Cuando lo sorprendente es cotidiano y lo cotidiano sorprende

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EL AUTOR es estudiante de Derecho. Reside en Santo Domingo.

 

Que un funcionario público se robe cientos de millones de pesos, es algo del día a día, pero que un policía diga que gana un sueldo de miseria crea toda una conmoción.

Al parecer lo malo no es robar, ni violar leyes y derechos. Lo malo es quejarse; eso si que el sistema no lo perdona.

El joven raso denuncia que a los policías se les viola el derecho a la alimentación, a un salario justo, a la vivienda, a la dignidad. En respuesta lo meten preso y amenazan con cancelarlo. Por denunciar que le violan sus derechos, le violan más derechos.

Los malos no son los policías y militares que hacen negocios ilícitos, ni los oficiales que insultan y denigran a los subalternos; ni el gobierno que por un lado promueve salarios de lujo, y por el otro, salarios de miseria. ¡No! El malo es ese policía que se puso de “malcriado y desobediente” a decir la verdad.

Así mismo el gobierno reprime brutalmente a los que frente a la OISOE asumen el deber de velar por el correcto uso de los fondos públicos.

Este país está políticamente tan descompuesto que el que roba el dinero del pueblo es premiado, y el reclama derechos es castigado. Este sistema ha demostrado ser enemigo de los derechos y las libertades.

Lo más preocupante e indignante, es el descaro con que las autoridades censuran públicamente la conducta de ese valiente y digno policía; y como en lugar de excusarse por el abuso frente a la OISOE, lo justifican torpemente. Se han creído que los dominicanos somos unos estúpidos. Nos violan los derechos y se sienten con el “derecho” de hacerlo.

Asumamos la valentía de enfrentar el cáncer que amenaza nuestros derechos, nuestras libertades, nuestra felicidad. Más vale un día de pié que cien años de rodillas. Si la vida es el precio por la dignidad, hay que estar dispuestos a pagarlo.

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