Ni siquiera el intento… (El caso de Luís Abinader)
Es una verdad de perogrullo que los partidos políticos -¿o sus líderes?- están en crisis. Sin embargo, ese solo síntoma no es suficiente para ganar unas elecciones ni mucho menos para mandar al museo de historia a esos “aparatos”. Y más difícil se hace –la tarea- si el “partido relevo” y su candidato –Luis Abinader– nacen del mismo cansancio y de la fragmentación de una de sus partes.
Por ello, se les ha hecho tan difícil a los mercadeologos, publicistas, periodistas, politólogos y sociólogos –pseudos “analistas políticos” disfrazados de “hacedores de opinión pública”- vender y proyectar al partido PRM y a su candidato, Luis Abinader, como el “cambio”, pues éste no prende -per se- y encima no ha podido articular un discurso esperanzador, atractivo y creíble que concite y arrastre a las grandes mayorías nacionales que, más bien, lucen seguras y firmes, según todas las encuestas de crédito nacional e internacional, en apoyo a un Presidente –Danilo Medina– enfocado-centrado en la agenda social y la realización de obras perentorias (una escuela, un canal de riego, el asfalto de una calle o de simple un camino, un prestamos oportuno, una casa de acogida para víctimas de violencia intrafamiliar, plan nacional de alfabetización, construcción de un drenaje en un barrio, estancias infantiles, el 9.1.1, tandas extendidas, etc.) que le impactan sus vidas en sus quehaceres diario. En fin, una gestión de gobierno enfocada en la gente de a pie, pero sin perder de vista –y tratando de superar- el conjunto de falencias históricas-estructurales que han impedido el desarrollo integral del país: exclusión social, marginalidad de género, abandono del campo, deficiente sistema educativo, deficiente y costosísimo sistema eléctrico (a propósito, uno de los grandes hatos para la “acumulación originaria”-espontanea de riquezas de políticos y empresarios), escasísimos incentivos a la pequeña y mediana empresa, falta de empoderamiento –como se está haciendo ahora- de nuevos actores de la producción agrícola, retroceso histórico a la ampliación universal al régimen de salud pública y seguridad social, plan de viviendas para sectores de escasos recursos y clases medias –como los que se están realizando-, entre otras iniciativas que apuntan si no a una solución definitiva, por lo menos, a un enfoque planificado y sistemático).
Y son esas iniciativas –gubernamentales- desparramadas por toda la geografía nacional, con las que Luis Abinader y su batería de periodistas y “politólogos-sociólogos” (perremeítas de la secreta) han tenido que batirse-enfrentarse cada vez que salen a las calles a vender su discurso de “cambios” y promesas que la gente ya está viviendo, y algo mejor, siendo participe activo de su ejecución.
Es, también, a esas iniciativas a lo que la oposición política-mediática (entre ellos, algunos asalariados de agencias extranjeras y piezas claves en el tinglado de la campaña de descrédito en contra del país) y su candidato -¡que no arranca!- llaman “gobierno de propaganda y mentiras”, porque tampoco quieren –contrario al derecho universal de todo gobierno- que la publicite ni que la haga de dominio público porque son dizque “actos de campaña”.
¡Cuánta doble moral y desfachatez!, si sabemos que mucha de esa publicidad gubernamental, cuando no toda, iba, en mayoría, a conspicuas bocinas solapadas de la oposición.
Cierto que, no todo es color de rosa y que hay reformas impostergables -post-mayo16-, como por ejemplo: aprobación de una genuina Ley de partidos políticos –previo vistas publicas de lo que queda, y respetable, del proyecto original, reforma a la Ley electoral-, creación de una ley –con rango constitucional- que consigne la figura de un zar anticorrupción -pública-privada- independiente, y por supuesto, todos los “candados” que la sociedad, los ciudadanos representativos, los partidos políticos y las instituciones de todas índoles tengan a bien proponer para desterrar la reelección indefinida o diferida que, entre otras retrancas, castra y aniquila los liderazgos políticos en ciernes.