La verdad duele
La mejor manera de demostrar que una persona tiene la razón, es hablando siempre con la verdad. Un esposo decir: «Mi esposa no me quiere,» es duro, difícil y duele en lo más profundo del corazón, pero si es la realidad debe reconocerlo; hablar con franqueza, con verdad, y confiabilidad, ésto le permitirá superar la verguenza social, y por ende trabajar en pro del bienestar de su matrimonio. Así se evita los femenicidios.
Poncio Pilato, le preguntó a Jesucristo: «¿Qué es la verdad?» Esta pregunta desde un enfoque filosófico, no constituye problema alguno, ni tampoco dentro de la relatividad de las cosas. Sin embargo, dentro de la búsqueda de la verdad de las cosas, constituye una gran responsabilidad al responderla. Es responder con la realidad objetiva, sincera y documentada. Pilato, no esperó la respuesta, pues fue una pregunta política, y filosófica que reflejaba más la perturbación de él, que la conciencia en Jesucristo sobre la verdad.
La verdad duele, cuando ésta no nos favorece en el momento. La realidad social, de los pueblos latinoamericanos, es cruel, dura, sin solución, permanente y universal. Reconocer que, la falta de valores fundamentales, es la causa de las situaciones económicas y sociales de estos pueblos, es decepcionante. ¿Por qué no tienen estos valores? Porque, la religión (el cristianismo en todas sus vertientes) dominante no los enseñó, ni ha habido una voluntad política para implementarlos; se dice, se reconoce, pero no se hace.
El hombre no ha entendido que para que una sociedad pueda progresar, debe haber unidad de criterios, como un enfoque verdadero de la realidad, y una voluntad social que conlleve al altruismo social, económico, político y religioso. Pero, éstos no les ha sido posible instaurarse en estas sociedades latinoamericanas. Porque como los fariseos, así somos, por eso Jesucristo dijo: «Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacerlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen» Mt. 23:3.
En las últimas décadas del pasado siglo XX, los intelectuales latinoamericanos se conformaron en dos importantes bloques ideológicos: Marxismo y capitalismo. Este antagonismo, que en sí nada tenía que ver con nuestra realidad, hizo posible un estancamiento que no sólo afectó el desarrollo de está región del mundo, sino que dividió a estos pueblos. Pero, lo peor de todo, es que la religión no cumplió con su función de esqueleto social de ellos y mucho menos como guía para conducirlos a Cristo.
Tenemos pueblos religiosos, pero sin Cristo. Un ateísmo pragmático, con un Cristo descuartizado; cada quien utiliza la parte que le conviene. El apóstol Pablo, citando a un profeta cretense escribió: «Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe, no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad…Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra» Tito 1.12- 16.
Han habido excelentes historiadores, que han descrito los hechos históricos, pero también, malos interpretadores de ellos, ya que sus análisis históricos responden a la línea ideológica a la que se han vendido, o se han inclinado. es como si negaran la verdad de nuestras gentes. Y dice el dicho » el pueblo que no conoce su historia, la repite;» se «tropieza de nuevo con la misma piedra.» Una historia circular, más que lineal. Ahí ha estado el fallo de nuestros pueblos.
Los pueblos que desean desarrollarse, necesitan una verdadera educación, transformadora de la cultura, del pensamiento social y sobretodo que rompa con el pasado improductivo. La identidad no se pierde, más bien se solidifica, cuando se corrigen los entuertos del pasado. Nada, ni nadie, excepto Dios, es perfecto. Por eso, nuestros antepasados cometieron muchos errores, que no se deben mantener, como expresión de identidad cultural. Especialmente en la religión, se necesita un verdadero cambio, que se fundamente en la palabra de Dios.
La verdad duele, pero hasta que llegue el momento de extirpar lo malo de las sociedades, sólo así, éstas podrán ir hacía el progreso social. Los valores espirituales procedentes del cristianismo, son los que podrán salvar a éstas del abismo hacía donde se dirigen. Pensemos en el futuro de nuestros hijos, de nuestros nietos, y demás. Comencemos a amarnos, a perdonarnos, a actuar con justicia social, en fin con un arrepentimiento ideológico, que nos permita ver nuestra verdad, y por más dura y dolorosa que sea, construyamos sociedades fundamentadas en valores y sobretodo en valores cristianos. Dios le bendiga.
JPM