Impacto socio económico de la inmigración ilegal haitiana

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El autor es politólogo y empresario. Reside en Nueva York.

Los siglos XX y XXI se han caracterizado por los grandes desplazamientos migratorios de seres humanos alrededor del planeta. Acontecen desplazamientos, no tan solo de humanos, sino también de los capitales, las mercancías, las imágenes, la música, las costumbres y los hábitos. Desplazamientos considerados imparables.

De acuerdo a las Naciones Unidas (1998), se calcula que más de 120 millones de personas viven fuera de sus países de origen. Los dominicanos no nos quedamos atrás, ya que tenemos más de dos millones de nuestros compatriotas residiendo en el extranjero, mayormente en Estados Unidos.

¿Qué motiva a los seres humanos a migrar de un punto del globo a otro?

Las motivaciones para partir siguen siendo las mismas: diferencia en los niveles de vida entre países, pobreza, búsqueda de mejores condiciones económicas y sociales, inestabilidad política, persecución religiosa, guerras, desastres naturales, etc.

En la medida que aumentan los movimientos migratorios, aumentan las medidas preventivas de los países receptores a recibir a trabajadores inmigrantes que, indudablemente, harían un gran impacto socio-económico y cultural en las sociedades receptoras.

Las fronteras se cierran y la fuerza pública interviene con mayor rigor. A menudo el desempleo creciente o las pobres expectativas sociales sirven de excusa para tratar controlar la inmigración.

Existen dos tipos de migraciones: la legal, que se hace a través de la búsqueda de una visa (de turista, de migración legal, de negocios, de estudiantes, de inversión, profesional, etc.) en un consulado del país de origen, visas expedidas de acuerdo a la capacidad de absorción de cada país.

Como sabemos, a finales del siglo XIX y principios del XX, muchos países con grandes territorios y poca población incentivaron la inmigración extranjera para aumentar su población (Argentina, Paraguay y Uruguay con la inmigración italiana, y Perú con los inmigrantes japoneses), estableciendo como prioridad el «Jus Solis» como requisito para obtener la ciudadanía de esos países.

La otra migración es la ilegal, que es simplemente la llegada de inmigrantes a los países receptores sin ser impeccionados y sin ninguna visa. También se pueden incluir los que, una vez expiradas sus visas, se quedan ilegalmente en dichos países.

Muchas de estas migraciones son dirigidas por grupos mafiosos internacionales o instigadas por gobiernos que buscan tener menor presión política y económica en sus respectivos países, o por gobiernos de países poderosos, como Estados Unidos, Canadá y Francia, que promueven la migración haitiana hacia Republica Dominicana para evitar que estos ciudadanos migren hacia sus territorios.

La migración ilegal tiene sus causas, pero al mismo tiempo sus consecuencias: Desunión familiar, violaciones sexuales, torturas, muertes, enfermedades, estrechés económica, depresión, cárcel y hasta guerras étnicas.

No obstante, la migración conlleva a un conjunto de patrones específicos en las relaciones e interacciones del migrante, distinto a los prevalecientes en sus países de origen.

El paso abrupto de un ambiente social y cultural a otro plantea serios problemas sobre la capacidad de adaptación, tanto individual como colectiva, del migrante.

Al indagar sobre los problemas sociales causados por la migración se encuentra que las medidas de integración adoptadas por los países receptores cumplen un papel básico, pero estas medidas variarán sus resultados dependiendo de las circunstancias de cada país y del volumen y tipo de los flujos migratorios: si son masculinos o femeninos, si la migración es temporal o permanente, legal o ilegal, laboral o no.

El fenómeno de la migración por razones de empleo temporal o de residencia permanente despliega impactos complejos y, por veces, contradictorios sobre la estructura social de los países emisores y receptores.

Al evaluar el impacto social de las migraciones en los países de origen es importante distinguir entre migración permanente y no permanente.

De la misma manera, el efecto de la migración de retorno difiere considerablemente en relación a: el tiempo de la estadía en el extranjero, el tipo de contacto general con la vida cultural y política del país receptor, las condiciones de trabajo, incluyendo si el migrante vivía con compatriotas o si estuvo completamente integrado a la cultura del país receptor.

