Plataformas no periodísticas y riesgos de reputación
POR VICTOR BAUTISTA
La gestión de riesgos de comunicación es cada vez más difícil para las personas físicas y jurídicas, teniendo en cuenta los violentos cambios de paradigmas que, de la mano de la internet, la conectividad creciente, el acceso relativamente barato a las tecnologías y los nuevos medios, han posibilitado el surgimiento de plataformas de contenidos noticiosos y de opinión sobre las que hay muchos estudios pendientes.
Instalar una estructura de mediación del lenguaje a lo tradicional -expresada en modelos impresos, radiofónicos y televisivos- es un ejercicio intensivo en capital para adquirir rotativas, papel, tinta, flotillas de distribución y otros componentes fabriles, además de la inversión inmobiliaria y la contratación de una plantilla de profesionales.
También requiere muchos recursos contar con transmisores fijos y móviles, equipos audiovisuales, permisología estatal, apoyo técnico eléctrico y unidades de generación de emergencia
Todos los factores antes mencionados hacían del periodismo una industria ineficiente en términos de costos, solo sostenible por el respaldo financiero de otras actividades económicas rentables del ramal corporativo o del rédito político que deparaba el control del estado de opinión.
La configuración de los costos de la industria tradicional de medios es el elemento causal de los históricos bajos salarios de los periodistas, de la precariedad en ciertos servicios inherentes a la búsqueda de las noticias, como transporte, telecomunicaciones, mobiliarios, equipos de computación y otros.
Es increíble el tamaño de la inversión que se requería en el pasado para contar con un medio que llegara a 100 mil personas, un alcance considerado extraordinario, mientras que hoy en día canales de noticias, comentarios, chismes, revelaciones, memes y otros subgéneros de la nueva comunicación, llegan a millones de suscriptores.
En estos formatos, los públicos a quienes van los contenidos no solo se pueden segmentar, sino que “las vistas” del contenido se verifican con inteligencia artificial, generando un proceso de auditoría inequívoco. Unido esto a su relativo bajo costo de inversión y de operación, los llamados nuevos medios o medios emergentes están golpeando a los tradicionales en alcance. El próximo derribo viene por la publicidad.
Administrar los riesgos de reputación y proteger los intangibles en plataformas informativas indómitas, sin interlocutores válidos, sin noción de la deontología del periodismo, anclados en el espectáculo y el sensacionalismo a ultranza, es un terrible desafío, latente, cambiante.
Para una empresa u organización bajo el arrastre de una crisis de comunicación, que ponga en riesgo la reputación y hasta implique el peligro de salir del mercado o, cuando menos, sufrir un impacto negativo en sus ingresos, los desafíos son proverbiales.
Todo es peor si el remolino comunicacional ocurre en los llamados medios emergentes, con unos formatos que seducen a amplios espectros de públicos, dados sus enfoques iconoclasta, libres, subjetivos, en el lenguaje de estos tiempos, dominado por la audiovisualidad y la emotividad.
Reconozco el mérito de estas iniciativas de comunicación que, en ocasiones, dan voz a quienes no la tenían o le había sido negada, desarrollan narrativas que visibilizan los intereses de los excluídos y confieren protagonismo a ciudadanos discriminados por el estatus quo. Esto es definido por el sociólogo, escritor y cineasta Guarionex Luperón como “la primavera de la servidumbre.”
PAREDONES REPUTACIONALES
La imprecisión, la falta de rigor, la superficialidad, el ancla en los adjetivos, la desregulación y la falta de precedentes jurídicos disuasivos, son pivotes culturales de estos medios, que, si bien pudieran estar inscritos contra la censura, suelen hacer la función de paredones reputacionales sin ningún tipo de atenuantes.
Su objetivo fundamental es ganar seguidores, lograr altos niveles de interacciones y monetizar la exposición para vivir de la transferencia financiera de Youtube o capturar pagos a través de contenidos patrocinados. Nada de defensa a las instituciones ni a la democracia, pero tampoco de control de los excesos del poder.
No es lo mismo tratar un problema corporativo, político o social con Bienvenido Álvarez-Vega, Miguel Franjul, Inés Aizpún, José Monegro, Nelson Rodríguez, Bolívar Díaz Gómez, Persio Maldonado, Enmanuel Castillo, Fausto Rosario y otros hacedores de opinión pública con formación que con un alnalfebeto funcional, incapaz de interpretar procesos, pero con el dominio de la industria del “like” y del “view.”
Si el asunto crítico reviste complejidades superiores, tampoco es igual sentarse en una mesa con los accionistas de los medios tradicionales que con “el dueño” de la estructura mediática desregulada, que ha formado un capital de relumbrón por el influjo de las olas digitales monetizables.
JPM
pero cuanta cobardía de lo que pueda decir la gente tiene este elemento.los agentes ideológicos sobornados de la prensa como victor bautista le tienen un miedo del diablo a la voz del pueblo.y aquí se atreve a poner dizque como buen ejemplo al charlatán fausto rosario, un traidor comunista del feflas, y agente asesino de niños de parenthood, además beneficiado de la mafia de odebrecht
lo único que se mantiene,es el cambio.los cambios son eternos,nadie los detiene.
sin dudas que ese artí**** ha abordado el asunto de manera muy lógica, ojalá se regularice el asunto de los periodistas empíricos y, se regule…
este artí**** es una apología de la censura, el autor le teme a la voz del pueblo. es normal en un periodista obsoleto y amañado, acostumbrado a vivir de medios financiados por agencias extranjeras, como el antiguo clave digital, putrefacto libelo periodístico de traidores comunistas antidominicanos financiados por la embajada gringa (¡contrariedades de la vida!) para promover la fusión con haití