presupone un corazón limpio, ya que el amor todo lo cura, todo lo limpia, todo lo soporta, todo lo espera y nunca piensa mal de nadie.
No es precondición para amar estar bien, o ser rico, como tampoco es condición para acceder a la vida eterna, ser pobre. Si siendo pobre tu interior está lleno de inmundicia, maldad y ha dejado que el rencor te enferme y la envidia te queme, entonces tu destino es la muerte.
En cambio, si aún en la más terrible pobreza, en la más triste enfermedad, en la más temible soledad, en la más inhumana condición de exclusión, tu corazón está limpio, no andas maldiciendo ni culpando a nadie, no envidias a nadie, no deseas mal a nadie y te alegra la sonrisa del otro, aceptas con paciencia tu condición y luchas con esperanza por superarla, entonces tu destino es la vida: El paraíso.
Es como está dicho: de la abundancia del corazón habla la boca, y la boca tuya no habla por lo que te está pasando por fuera, sino por lo que tienes y te está pasando por dentro. Si dentro de ti hay oscuridad, tinieblas saldrán por tu boca cuando hables, en cambio, si hay luz, haces de rayos de luz saldrán por tu boca cuando hables, como si el sol viviera dentro de ti.
Por eso pide a Dios siempre fe, esperanza, discernimiento y sabiduría, para que cuando vivas lo mejor de la vida, el amor sea tu estandarte y digan: Dios se refleja en esa persona, lo mismo que cuando vivas lo peor de esta vida todos digan: ¡está bendecido por Dios!
Si así lo haces, después de la muerte, tendrás la verdadera vida, la que nunca termina, si no lo haces así, tendrás por toda la eternidad la vida que es muerte.