Implorar lo que nos pertenece
Dar es muy difícil. Extender la mano para entregar es a veces tan pesado. Cuesta tanto desprenderse de algo, aunque solo implique diligenciar una ayuda. No importa que ese favor sea con recursos del Estado, que no nos cueste más que levantarnos del asiento o alzar los dedos para marcar 10 dígitos y colaborar con otros, tan dueños del erario como nosotros, con tanto derecho. A veces hay cierto ego que se infla cuando nos sentimos requeridos, cuando sabemos que alguien nos necesita. Eso nos importantiza. Por eso en lugar de tender la mano solidaria a aquella otra frágil, la tomamos con fuerza y la zarandeamos. Tanto mejor si podemos desprenderla. La burocracia se impone y nos sentimos hasta con el poder de avasallar a los que necesitan de nosotros. Sabemos que se morderán la lengua y llorarán de rabia e impotencia antes que ponernos en el lugar del que nunca debimos salir. Ah, eso sí, lo hacemos con los humildes, con aquellos incapaces de levantar la voz para defenderse, porque hacerlo implicaría perder la oportunidad de obtener el favor que necesitan para sí o para otros. Es tan fácil ser fuerte con los débiles y débiles con los fuertes. Tan sencillo sentirse poderoso frente a los que nada tienen e imploran caridad cuando son tan merecedores del derecho de beneficiarse del Estado. En múltiples ocasiones, gente que ha entregado su vida a la cosa pública y vive muere en la indigencia, soporta el trago amargo de la indiferencia y la altanería de los que se lucran del erario y les lanzan migajas después de mucho implorarles. Gente que acude moribunda a hospitales a solicitar ayuda para medicamentos u operaciones y debe tragarse el orgullo y hasta la dignidad frente a los dueños de turno de las arcas públicas. A veces se traga hasta la más vil humillación y se va sin la ayuda. ¿Hasta cuándo? Jose Pimentel11:08 (hace 11 horas)para mí El poema pedagógico de Antón Makárenko HECTOR DOTEL MATOS Antón Seménovich Makárenko fue un pedagogo ruso, nacido el 13 de marzo de 1888, en la ciudad de Belopole, de la provincia de Járkov, en esos años capital de Ucrania. Tras el triunfo de la revolución rusa fundó las casas cooperativas para huérfanos de la guerra civil, destacando la Colonia Gorki; después fundó, auspiciado por Stalin, el municipio de Dzerjinski, donde trabajó hasta el fin de sus días. El periodo 1905-1917 fue decisivo para su formación como futuro maestro y como renovador de los viejos sistemas educativos. Makárenko se sintió cada vez más apegado al movimiento revolucionario obrero, empapándose en la lectura de las páginas más apasionantes de la literatura democrática: Chejov, Turgenev, Korolenko, Lermontov, Pushkin, Gogol y sobre todo, Gorki, su guía y maestro, al que conoció personalmente en 1928 y con el cual mantuvo una profunda amistad. Finalizó sus estudios en 1919, y fue nombrado director de una escuela en la ciudad de Poltava. Se dedicó especialmente a la reeducación de niños y jóvenes inadaptados. Su comienzo cardinal es que la educación es un proceso que se origina con esfuerzo y disciplina, y cuyo objetivo es el ejercicio de una socialización eficaz y productiva. El trabajo colectivo es el medio más idóneo para lograrla; solamente una sociedad que impone tareas significativas y exige esfuerzos en su elaboración, puede desarrollar las potencialidades de sus niños y jóvenes. No hay adolescentes malos o extraviados, simplemente no han tenido un buen condicionamiento social, afirma. Suministrar ese buen condicionamiento es el quehacer del educador, que no se cumple con fórmulas psicológicas, sino implantando un hábito social verdadero. Usó estos principios en la Colonia Gorki, internado para adolescentes descarriados y pequeños errabundos, donde miserablemente se manifestaron también sus discrepancias con algunos círculos pedagógicos, divergencias que condujeron en 1928 a la desavenencia de atañas y a su alejamiento de la colonia. De este hábito platica en su obra Poema pedagógico. La acción, cuyo designio se encumbra a 1925, está dividida en tres partes, divulgadas en el almanaque literario de Gorki L´anno diciassettesimo, entre 1934 y 1935. Su segunda obra, Banderas en las torres (Flagi na bashniach), de 1932, trata de la experiencia de la Comuna Zergiski, la segunda colonia que salvaguardó. En los postreros años de su vida se impuso en la dura batalla por el reconocimiento público de sus ideas, y accedió a cargos de gran compromis desde 1935 hasta 1937 fue vicedirector de la sección de las colonias obreras del Comisariado del pueblo para asuntos internos de Ucrania. Más tarde, se trasladó a Moscú, donde se dedicó vivamente a organizar programas educativos y a su actividad de escritor. Data de este periodo su Libro para los padres (Kniga dlia