La desgracia de las letras dominicanas: respuesta a Jimmy Valdez-Ozaku
Por R. A. RAMIREZ-BAEZ
NUEVA YORK.- Profundamente, lamento que a través de tu persona vuelva a referirme a la desgracia de las letras dominicanas. Anticipo hacia ti y tus textos una profunda admiración y respeto. Y de ello has tenido constancia.
Digo que lamento porque ninguno de estos sietemesinos tiene coraje de emitir un leve juicio sobre mis cortantes y reiterativas opiniones. Los escritores dominicanos, que es el tema que nos concierne, siempre temen perder algo; o esperan que algo por ahí les caiga: son gajos de parcelas políticas; vástagos consignados a disímiles prosélitos que jamás han levantado su voz a favor de los intereses dominicanos: sólo esperan a que el gobierno les publique sus libros y por ahí les encajen algún reconocimiento. Y ahí radica parte de la grave situación de las letras dominicanas.
Desgraciadamente, dichos escritores han hecho de la literatura un instrumento del prestigio; una pieza para acumular méritos en la sociedad. Esto raya entre la vergüenza y una ración de lástima. De ahí que un escritor dominicano es algo como un molusco despojado tristemente de su caparazón. Te confieso que muchos han preferido escribirme a mi coreo privado, como para no quedar atrapado en esa urdimbre que desampara a todo aquel que en nuestra nación arroja luz sobre el pecado.
Y por tanto admiro tu sinceridad en hacer uso de la palabra honesta y revestida de elegancia. Ahora, a nadie como a mí, se ha subestimado tanto en los famélicos pasillos de las letras dominicanos; pero, este no es el asunto que me lleva a enviar a través de tu persona este mensaje, encaminado a poner el dedo sobre ese lastre que afecta a nuestras letras, plagadas de sobornos literarios; regalismo; letras atrapadas en un engranaje de farsantes, anidados en las intríngulis del poder político. Tales argucias han hecho del escritor dominicano un cabildero de premios y reconocimientos; un cazador de pálidas luciérnagas. Todos saben este dilema; viven quejándose; hacen un ritual de lamentos; pero, siguen las reglas de un Ministerio de Cultura que en contubernio con los diferentes gobiernos y empresas que explotan al humilde pueblo dominicano, han ido mermando el espíritu de la cultura nacional; y las letras son una cenicienta vestida de chanchullos y falsos meritos. Y ese mismo patrón se ha trasladado de cuerpo entero a los Estados Unidos.
A los jurados que reciben un cheque son acosados indiscriminadamente por unos participantes que se las arreglan para llegar hasta donde quien tiene la responsabilidad de evaluar una obra. Imagínate Jimmy: el editor de la editora nacional, por ejemplo, es corrector de estilo y a la vez es jurado en cualquier guarida que otorga premios; el editor de la editora nacional es literalmente un «chiripero de las letras»; a una gran mayoría le ajusta esta vistosa túnica. Así son la mayoría de nuestros jurados: unos picoteros cuya misión es dar un fétido premio, abalado por un par de pesos de gobiernos corruptos o entidades fundadas con recursos de dudosa procedencia: Funglode; imagínate recibir un premio de una entidad, supuestamente, ligada al bajo mundo; si quiere más: explícame que se cuece allí donde un ex narcotraficante alega haber aportado recursos y existen «escritores» orgullosos de haber recibo algún premio, auspiciado en tales circunstancias. Pero, no les vaya a decir a estos «laureados» que devuelven esos premios; para ellos cuenta lo efectivo; aunque venga del pantano, lo importante es llegar a la morada del prestigio. Y para ello existe un andamio que sirve a las «letras dominicanas».
Hasta pueda que éstos sean, aparentemente, casos aislados en este enjambre de zorros y ardillas; pero muy repetido en ese abecedario de soborno y divisas que envuelven a los premios de las letras dominicanas. Lo sabes mejor que yo; pues, tú conoces de este malabarismo; tú has participado en estos concursos; y de algo has debido enterarte, ¿cierto?
Pero, allá querido Jimmy, en República Dominicana, los escritores no se atreven a decir algo; primero, por su falta de dignidad y porque el escritor dominicano es un «trapecista» que hace de las letras un instrumento para ascender hasta embriagarse en ese estuario de impunidad y corrupción que otorga el prestigio.
