Llamando a la conciencia humana

El ser humano ha sido dotado de una conciencia, que sirve de juez discriminador entre el bien y el mal. Toda persona consciente sabe identificar lo que es moralmente bueno y lo que es malo. Nadie puede alegar ignorancia, ya que es responsable de sus actos. En ese sentido, aunque no conozca todas las leyes de Dios, en esencia puede comportarse como tal, por la conciencia.
 El apóstol Pablo escribió: «porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio» Rom. 2:14- 16.
Cuando se predica el arrepentimiento, sin duda que es un llamado a la conciencia del individuo, la cual debe estar afectada por las obras malas que ha hecho. Nadie puede escapar de la culpabilidad de conciencia, porque ella está acusando continuamente al pecador; si la conciencia no hace su trabajo es porque está cauterizada y ha perdido el objeto de su presencia. Hay conciencia limpia y conciencia de pecado, en ambos casos se debe tomar la precaución de entender qué tipo de conciencia tiene cada individuo en lo personal.
La conciencia como parte del individuo debe jugar el rol de transformación en él. Esta tiene efecto en el entendimiento del individuo, pues sin entender y comprender el conocimiento y las circunstancias no sería posible un cambio significativo de la persona, por lo que, es efectiva la exhortación de Pablo que dice: «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» Rom. 12:2.
La situación social en que viven los pueblos, es tan delicada y compleja que no se vislumbra posibles soluciones; cada día las sociedades se van corrompiendo como hace la carcoma con los utensilios de madera. Una esperanza perdida es esa que se pensaba que el conocimiento adquirido en las universidades contribuiría al mejoramiento de las sociedades. Sin embargo, la cantidad de intelectuales detenidos por delitos es tan grande, que uno se pregunta,  ¿qué ha pasado con el ser humano? No hay respuesta humana para tal situación. El ser humano, se ha perdido en sí mismo, corrompiendo todos sus caminos.
La situación de pobreza en que viven la mayoría de la humanidad, ante la minoría con la mayor cantidad de riquezas, tiene que llevarnos a pensar que tenemos un mundo sin conciencia, o con una conciencia cauterizada; es decir que no se está usando los sanos valores que deben estar en toda persona de bien. ¿Cómo se puede ver el sufrimiento del necesitado y no hacer nada? ¿Cómo se puede pagar un salario injusto al obrero, y sentirse el pagador bien? Esto indica que se está andando por senderos incorrectos.
La conciencia de cada individuo debe guiarle por el camino correcto. Hablar de lo que alguien no conoce, es una falta grave, pero culpar y condenar  a alguien sin oír sus razones es también un acto de  mala conciencia. El individuo debe actuar con honestidad, en todo sentido. Hay que verificar el tipo de conciencia que guía a cada individuo, pero también hay que saber que la conciencia es un indicador hacía donde conducirnos, pero no es la que verdaderamente domina, pues el individuo puede contradecir su propia conciencia, especialmente cuando ésta no da la dirección correcta.
Jesucristo es el modelo a seguir, como ser humano de conciencia. De ahí que, sus actos fueron siempre dentro de lo correcto y sobretodo conforme a la voluntad de Dios expresada en las leyes, salmos y profetas. No condenó al inocente, fue flexible con el culpable, y demostró amor para con todas las personas. Su sacrificio fue la expresión más contundente de la misericordia y gracia de Dios, por el ser humano pecador. El apóstol Pablo escribió: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros,» Rom. 5:8.
En consecuencia, los que somos seguidores de Jesucristo, debemos ser ejemplos de buena conciencia; es decir, actuar correctamente. Las iglesias no deben recolectar diezmos, porque las leyes fueron abolidas; las ofrendas deben ser un acto voluntario no impuestas; la adoración debe hacerse en espíritu y verdad; el engaño, la mentira y la hipocresía deben estar ausente de las conductas del cristiano; y sobretodo, la humildad debe ser parte inherente del individuo, no la arrogancia. Una conciencia limpia, es conductora de buenos y deseados actos, que glorifican a nuestro Dios. Seamos de buena conciencia, la de Dios en nosotros. Dios le bendiga.
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