Insólito: modificar una ley para beneficiar una persona
Todos sabemos que las campañas electorales responden a la creación de un ambiente político favorable que busca inclinar la simpatía de los votantes hacia un determinado candidato. Es comprensible que exista un margen de tolerancia entre lo que se dice en campaña y lo que se realiza desde el gobierno.
Sin embargo, la inconsistencia y falta de conexión entre las propuestas de la campañapolítica y las ejecutorias desde el gobierno ya instalado no pueden llegar a extremos que comiencen a generar desconcierto, confusión y suspicacia de manera tan prematura y abrupta como ha sucedido con la aprobación el viernes 28 de agosto en la Cámara de Diputados de un proyecto legislativo que modifica la ley del Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillados (INAPA) para permitir que Wellington Arnaud pueda ser su director ejecutivo.
El asunto se complica más cuando el gobierno de manera oficial declara que la designación de Arnaud se hizo de forma interina, “sin él haberlo solicitado, porque los proyectos que se ejecutarán requieren de la formación legal, la capacidad gerencial y política que posee el señor Arnaud”.
La modificación de esta ley, de acuerdo a esta explicación, obedece a que el Gobierno entiende que Arnaud “es la persona idónea para ejecutar los planes concebidos para el sector agua”. Se agrega que“la capacidad de Arnaud se puso a pruebas en apenas 12 días cuando puso en funcionamiento los acueductos que fueron afectados tras el paso de la tormenta Laura en Barahona, Azua, Higüey y Pedernales”.
Es increíble que con apenas 12 días del presidente Luis Abinader haber ocupado la presencia de la Republica, se haya modificado una ley para justificar la designación de una persona en una posición pública. Nunca es buen augurio cuando los que mandan quieren hacer coincidir la ley con su voluntad particular.En términos de lo que son los principios democráticos, de lo que ha sido y es nuestra historia, cambiar en esta etapa una ley para designar un determinado funcionario es un desacierto grave.
Este caso de insolencia prematura y escandalosa lo que ha hecho es poner a prueba el carácter y el liderazgo de un presidente que como Luis Abinader se ha comprometido con cambiar este país, que ha dicho que cree en las leyes y en la institucionalidad y tiene como meta aplicarlas con rectitud y decoro.
Estas prácticas políticas que se suponen superadas, en un momento tan auspicioso y de tantas expectativas, resultan desmoralizantey ofenden el mejor sentir ciudadano. Asoman la decepción y el desengaño cuando un gobierno usa su el poder delegado para realizar ajustes de conveniencia y en extremo personalizado como ha sido el caso del nombramiento de Wellington Arnaud en Inapa.No podemos continuar con las practicas inicuas de agredir las instituciones y las normas para acomodarlas a nuestras apetencias, al extremo de cambiar una ley para nombrar un determinado funcionario.
Las buenas prácticas en cualquier área de la vida se sostienen con la observación de los principios normativos que la definen.Una de las grandes falencias de los gobiernos dominicanos es decir una cosa en campaña y hacer todo lo contrario cuando llegan al poder. Ser consistente entre lo que se dice y lo que hace es algo fundamental si nosotros queremos un cambio.
Todos los ciudadanos estamos expuestos por diversas causas a violar la ley. Ella constituye un freno, un control, un límite que sirve a la convivencia y al bien colectivo. Tenemos que admitir que no siempre no sujetamos a la ley, que somos proclives a violarla, y esto tiene sus consecuencias.
Pero una cosa es transgredir la ley, y otra cosa más grave y peligrosa es tratar de burlarla y usar el poder o la fuerza para acomodarla al interés de particular de personas o grupos, en desconocimiento de sus propósitos esenciales que son garantizar la convivencia social y la paz ciudadana. La ley es la expresión taxativa del acuerdo básico que nos norma a todos en una sociedad que pretende vivir en orden.
Pero el poder tiende a ser tan abrumador que es capaz de minimizarlo todo, de reducirlo todo a los caprichos y antojos de los gobernantes. Es muy probable que la obsolescencia conceptual se resista a los cambios que demandan los tiempos y sigamos siendo el pueblo que recrea las mismas estampas políticas del siglo 19, cuando precisamente nuestra democracia está demandando una verdadera transformación.
Paradójicamente, insertados en medio de una expectante propuesta de cambios, estos hechos encajan muy bien en el tragi-cómico anecdotario de nuestra fatídica vida política como pueblo, con los ingredientes propios para continuar engrosando esa serie de episodios locales que haninspirado el imaginario narrativo de algunos de nuestros destacados escritores en lo que Emilio Rodríguez Demorizi compiló como “Cuentos de política criolla”.
El punto de inflexión, el punto de quiebre de nuestra democracia, y lo que todos esperamos se comience a superar a ahora, es pensar que desde el poder se puede hacer todo. Es ignorar, o minimizar los principios que deben normarnos. Tenemos que construir una nueva pedagogía del ejercicio del poder, y ahora tenemos una gran oportunidad, por favor no la desperdiciemos porque nos va a pesar a todos.
A propósito de este desatino, como lo calificó el doctor Ricardo Nieves, les dejo unos versos del Martín Fiero de José Hernández.
La ley es tela de araña, y en mi ignorancia lo explico,
no la tema el hombre rico, tampoco la tema el que mande,
pues la rompe el bicho grande y sólo enreda a los chicos.
Es la ley como la lluvia, nunca puede ser pareja,
el que la aguanta se queja, más el asunto es sencillo,
la ley es como el cuchillo, no ofende a quien lo maneja.
Le suelen llamar espada y el nombre le sienta bien,
los que la manejan ven en dónde han de dar el tajo,
le cae a quién se halle abajo, y corta sin ver a quién.
Hay muchos que son doctores, y de su ciencia no dudo,
más yo que soy hombre rudo, y aunque de esto poco entiendo diariamente estoy viendo que aplican la del embudo.
JPM