La intuición es la voz del alma
POR ALEJANDRO SOLANO
La intuición se puede definir como la facultad mediante la cual el alma nos da una información que guía y orienta la toma de una decisión rápida sin utilizar el escrutinio del razonamiento. Está relacionada con el impulso, la corazonada, el pálpito, la señal de alerta y la mala espina.
El presentimiento de que un curso de acción es el más adecuado en una determinada situación nos indica que ahí está la intuición. Es un camino subconsciente para llegar a la solución de un problema de manera rápida y por anticipado. Puede ser un sentimiento que nos induce a suponer que algo va a ocurrir de una manera, aunque no dispongamos de todos los datos necesarios para arribar a esa conclusión.
A veces llamada sexto sentido, la intuición es sutil, suave, no presiona ni argumenta ni justifica. Es un susurro del alma, un resultado inconsciente que consiste en prevenirnos o librarnos de un peligro. La intuición no obedece al ego, sino que está vinculada al ser.
Aunque no se adapta a la comodidad que es normal en nuestra forma de actuar, la intuición es una brújula que funciona desde nuestro inconsciente para preservarnos sanos, salvos, seguros. Suele durar un segundo y no congenia con la precipitación ni con la prevención.
Los juicios intuitivos son inconscientes e involuntarios. Son un resultado conveniente del que no somos totalmente responsables. La intuición es la habilidad no aprendida para conocer, comprender o percibir algo de manera clara e inmediata sin la presencia del raciocinio, el saber o la experiencia.
El proceso intuitivo, que suele durar un segundo, refiere un conocimiento directo, inmediato y evidente, ajeno a la deducción, la inducción, el cálculo y la premeditación. Ocurre cuando uno no tiene motivos para tomar una decisión en un sentido determinado, pero la toma sin que medie ningún prejuicio ni por miedo ni en busca de ninguna ventaja o conveniencia. Es una manifestación de la energía que nos induce a un acierto al que llegamos sin saber cómo.
Razonamiento e intuición son operaciones cercanas, dos caminos que pueden conducirnos a un mismo punto, pero podría no ser así. Los seres humanos estamos diseñados para razonar y para intuir, y podemos aprender a esperar sin desesperarnos para tomar las mejores decisiones. La razón actúa mediante un esfuerzo, mientras que la intuición es una iluminación gratuita que no planeamos.
La razón es útil, pero como vivimos en un mundo lleno de perplejidad, complejidad e incertidumbre, la intuición es más segura y tiene la ventaja de que no hay que buscarla. Llega sola y nunca genera estrés, porque no se asocia con la prisa.
Si actuamos según la propuesta intuitiva nos sobreviene una emoción de alegría como exquisito regalo de la vida. En cambio, si nos apegamos a la razón, corremos el riesgo de experimentar una emoción desagradable. Si dejamos fluir y nos acogernos a la intuición, estaremos libres de percances, accidentes, incidentes. Actuar según la razón puede llevarnos a resultados caóticos, mientras que la intuición nos lleva siempre a un puerto conveniente.
JPM