PLD y alianza programática de cara al 2016

En el PLD, mi partido, hay una corriente-resabio -ala ortodoxa- de opinión de doble vía: a) la que anda con un termómetro midiendo el boschismo (herencia del partido de cuadros que ya no existe y que vive maldiciendo dos realidades: masificación y lo que ha significado alianza-FP); y b) la que ha asimilado la conveniencia política-electoral de las alianzas y que se bifurca en: partidarios, en mayoría, de simples alianzas electorales-coyunturales, y partidarios, en minoría, de alianza programática. En adición (y fuera del PLD), como si fuera poco, hay también una claque periodística –otrora anti-bochista- ahora venida en conversa bochista cuya cabeza más “conspicua” es, nada mas y nada menos, Juan Bolívar Díaz y otros “hacedores de opinión pública” e intelectuales de la periferia mediática del PRD y sus “vagones”-pedazos: Convergencia e “izquierda burra”. Alianza-mezcla de macos, cacatas y “sociedad civil” envuelta en sofismas, maromas, libelos, “situado” (dinero-financiamiento vía agencias extranjeras) y cuentos chinos. Ahora bien y para aclarar un concepto-dilema cuasi obsolet ¿cuál es la diferencia entre alianza electoral-coyuntural y alianza programática? Si repasamos someramente la historia política contemporánea dominicana, el ejercicio-despeje de la interrogante resulta harto fácil: alianza electoral-coyuntural, en el caso nuestro, es la que conocemos: uno de los partidos mayoritarios hace alianzas con varios partidos para derrotar, en las urnas, a otro partido mayoritario, y cuando el triunfo es una realidad contable-electoral, entonces, se hace una repartición del organigrama estatal a partir de la buena fe y de la creencia de que el partido aliado hará una buena gestión en honor a un programa de gobierno. Mientras que, alianza programática (que no conocemos ni hemos ensayado, aunque quizás una aproximación a ello fue Bosch-1962-63), en un sentido clásico o laxa, esta referida y pautada por un programa de gobierno, ciertos principios institucionales-filosóficos –a veces incluido lo ideológico-religioso- y, sobre todo, al cumplimiento de una Ética Pública extensiva a todo el organigrama estatal y, en algunos casos-países, lo congresual-municipal. De tal suerte que si uno de los partidos-miembros de esa alianza –ya en el ejercicio del poder- viola, desconoce o renuncia, a si sea uno de estos principios-lineamientos, ipso facto, ese partido queda fuera del gobierno por incumpliendo o ruptura de lo previamente acordado y, en consecuencia, pierde la cuota-responsabilidad estatal que tenía bajo su control –o cuando no, cae el gobierno en pleno ya en minoría parlamentaria- y deberá, si fuere el caso, asumir las responsabilidades políticas-penales-constitucionales que el caso demande por las autoridades competentes. Lógicamente, esto último, en nuestro país, ha sido pura ficción política aun en el contexto delas alianzas electorales-coyunturales que han preferido-privilegiado los actores-líderespolíticos jerárquicos. En contraposición e históricamente, las alianzas programáticas clásicas las podemos estudiar a partir de las experiencias europeas en los regímenes parlamentarios y monárquicos: Inglaterra, Italia, Alemania, Suecia, Holanda, etc.; y en Medio Oriente, con Israel. No obstante, en Latinoamérica el caso-ejemplo Chile, con la Concertación-1988 (y sus antecedentes históricos: Frente Popular-1936, Alianza Democrática-1942, Frente de Acción Popular, Unidad Popular-1969) es un modelo de ejercicio democrático con resultados excelentes en materia de desarrollo económico e institucionalidad. Un gran salto. Pero en nuestro país, el sistema de partidos políticos y nuestra clase política, han privilegiado, digamos que por subdesarrollo político-institucional, las alianzas electorales-coyunturales de simples repartición del organigrama estatal sin más criterio “programático” que la buena fe del ejecutivo y del partido mayoritario del que se trate, obviando que las alianzas políticas-electorales-coyunturales pactadas en “semejantes principios”, para fines estrictamente histórico y de percepción pública nacional e internacional, son de la exclusiva responsabilidad histórica del partido mayoritario que la concertó. Por vía de consecuencia, todo lo bueno o lo malo de una determinada gestión pública, en República Dominicana, sobre cae no en el Frente, Coalición o Bloque que co-gobierna, sino, en el partido mayoritario que ejerce el ejecutiv llámese PRD, PLD o PRSC. De modo que, en el marco de este tipo sui géneris de alianzas, a quien le toca supervisar, vigilar y fiscalizar la buena gestión pública, a nivel de toda la administración pública, es al partido que ejerce el ejecutivo y que cargará con la aprobación-aceptación pública o, con la desaprobación política-electoral, y luego, con el juicio frío y lapidario de la Historia. Y no habrá excusas ni peros que valgan. Por esa razón histórica-institucional y de cara al 2016, es que hemos venido abogando porque en el PLD, mi partido, se articule una corriente política-doctrinaria que asuma y reclame los presupuestos de “democracia refrendaría” interna, vida orgánica-institucional mas allá del CP, redefinición de la relación partido-gobierno (¡chichigua en banda!), debate definitorio-participativo y urgente sobre la Ley de Partidos Políticos y de la Reforma a la Ley Electoral, y, sobre todo, de la concertación-concreción de Alianza Programática.

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