Recuerdan a hondureños muertos en incendio de NY
NUEVA YORK.- En una misa en la que se habló inglés, español y garífuna, miembros de la comunidad hispana neoyorquina recordaron con emoción a las decenas de hondureños que murieron hace 25 años en un trágico incendio de una discoteca del Bronx.
«Es difícil para mí venir. No me trae sosiego», dijo María Ferrera, de 65 años, una hondureña que perdió en el incendio a su hijo, Israel Antonio Bulnes, de 19 años.
«Él tendría ahora 44 años», agregó Ferrera, quien se encontraba en Tula, Honduras, cuando ocurrió la tragedia en 1990.
Ella es uno de los parientes que rezaron en la iglesia Santo Tomás de Aquino, ubicada en el mismo distrito neoyorquino en el que estaba la discoteca, por las 87 víctimas del incendio del 25 de marzo de 1990, el cual fue provocado por un refugiado cubano, Julio González.
Esa noche, González había intentado reconciliarse con la mujer que lo había abandonado. Él entró a la discoteca Happy Land Social Club, la cual estaba atestada de personas, en su mayoría inmigrantes. Su ex novia Lydia Feliciano atendía el vestidor. Tuvieron una discusión violenta y González fue expulsado del local.
Furioso, regresó poco después de las 3 de la mañana, vertió gasolina en la única puerta de salida del local y encendió dos fósforos. Luego bajó la cortina metálica. En cuestión de minutos murieron 87 personas, algunas de ellas tomadas de la mano.
Feliciano estuvo entre los sobrevivientes.
González, que ahora tiene 60 años, purga cadena perpetua en una cárcel de Nueva York, sentenciado por el homicidio con alevosía de 87 personas. Semanas atrás se le denegó la libertad condicional.
Trece familiares, algunos de ellos sollozando, leyeron uno a uno en la iglesia los nombres de sus parientes fallecidos.
Miembros del cuerpo de bomberos y de la policía acudieron también a la ceremonia, que rememoró una de las peores tragedias que ha vivido Nueva York en su historia moderna además de los ataques a las Torres Gemelas del 2001.
Telma Gómez tenía ocho años cuando su madre, Busta Crisanto, de tan sólo 26, murió en el incendio.
«Recuerdo ver, desde la ventana de casa de mi tía, cuerpos cubiertos por telas blancas. No sabía que mi madre era uno de ellos», dijo Gómez, nacida en Estados Unidos. Crisanto era una hondureña de la comunidad garífuna de su país, al igual que unas dos terceras partes de las víctimas del incendio.
Después de la misa, bajo la lluvia, los parientes de las víctimas caminaron por las calles del Bronx cubriéndose con paraguas hasta el monumento erigido en honor a los fallecidos, en el cruce de la avenida East Tremont y el Southern Boulevard.
Allí rezaron y se abrazaron.
Norma Blanco, otra hondureña garífuna que llegó a Estados Unidos en 1982, era camarera en el Happy Land, pero esa noche no fue a trabajar debido a las molestias que le provocaba su embarazo.
«Había un ángel de la guarda ese día conmigo. Eso me salvo a mí», dijo Blanco, de 54 años.
La ciudad había cerrado la discoteca debido a infracciones del código contra incendios pero seguía operando ilegalmente.
El cónsul de Honduras en Nueva York, Héctor Manuel Monroy, habló en la misa y expresó palabras de consuelo para los familiares de las víctimas.
«Cada año conmemoramos esta tragedia. Acompañamos a los familiares en su dolor», señaló.
Los garífuna son hondureños de piel negra, descendientes de africanos, caribes y arahuacos.
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