En tal sentido, las editoriales internacionales jamás pondrán el ojo en esa pandilla que juega a la literatura; existe allí un desorden auspiciado por el gobierno y las empresas que otorgan premios con los Corripio como ejes del regalismo. De ahí que ninguno de estos premios haya tenido relevancia ni peso literario. ¿Has sabido que algún premio de éstos haya sido nombrado fuera de la aldea? Lo peor es que el Ministerio de Cultura y su extensión en Nueva York, el Comisionado, jamás les han hecho contratos a los escritores; no existe otra forma de interpretar este asunto que no sea como una estafa: los escritores entregan sus manuscritos y tanto el Ministerio de Cultura como el Comisionado, publican estos textos y el escritor jamás recibe pagos por derecho de autor. Dime, tú que has ganado concurso: ¿te han hecho algún contrato; te han pagado tu derecho de autoría? Carlos Sánchez está muy agradecido contigo porque saliste a taparle sus remiendos; y más que todo con tu intervención nuestro comisionado, quizás, habría querido ocultar ese aire de acumulación originaria que embriaga a las hordas del PLD: todos tienen como misión llevarse los recursos del pueblo en sus garras; entraron con chancletas y hoy todos son ricos.
No creo que tu gran amigo Carlos Sánchez pueda zafarse de esa acrobacia del PLD. ¿Tendrás tus razones para agradecerle al Comisionado? ¿Muéstrame por esta vía alguna remuneración por las obras que te ha publicado el gobierno? Te puedo asegurar que esas obras tuyas y de otras tantas, sí existen miles de copias que recorren las diferentes oficinas del mismo gobierno, en una larga caravana de tráfico de influencia; arreglos de aposentos; y toda una evasión fiscal al Estado y éso se repite aquí en tu mismo patio: Nueva York
Jimmy, sin más rodeo, de dichos premios sólo podría reconocer el otorgado al Poeta Nacional. Y nada más. Todos los demás han sido acuerdos apadrinados por arreglos del gobierno y el cabildeo de algún recurso extra literario del sector privado. Así camina la aldea literaria dominicana; en Estados Unidos, esa misma aldea desafía con aquello de no pagar impuestos a los premios ya recibidos. Y éso, además de ser arriesgado, es bastante peligroso para nuestra literatura; pero, los llamados «escritores» de la diáspora, a pesar de vivir en una nación de leyes, se comportan como piezas del elenco.
Y tú te dirás y quizás pueda que uno u otro se haga la misma pregunta: ¿Qué busca Ramírez-Báez? No soy un rebelde sin causa como osadamente advirtió el comisionado Carlos Sánchez, quien bien debería poner su casa en orden para que evite la visita del gobierno federal en eso de estar entregando premios sin pagar lo acordado por las leyes de Estados Unidos. Jimmy, pregúntale por favor, a tu amigo Carlos, si los escritores que vienen a vender sus libros en la Feria, el Comisionado los ha orientado que llenen el Formulario 1099, requerido para pagos de impuestos por ventas realizadas. El asunto es que Carlos Sánchez cree que está en un campo de La Romana. Dile, por favor Jimmy, que él está en la ciudad de Bill di Blasio; en misma ciudad de Leona Hamsley.
Me siento en el compromiso moral de asumir esta responsabilidad, o al menos, expresarme cuando otros literalmente tienen el rabo entre las piernas. Ese no es mi estilo. Yo amo profundamente a mi país y asumo todas las consecuencias. Nunca he estado bajo la sombra de gobierno moralmente cuestionado; mucho menos recibiría invitaciones; ni reconocimientos; ni premios de aquellos que siguen estrangulando al pueblo dominicano.
Además, en mis últimos 12 doce años no había publicado un libro; y debido a la extensa obra que he escrito que componen 10 novelas y cuatro libros de ensayos; he decidido que alguien tiene que poner el dedo sobre la llaga. De la existencia de algunos de estos textos podrán afirmar o desmentir el escritor José Carvajal; o la escritora Eli Quezada.
En tal sentido, Jimmy, creo tener razones más que suficientes para sentirme profundamente preocupado por la insensatez de escritores buscadores de concursos y premios que han llevado a las letras dominicanas a no tener relevancia en ninguna parte del mundo.
Así, mi apreciado Jimmy, no puedo quedarme aferrado al silencio; y por ello prefiero citarte aquella frase de Ernesto Sabato: «La misión de la literatura es llevar despierto al hombre que va al patíbulo»; pero, los escritores dominicanos maliciosamente han querido llevar al pueblo a su propia desgracia con las pestañas zurcidas por regalismo literario; ellos han preferido dejar a las letras dominicanas entre el río Ozama y el Haina. Ahora te invito a una súbita vuelta por Argelia: «El escritor no tiene otra misión que no sea enfrentar al poder», dijo sobre unos granos de arena aquel osado que rechazó el Premio Novel.
jpm