Occidente bajo el asedio del caos (1)

Tres fuerzas descomunales amenazan simultáneamente el mundo y las sociedades contemporáneas: La barbarie que se expande como incendio en la pradera, el desorden e ilegalidad política que echa raíces por doquier y la catástrofe ecológica que amenaza desencadenarse con inequívoca certidumbre pero sin calendario.

 

El siglo XX con su Guerra Fría, sus alineamientos de izquierda o derecha dejó de existir aunque nadie haya emitido formalmente su acta de defunción. Todo ha cambiado, el mundo bipolar del pasado, entre la URSS y los EEUU dio paso a la unipolaridad americana y esta a su vez, se enfrenta ahora, sin estar madura para comprenderlo, a una nueva multipolaridad donde la hegemonía americana sufre de sus propias debilidades internas y del acoso de numerosas potencias y bloques regionales que disputan su preeminencia. Como observara antes el gran historiador inglés Eric Hobsbawn: El mundo parece estar fuera de control pero es porque realmente está fuera de control.

 

La emergencia de China como una gran potencia y su nueva aunque sólida alianza con Rusia plantean un desafío insuperable a cualquier intento americano de imponer soluciones unilaterales. Japón y Corea del sur aliados de los EEUU quedan confinados a un papel de actores de reparto no equiparable al vínculo China-Rusia y por tanto tratarán, pero no impedirán la expansión china en la región. Sin embargo, otros países asiáticos como India y Pakistán pueden inclinar la balanza en una dirección o en la otra aceptando que, donde esté uno de ellos, el otro por definición ocupará un lugar del lado opuesto.

El Medio Oriente donde EEUU ha contado con aliados confiables como Israel y Arabia Saudita tiene que ser visto a la luz de la emergencia de Irán, la guerra internacional en Siria, la emergencia del islamismo radical y la expansión acelerada del islamismo en general. Considerar el actual equilibrio de fuerzas en el Medio Oriente como duradero puede ser un error.

 

La región es muy voluble y muchas de esas alianzas descansan en compromisos de sus élites gobernantes y no en el consentimiento de sus respectivos pueblos. La guerra en Siria es una magnifica a la vez que trágica ilustración de esa volubilidad.

 

Turquía, creyendo que luego podría manipularlos, favorece abiertamente a los radicales y terroristas del ISIS esperando que estos derroten a Bachar el Asad en la propia Siria haciendo para los turcos el trabajo sucio de pelear con los kurdos de cuya existencia Ankara prefiere ni siquiera enterarse. Arabia Saudita apoyó al ISIS debilitando a Bachar quien a su vez es un protegido de Irán, el enemigo por excelencia de la monarquía saudita porque, además de la diferencia confesional, Irán le disputa la hegemonía del mundo musulmán y cuestiona su legitimidad como custodio de los lugares santos del Islam lo cual es inaceptable para los sauditas.

 

Israel apoyó al ISIS de varias maneras interesada vitalmente en el derrocamiento de Bachar quien aliado de Irán permite el avituallamiento de las milicias de Hezbollah en el Líbano, provee apoyo logístico a Hamás y constituye una fuente permanente de conflicto en su frontera norte. Israel entendió que salía favorecido de la derrota de Bachar y para eso apoyó no solamente al ISIS sino a los otros grupos que ya antes había organizado EEUU y a los cuales solían referirse como “rebeldes moderados” o el Ejercito Libre Sirio (Free Sirian Army).

 

Los EEUU y la OTAN, emprendieron en Siria la puesta en escena del mismo esquema de desestabilización, conflicto, guerra civil, intervención y derrocamiento del gobierno que funcionó en otros países árabes, especial, pero no únicamente en Libia. La diferencia entre estos dos casos ha sido especial pero no únicamente geopolítica: Rusia.

 

Siria es sede de la única base naval rusa en el  Mediterráneo y es el territorio crucial para el apoyo a Irán un país socio y también, aunque en menor medida, para mantener activa la resistencia a Israel. Rusia no podía permitir, sin dañar seriamente su imagen de potencia y lesionar su propia seguridad, que una alianza hostil derrocara a Bachar el Asad. El comportamiento de Rusia en Siria es desatado por la violación de EEUU y algunos de sus socios europeos al compromiso de no expandir la OTAN hacia el este y Europa Central que Rusia considera como su frontera cercana.

 

Henry Kissinger en un trabajo publicado en marzo 2014 en el Washington Post “aconsejó a EEUU entender y aceptar que Ucrania, por su identidad histórica nunca puede ser visto simplemente como un país extranjero para Rusia” y advirtió que, “demonizar a Vladimir Putin a causa de los acontecimientos en Ucrania no era una política de Estado sino una excusa y una coartada para la falta de políticas”.

 

Mientras el eje Rusia- China se consolida, otras naciones importantes empiezan a gravitar a su alrededor y además plantean a corto plazo el fin de la hegemonía del dólar como moneda de referencia internacional. De igual manera, aumenta el número de incursiones, acuerdos, compromisos, inversiones y relaciones de todo tipo con numerosos países latinoamericanos y africanos. En todos los casos, esa expansión se produce a expensas de los EEUU y en cierta medida también de Europa que en la última década optó por secundar a EEUU en lugar de cuestionar sus políticas. Esta decisión ha fracturado parcialmente la cohesión de la Unión Europea que se ha visto arrastrada a apoyar sanciones contra Rusia e Irán y asumir compromisos militares en otros países musulmanes en conflicto con Estados Unidos. Las consecuencias para Europa de esas políticas la han hecho más vulnerable y atractiva para ataques terroristas pero especialmente y de mucho mayor calado han desatado la gran invasión a Europa de refugiados afganos, sirios, iraquíes y de otros países sacudidos por graves conflictos o envueltos en guerras internas e internacionales.

