La tentación totalitaria
El fenómeno que estamos viviendo en la República Dominicana se define claramente con la idea de Andrés Glucksmann contenida en su polémico libro “Los amos del pensar”, según la cual “hay prácticas del dominio social, que han originado no que el pueblo se apropie del poder, sino que el poder se apodere del pueblo, de las masas”. Es esa descripción lo que explica la “aceptación popular” de Danilo Medina, y antes la de Leonel Fernández; y explica también la sumisión ciega y forzada que ha invertido profundamente las relaciones cívicas de la sociedad dominicana actual.
Lo que el PLD tejió como modelo de gobierno conduce irremediablemente a eso que Glucksmann llama “que el poder se apodere de las masas”. Y conduce a más, acaba engendrando la tentación totalitaria, que es la etapa actual del dominio de Danilo Medina y su grupo económico. Zurcido como un mecanismo de inmovilismo social, el asistencialismo oficial se desplegó cual control difuso de las masas. Los números dicen que menos del 2% de la población escaló a un grupo de mayor ingreso durante una década, pero a pesar de eso la miseria convierte el asistencialismo en un anulador del libre arbitrio, y en un control de los pobres. El modelo arrojó sobre la clase media todo el calvario del despojo del bienestar. El peso del aumento de los impuestos, ir perdiendo su mínima capacidad de compra, tiene al pequeñoburgués braceando aferrado al péndulo que va de la pobreza a la depauperación. El resultado es un aumento de la delincuencia, la criminalidad y la corrupción. Las características peculiares del dominio de la sociedad dominicana por parte del PLD incluyen estos tres pivotes como elementos naturales del modelo. Cualquier escala de valores morales ha desaparecido. La búsqueda del dinero es el motor de la acción política. El control institucional es absoluto. La justicia, por ejemplo, reculó aún más atrás de la época de Néstor Contín Aybar, cuando Balaguer decía un discurso y don Néstor dormía el sueño de los inocentes. Todo, bajo el control del Partido, en particular el presupuesto, objetivo de los grupos económicos dentro y fuera del PLD.
Esa plataforma ha enriquecido toda la cúpula partidaria, legitimado la corrupción en la gestión del Estado, y engendrado monstruos en su propio vientre después de quince años de dominio. El principal es la tentación totalitaria. Encaramado en ese gigantesco dominio social Leonel Fernández se vio atosigado por ella; interpretó su propia constitución, vistió su ambición de una nueva certeza, e intentó postularse. Ejercía la tentación totalitaria, la vocación de eternidad que lo movía. Pero hoy esa vocación totalitaria se vuelve a desplegar ante nuestros propios ojos. Danilo Medina es un proyecto totalitario, su reelección hace aparecer a la masa como una subjetividad, como una sustancia que lo sostiene. Es casi una emanación divina, un tótem venerado, con las briznas de escombros de todos los falsos dioses. Sin embargo, es sobre la perversidad del modelo de dominación del PLD que se empina su ambición. Leonel Fernández se contuvo atrincherado en los rescoldos de escrúpulos que le quedaban; Danilo Medina no ha tenido escrúpulos para avanzar en la materialización de esa tentación totalitaria. Su “democracia” es un juego de simulaciones, y las “elecciones” que lo legitimarán entrañan una corrupción de los ideales del liberalismo. Un año antes de las elecciones del 2020, volveremos a discutir “lo bien que lo está haciendo”, y se planteará, de nuevo, la reforma al transitorio de la constitución que le impide repostularse. Y se repostulará.
Quienes no crean en el advenimiento de una dictadura, en el marco formal de una “democracia”, que observen y estudien la práctica de un gobernante que juega cotidianamente el rol de un Dios. Como en el cuento infantil, hay que vocearle que “El Rey está desnudo”. Me molesta coincidir con Leonel Fernández, pero Danilo Medina está tomado por la tentación totalitaria que le proporciona el modelo de dominio del PLD, y cree que se puede poner las botas del dictador en pleno siglo veintiuno. Está purgado de escrúpulos. Aunque no sabe que “El Rey está desnudo”.