La Feria del Libro: ¡Que Asco!
Hace años, cinco al menos que retiré
mis títulos del estante que tenía en la feria del libro. En aquella
ocasión alcancé a decirle a José Rafael Lantigua, quien fungía de
Ministro de cultura porque lo hacía.
-Existe y prevalece- le dije – un
ambiente de irrespeto por el libro y la cultura, por el pensamiento;
todo es chercha ruidosa, comida chatarra y estruendo que quiere pasar
por música en esta feria y en cada recinto. Para mi eso es
incompatible con una feria del libro.
Con sus modales habituales, José
Rafael se mostró interesado en mi crítica pero no hizo nada al
respecto. Un día después me fui de la feria y desde entonces la
veía por fuera porque es la zona donde vivo así que he estado al
tanto del relajo, del ruido, de los pastelitos y la chercha. Jamás
había vuelto al recinto de la feria hasta el viernes 25 de abril
2014.
Recibí una invitación de Matías
Bosch para una jornada de ideas y liberación. Una hora después de
estar en uno de los salones de la biblioteca, el ruido de tambores,
de algarabía, de gritos y desorden invadía el espacio donde Angela
Hernández trataba de hacerse oir en la presentación de los títulos
publicados por la Fundación. Hubiera querido esperar, al menos que
ella terminara, pero me fue imposible. El estruendo me amenazaba
ominoso. Me puse de pie enojado, me despedí de los vecinos y caminé
hacia donde Matías Bosch. Le expliqué porque me iba y cuanto
lamentaba hacerlo. El también estaba a disgusto por el ruido y me
dijo que las autoridades de la feria no debieron autorizar un evento
al lado del otro sabiendo que esa sala estaba reservada desde mucho
antes.
En realidad, el ruido y el estruendo
venían de todas partes y apenas a unos 40 metros de la fachada un
reggaetón concitaba bailes y aplausos y claro, mas ruido.
Para ser claro. Hace años que esto
dejó de ser una feria del libro para convertirse en un mercado de
pastelitos, pizzas, empanadas, refrescos, ruido, mal gusto, nalgas,
manteca. Las empresas comerciales que ni hacen, ni imprimen ni
difunden libros se han hecho cargo de la feria. Quienes la organizan
parece que no se enteran o no les importa. Mucha gente asiste allí y
a cualquier otro sitio donde transite la esperanza de algún
entretenimiento. Yo no necesito eso.
El espectáculo de ruido, publicidad y
luces montado no tiene nada que ver con los libros, con las ideas y
ciertamente con el pensamiento. Pero mi indignación no está
dirigida solamente a quienes organizan, financian, promueven o de
cualquier manera son instrumentales en la distorsión sino también a
muchos de los asistentes, escritores, intelectuales, profesionales
que saben, perfectamente bien que eso no es ni se parece a una feria
del libro, pero no dicen nada. Y ese silencio, por omisión, alimenta
el desorden.
Esa feria del libro . . . que asco.