La crisis europea
Europa va galopante hacia una línea de radicalización política. Hay un retorno a líneas tradicionales, que se podrían inscribir dentro de una derecha nacionalista, que castra la concertación, la unidad y entorpece las buenas relaciones internacionales.
Es como si de primera se diera un paso atrás para caer en la vieja etapa del garrote. El mundo está ahora mismo en guerra casi total. Donde quiera se ven las fumarolas de la discordia. Nadie está fumando la pipa de la paz.
En Inglatera surge de nuevo lo más radical de su poltrona política, aunque sin los aprestos de la dama de hierro. En Francia, los izquierdistas navegan en los pecados de faldas, la falta de consistencia en solucionar problemas públicos, entorpecimiento de la política internacional y en discusiones internas que provocan divisiones tremendistas.
Una candidata de derecha, con un nacionalismo rancio, La Penn, está a punto de llegar al Palacio del Elíseo, lo que no solo cambiaría la política nacional e internacional de Francia, sino que lanzaría a ese país al despeñadero.
Italia hace tiempo que dio un salto al vacío, con el chulo social de Berlusconi y con gobiernos que no han podido levantar la mística del trabajo y del desarrollo. Al finalizar el año, el Vaticano pisa tierra enjabonada con varios obispos desafiando la autoridad del papa, y las reformas que Francisco quiere llevar adelante con murallas que se levantan y ya son contestatarias.
Alemania se levanta como la reina de Europa, lo que presagia en un futuro cercano un choque con la línea expansionista de los Estados Unidos. Al buscar reelegir a su actual Canciller, Alemania se aleja de esa derecha recalcitrante y sigue apostando por la unidad y la marcha hacia un futuro mejor.
Estados Unidos, del cual he hablado y seguiré escribiendo en otros comentarios, y Europa, son los dos socios principales que tiene en inversiones y movilidad económica, incluyendo a refugiados del hambre, la República Dominicana.
Lo que pase en Europa y los Estados Unidos nos va a tocar, y a trastocar. Somos un país atado a los organismos internacionales y a las grandes potencias, con lazos de dependencia atormentadores. Lo mejor que pueden hacer los gobernantes es comenzar a tomar medidas de precaución, ante un terremoto anunciado.
jpm
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