Una mirada precautoria a la frontera terrestre dominicana
Por WILSON GOMEZ RAMIREZ
El sostenido incremento que experimenta el denominado COVID-19 en nuestro país, cuestión que también se manifiesta en otras latitudes, pone en evidencia que su furia no parece que pueda disminuir con la prontitud que todos anhelamos.
Todavía no han sido severamente afectados, ojalá que nunca, importantes núcleos poblacionales que acusan pobreza extrema, la cual determina, con frecuencia, deficientes niveles de educación formal integral, una vida hogareña matizada por un infranqueable hacinamiento y restringidos servicios básicos esenciales que atentan contra la garantía de higiene y la salud.
Las autoridades nacionales responsables de diseñar y ejecutar las políticas estatales con relación a esta pandemia, al tiempo de seguir combatiendo el mal con la mayor agresividad, tienen que arreciar los esfuerzos orientados a la adopción de medidas concretas, tales como un mejor suministro de agua potable, equipamiento de los hospitales, suministro de medicamentos, pruebas de la enfermedad, adecuación de sus espacios reservados a cuidados intensivosy las salas comunes de internamiento.
El ministro de Salud Pública, doctor Rafael Sánchez Cárdenas, en una de sus interesantes intervenciones ante los medios de comunicación social, formuló un oportuno y dramático llamado a las autoridades responsables de custodiar, cuidar y proteger nuestro país desde la Zona Fronteriza, a los fines de que se pongan en práctica medidas estrictas capaces de prevenir la propagación de coronavirus entre los pobladores que residen en esa importante región de nuestro país.
El ministro Sánchez Cárdenas, es digno de atención, él dejó escapar lo que sobremanera le preocupa, y es que en la vecina República de Haití ya se está produciendo la llamada circulación comunitaria de este letal virus; es decir, que el virus está en una clara vía de expansión y se dificulta identificar la vinculación, pues, cualquier persona puede portarlo.
Es una cuestión incontrovertible que ese país acusa una singular situación en la cual impera la insalubridad, la debilidad institucional y el descontrol del flujo migratorio; sin lugar a la menor duda, esta realidad, de no adoptarse oportunamente las medidas precautorias correspondientes, podría constituirse en una seria amenaza para que se produzca un rebrote y, en consecuencia, se mantenga, por mucho más tiempo del esperado, la presencia de COVID-19 en nuestro territorio.
Esta parte de la geografía nacional cuenta con un régimen especial, de jerarquía constitucional, el cual establece: “Se declara de supremo y permanente interés nacional la seguridad (…) de la Zona Fronteriza”. De ahí que el Ministerio de Defensa, el Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (CESFRONT), la Comisión de Alto Nivel para la prevención y control de coronavirus,y el propio Ministerio de Salud Pública, tienen que emplear todas fuerzas y energías, adoptando todas las medidas que fueren menester, en aras de preservar, por un lado, la salud de los dominicanos, y por el otro,la soberanía territorial de la República Dominicana.
El registro de más de 3 mil casos positivos, avanzando hacia las doscientas muertes y camino al centenar de miembros del personal médico que se va verificando también con diagnóstico positivo, sin que se advierta más que una curva ascendente, y, sin ser víctimas del pánico, estos son indicadores que nos revelan la gravedad creciente de la cuestión.
No nos podemos cansar de la exhortación constante y vehemente que formulan entidades públicas y privadas del país, en especial los medios de comunicación colectiva, en el sentido de que es importante mantener el distanciamiento social, adoptando medidas de extrema higiene en la casa, como contribución ciudadana para destinada a cortar la propagación de este virus que tantos estragos está causando a la humanidad. Esto se complementaría con una mirada precautoria a la frontera territorial dominicana.
JPM