roditelei), escrito en cooperación con su esposa. Makárenko escribió profusas obras, entre las que destaca El Poema pedagógico, que no es sino una historia de la colonia Gorki. Fue un libro muy popular en la URSS, combinado inicialmente por tres volúmenes, y todavía forma parte del temario de estudio de nutridos planes universitarios conectados con el mundo de la escuela y la pedagogía. Gran profesor, tenía muchos conocimientos y sabía transmitirlos admirablemente; enseñaba a pensar y a razonar; y sin embargo, era rechazado por los niños. No comenzó a interesarse por la pedagogía hasta que, haciendo el balance de uno de los trimestres, decidió experimentar con los niños. Calculó la puntuación media de cada uno de sus alumnos y, en correspondencia con la puntuación lograda, distribuyó los espacios del primero al último. Enganchó la hoja de notas y, cuando el chico que ocupaba la última posición se vio en el tablón, el gurrumino entró en un profundo estado de tormento. El joven maestro percibió que para educar no sólo le hacía falta tener grandes conocimientos y ser un buen profesor, sino también vislumbrar las singularidades de la vida de cada estudiante, tener en cuenta sus fisonomías personales para influir en ellos. Durante esta etapa de su vida, en la cual da sus primeros pasos de la educación a la pedagogía, influyeron mucho los extraordinarios acontecimientos políticos de aquellos años: la revolución de 1905 tuvo una gran repercusión en todos los rincones de Rusia, haciendo despertar conciencias y llamando a la lucha contra la autocracia zarista. En Kriukov, Makárenko y otros profesores de la escuela estaban suscritos al periódico bolchevique Nóvaya Zhyzñ (“Nueva Vida”). Paulatinamente, se fue formando temas científicos, filosóficos, y cantaban himnos revolucionarios. Fundó una casa hogar para huérfanos. Para el centenario de la expulsión del ejército napoleónico de tierra rusa, preparó una diversión teatral, que no sólo entretuvo a la chiquillada del poblado, sino también a los adultos. En 1914 se abrió en Poltava el instituto Pedagógico, que preparaba maestros para las escuelas de enseñanza secundaria. Makárenko, quien nunca había abandonado la pasión por el estudio, envió a Poltava su solicitud y, aprobando excelentemente los exámenes de ingreso, se matriculo como estudiante. Ingresó en el instituto superior siendo un perfecto adulto, tenía ya 26 años y el único con experiencia con niños, empezó en el acto a estudiar intensa y metódicamente la pedagogía y la literatura histórica y filosófica. Una nueva etapa en la vida de este pedagogo, como en la de millones de personas, comenzó con la Revolución de octubre. A comienzos de 1918, Makárenko regresó a la misma escuela en la que había comenzado su labor pedagógica. La escuela ferroviaria de Kriúkov había sido transformada en escuela de enseñanza secundaria, nombrándose director de ella a Makárenko. Pero el ejército blanco había desatado la guerra civil contra los soviets, lo que le perjudicó al estar su pueblo atestado de elementos contrarrevolucionarios y ocupantes alemanes. En septiembre de 1920 le propusieron dirigir un centro para delincuentes juveniles, a lo que él accedió. El comienzo de su labor en el centro fue difícil. Cinco edificios de ladrillo le recibieron con un vacio total. En las habitaciones no había absolutamente nada: ventana y estufas, todo lo habían arrancado. Al cabo de dos meses, cuando uno de los edificios se hubo rehabilitado, llegaron a la colonia los primeros seis ocupantes, muchachos de 16 a 17 años que, aunque no ofendían a los pedagogos, simplemente, no reparaban tan siquiera en su presencia. Uno de estos primeros jóvenes no tardó en realizar un atraco donde asesinó a un hombre, y fue detenido en el propio centro. Sin saber cómo abordar a los residentes en el centro, Makárenko y sus pocos auxiliares recurrieron a los libros de pedagogía, en los que no encontraron respuestas claras a sus problemas. Uno de los muchachos, Zadórov, dio el motivo para que Makárenko emprendiera su última tentativa desesperada de hacerse con la situación. En respuesta a la invitación del director de que fuese a cortar leña, el joven contestó con despreocupación: Ve a cortarla tú mism sois muchos aquí. A propósito de esto, Makárenko escribe en su libro Poema Pedagógic Colérico y ofendido, llevado a la desesperación y al frenesí por todos los meses precedentes, me lancé sobre Zadórov. Le abofetee. Le abofeteé con tanta fuerza, que vaciló y fue a caer contra la estufa. Volví a golpearlo por segunda vez, y agarrándole por el cuello y levantándolo, le pegué una vez más. Esto fue, naturalmente, una salida violenta a las emociones; desde el punto de vista de muchos de los teóricos actuales, un absurdo pedagógico. Pero