Las situaciones causadas por esas migraciones requieren de la intervención y supervisión a nivel nacional e internacional sin que los países dejen de ejercer su soberanía para determinar quiénes son sus ciudadanos y nacionales apegados a sus constituciones y normas particulares.

Acciones semejantes son requeridas en la medida en que los migrantes inducen eventualmente problemas políticos, sociales y económicos en los países receptores.

Algunos problemas con efectos sobre las estructuras sociales de los países receptores incluyen:

-El incremento de la población con consecuentes efectos adversos sobre las instituciones sociales existentes

– Incremento en la demanda de bienes y servicios

– Desplazamiento del empleo de los nacionales (La Ley establece 80% mano de obra dominicana y 20% extranjera debidamente calificada) Ley que no la cumplen ni el gobierno dominicano ni los empresarios

– Incremento del sector informal

– Deterioro de las estructuras salariales en los sectores informal, rural y urbano

– Cambios en las costumbres y tradiciones mantenidas por las poblaciones locales

– La transculturización

– La presión causada por el ingreso de los hijos de inmigrantes en el sistema educativo

– La introducción de enfermedades endémicas y otros problemas sociales

-Gastos del presupuesto nacional para cubrir la educación y salud de los inmigrantes ilegales.

En la Republica Dominicana tenemos el gran dilema de una invasión pacifica de ciudadanos haitianos ilegales propiciada por sectores de los gobiernos de ambos países y planificada por Estados Unidos, Canadá y Francia, que a toda carrera quieren evitar la migración haitiana hacia sus territorios, por lo que propician la unificación de la isla Española para desligarse de su responsabilidad y compromiso de la desfalleciente nación llamada Haití.

Obviamente, esta invasión ha contado con el apoyo de los políticos de los partidos traiciónales dominicanos, incluyendo los líderes opositores Luis Abinader y Guillermo Moreno, que desde un principio se han opuesto a la Ley patriótica 168-13 para apoyar la ilegitima Ley 169-14 que viola nuestra Constitución, y así quieren ser elegidos presidentes de República Dominicana.

A parte de los políticos tradicionales que apoyan la invasión haitiana, tenemos también la prensa amarilla y mercurial, a través de sus representantes Juan Bolivar Diaz (Jean Bolivite), Marino Zapote, Nuria Piera, Álvaro Arvelo (la verborrea humana), las ONGs pagadas y los pedófilos jesuitas.

Lo irónico de esta tragedia que azota a nuestra patria es que quienes nos acusan de «racistas» por ejercer nuestro derecho soberano de determinar quiénes son nuestros ciudadanos y quienes deben vivir en nuestro país, aquellos que en nombre de los llamados «Derechos Humanos» pretenden haitianizar a la Republica Dominicana son los primeros violadores de los derechos humanos. Por ejemplo, en Estados Unidos diariamente mueren jóvenes negros a mano de policías blancos.

Irónico también es que en Haiti no existe el «Jus Solis», sino el «jus Sanguinis», y en cambio, quieren que se aplique en nuestra nación el «jus Solis» para que todos los hijos de las parturientas haitianas se conviertan en dominicanos, negándole al mismo tiempo la nacionalidad haitiana que le corresponde, de acuerdo al artículo 11 de la Constitución haitiana.

Necesitamos miles de ciudadanos como el profesor Manuel Núñez, que sientan orgullo de ser dominicanos y dispuestos a defender a nuestra patria de sus enemigos, dispuestos a combatir a todos esos políticos, legisladores, religiosos, falso comunicadores, traidores y corruptos cuya patria es un peso en el bolsillo.

A formar la nueva Trinitaria para rehacer una Nueva República Dominicana digna de llamarse una nación libre e independiente, como lo sonaron los padres de la patria, así como lo quisieron Luperón, los héroes del 14 de junio, las hermanas Mirabal, Manolo Tavares Justo, Caamaño y miles de dominicanos que murieron en defensa de la patria contra los invasores haitianos y norteamericanas. ¡! Patria o Muerte, venceremos!!

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