 

De nuevo, los llamados líderes de Occidente obran en sentido contrario a la historia despreciando una sabia observación de Huntington: “La responsabilidad principal de los líderes de Occidente no es intentar remodelar otras civilizaciones a su imagen y semejanza, lo cual está más allá de sus decadentes posibilidades de realizar, sino la de preservar, proteger y renovar las cualidades únicas de la Civilización Occidental”.

 

Pero y es importante notarlo, ya esa civilización a la que Huntington se refería y cuyos valores resaltaba está también en manos de las corporaciones. McDonald, Ford, Nestlé, Astra-Zeneca, Boeing, Carrefour, Siemen, Sony etc. representan y enarbolan los nuevos valores de esta civilización y es a su servicio que está operando tanto el sistema político como el ordenamiento internacional. Su lógica, sus valores, su ética y su comportamiento son globales y su mera existencia es tanto la fuente del ordenamiento como una de las causas esenciales de su socavamiento y degradación.

 

Las matanzas de Hutus contra Tutsis en la Rwanda de 1994, los miles de muertos en Srebrenica durante la guerra en Bosnia-Herzegovina entre 1993 y 1995, las atrocidades reiteradas de la IDF israelí en Líbano y Palestina conocidas, juzgadas y sancionadas por las Naciones Unidas, los turistas asesinados en Luxor, Egipto en 1997, los musulmanes muertos en Ahmedabad en la India en 2002, hechos como el rescate de Beslam en Rusia en 2004, el ametrallamiento de Andiyan en Uzbequistan en 2005, los civiles asesinados de Conakry en Guinea en el 2009, la masacre de Utoya en Noruega en 2011, las desapariciones y secuestros masivos en México contra emigrantes en tránsito o contra estudiantes como el caso de Ayotzinapa y las sangrientas ejecutorias del ISIS en varios países incluyendo los hechos de París configuran un escenario global al cual deben sumarse las atrocidades cometidas por desquiciados en las escuelas, universidades y centros comerciales de los Estados Unidos.

 

Esta lista informal y nada rigurosa de masacres y matanzas solo intenta mostrar la expansión geográfica, cultural y étnica de la quiebra generalizada de la ley y el orden y naturalmente estos hechos tienen que ser conocidos y evaluados conjuntamente con los bombardeos aéreos, el uso de artillería pesada y el empleo de ejércitos cuya estela de víctimas cubre las páginas de los periódicos de todo el mundo con su propia versión de terrorismo de Estado.

 

Debe añadirse a estos hechos, la creciente brutalidad policial en todas partes, el aumento desenfrenado del crimen ligado al narco, la corrupción política, la pobreza, la desigualdad, el desarraigo y el desorden. Como apropiadamente consignara Robert Kaplan en “An Empire Wildernes” aumenta sin cesar el número de barrios, localidades y ciudades del mundo donde la fuerza pública no se atreve ni siquiera a entrar, a la vez que se dispara en EEUU el número de ciudadanos cuyo interés general o activismo social no trasciende el ámbito de su propio vecindario con entrada restringida y/o de sus residencias blindadas.

 

El bienestar material parecería ser la única finalidad, el único sentido de la existencia y su adquisición debe producirse al menor costo posible. Si millones de personas huyen de la guerra en Siria hoy, en Cuba, Venezuela y otros países otros tantos han escapado no de la barbarie sino solamente de algunas dificultades de abastecimiento de productos de uso diario seducidos por la imagen del bienestar personal. Mientras tanto, la quiebra de las instituciones, la bancarrota del poder judicial y la evidente falta de garantías procesales empujan a cada vez mas comunidades agredidas y acosadas por el crimen y las bandas de delincuentes a hacer justicia por sus propias manos como ha venido ocurriendo en México, la República Dominicana, Haití y especialmente Perú donde existen campañas que promueven la acción ciudadana directa o lo que es lo mismo, hacer justicia con sus propias manos a falta, precisamente, de cualquier esperanza razonable de ver que los procedimientos prosperen y que se haga justicia.

 

Resignados a la quiebra del estado-nación sin entenderlo, entregados al consumo, al bienestar y a la carrera de ratas millones de personas en todo el mundo han abandonado la idea, toda noción clásica de país. Al respecto Samuel Huntington advierte: “La Ley y el Orden son el primer requisito de la civilización pero en buena parte del mundo, -África, América Latina, la Antigua Unión Soviética, Sudeste Asiático, el Medio Oriente- parece estar evaporándose mientras que también parece estar bajo asedio en China, Japón y Occidente. En todo el mundo, la Civilización, en muchos aspectos, parece estar cediendo terreno a la barbarie, generando así la imagen de un fenómeno sin precedentes: una Edad Oscura global parecería estar descendiendo sobre la humanidad”.

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