el caso es que el influjo emocional, precisamente, venció la indiferencia y el descaro de los cinco pobladores. Cogidos de improviso por esta explosión, los colonos reaccionaron tal y como se podía esperar de gentes salidas del mundo de la delincuencia: cedieron a la fuerza sin sentir humillación. Esta fue una especie de victoria general, del educador y de los muchachos, pero una victoria que aún necesitaba afianzarse, exigiéndose para ellos medidas de otra naturaleza. Pero, ¿Cuáles? Este problema hizo reflexionar a Makárenko y lo confundió. Ninguno de los métodos usados por sus contemporáneos parecían efectivos, por lo que la respuesta se imponía por sí misma: él también debía crear nuevos métodos de educación. Los contornos de sus nuevos métodos de educación ya se adivinaban en la experiencia del propio Makárenko. Para educar a todos a la vez, y no a cada uno por separado, debería tener la perspectiva necesaria. Debía organizar la vida de tal manera que los propios colonos fueran los que llevasen todo lo referente al centr los edificios, el plan de producción, la distribución de los ingresos, la disciplina…Ellos mismos deberían educarse unos a otros, exigir, subordinarse, respetarse, preocuparse y ayudarse mutuamente. El centro de menores no era una suma mecánica de individuos, sino un complejo social único, del cual se enorgullecen tanto los muchachos como los educadores: es lo que se llama colectividad. Las primeras soluciones teóricas estuvieron respaldadas por los hechos. En primer lugar, se intentó rescatar a los residentes de la pobreza y la necesidad. En marzo de 1921, el centro estaba poblado por unos 30 jóvenes, la mayoría hambrientos ycubiertos de harapos. Makárenko sabía que sus pupilos, por culpa de la necesidad y bajo diversos pretextos, iban regularmente a la ciudad cometiendo atracos. Pero comprendiendo que en los primeros momentos hubiera sido imposible prohibir esta forma de cubrir sus necesidades, evitaba, a sabiendas, cualquier tipo de referencia a los productos robados por los pobladores. Al mismo tiempo, comenzaron los robos dentro del centro. Desaparecieron del cajón de la mesa de Makárenko una cantidad de dinero que constituía el sueldo de seis meses para el resto de los educadores. En la reunión general, rogó que el ladrón devolviese el dinero, pues podría enfrentarse a una acusación de malversación. Tras la reunión, dos de los residentes en el centro le comunicaron en secreto que ellos sabían quien había tomado el dinero, pero que no se lo dirían, sino que intentarían convencerlo de que lo devolviera. A la mañana siguiente, el dinero apareció tirado en la cuadra. Dos días después, alguien destrozó la puerta de la despensa y sustrajo comida y aceite. Los muchachos no entendían como alguien de la propia colonia podía robar sus propias pertenencias. Con muchas dificultades a causa del racionamiento, los educadores lograron conseguir alimentos y los guardaron en la despensa de la colonia. Pero aquella misma noche toda desapareció de nuevo. Observando el trabajo de su educador, y compadeciéndose de él, los jóvenes empezaron a decir que estaban dispuestos a contratar guardias. Makárenko rechazó esto, pues no tenían medios económicos. Al fin encontraron al ladrón. Los educadores quedaron recompensados por todos sus esfuerzos para lograr unos intereses comunes. Había llegado, por fin, el momento de la reeducación Tras estos sucesos, Makárenko siguió desarrollando su innovadora pedagogía. Su idea principal era lograr un cambio en la conducta de sus tutelados, conseguir que la noción de lo que era mejor para la comunidad se adueñase definitivamente de los colonos y se convirtiere en el punto de partida de todo el trabajo educativo posterior. La lectura desempeñó un papel decisivo en la transformación de la conciencia de los muchachos. Se leía con avidez (como ya había hecho el propio Makárenko en su juventud) y se organizaban lecturas colectivas, en particular sobre Gorki, muy admirado por Makárenko. A los muchachos les asombraban más que nada sus novelas autobiográficas, con las que se sentían fuertemente identificados. La vida de Gorki-escribe Makárenko en Poema Pedagógico- pasó a formar parte de nuestra vida. Algunos de sus episodios llegaron a ser entre nosotros elementos de comparación, fundamentos para los motes, pancartas para las disputas y escalas para la medición de los valores humanos. El poema Pedagógico es una obra de estilo novelístico con la característica de que está basada en hechos reales y no de ficción como pueden presentar algunas novelas. Durante el siglo 20, en toda Europa, era difundido el “poema pedagógico” así como las enseñanzas de Makárenko, las cuales desde el punto de vista pedagógico se han convertido en un clásico universal.