Crítica de cine: «Thor: Ragnarok»
Es una verdadera sorpresa que esta película, «Thor: Ragnarok», nos haga olvidar aquellas horas perdidas que las primeras entregas nos habían regalado con tanto entusiasmo, sobre todo porque su director, el neozelandés Taika Waititi («Hunt for the Wilderpeople»), colorea la oscuridad de esas predecesoras con una secuela que podría hacer reír hasta a los muertos. Y como no se toma nada en serio, por eso funciona. Ha logrado que el nuevo viaje de Thor sea una aventura espacial al estilo de “Guardians of the Galaxy”, pero con una identidad propia que podría causar envidia.
El señor Waititi ha conseguido que la tercera película del afamado dios del trueno sea la más divertida de la franquicia, principalmente porque no titubea para burlarse de la cultura pop y de los clichés de las cintas de los superhéroes. Asimismo, rechaza caer en la trampa de la predictibilidad, favoreciendo que la trama, la acción y los personajes tengan dinamismo durante una travesía de dos horas.
La primera escena nos confirma que Thor (Chris Hemsworth) ahora es más chistoso, pues se halla atrapado en la jaula de un calabozo infernal y decide mofarse de un tal Surtur (voz de Taika Waititi). Ha sido capturado por haber estado buscando una de las Gemas del Infinito, pero sin muchos resultados. Una vez que escapa de la celda para patearle el trasero a Surtur con su mítico martillo [Mjolnir], se entera de que será partícipe de la profecía del Ragnarök (el fin de Asgard) y no hay nada que pueda hacer para impedirlo.
De vuelta en el reino de Asgard, Thor se encuentra con su hermano desaparecido, Loki (Tom Hiddleston). Juntos olvidan sus diferencias y deciden ver a Odín, quien está vacacionando en la Tierra. Conversan con él. Y justo en medio del sermón del apocalipsis, se aparece Hela (Cate Blanchett), quien resulta ser la hermana mayor de Thor que su padre, Odín, había encerrado porque anhelaba controlarlo todo. Se enfrentan a ella, pero escapan sin poder derrotarla. Hela, diosa invencible y de presencia amenazadora, tiene la tarea de recuperar el trono heredado; pero Thor, aliándose con Loki, la borrachina Valkyrie (Tessa Thompson) y Bruce Banner/Hulk (Mark Ruffalo) planea impedirlo desde un planeta remoto.
Las motivaciones de los personajes se construyen con los subterfugios del género de superhéroes, pero la forma en la que se desarrollan algunas de sus acciones hace que la trama tenga cohesión. Aunque el propósito de Thor es proteger el reino de Asgard, padece una crisis de identidad que se intensifica en su recorrido para combatir a Hela. Hulk, ahora tiene conciencia y habla, y regresa a la personalidad de Bruce Banner cuando se manifiestan sus sentimientos. Hela, como antagonista, se siente orgullosa de su megalomanía, pues solo desea reinar en Asgard y destruir los nueve reinos.
En el universo de Thor, los conflictos que surgen siempre se desatan por unas disputas familiares que se resuelven a martillazos. Pero Waititi no quiere eso. Presenta un Thor más vulnerable y con dotes para la comedia. Su película es colorida, enérgica, repleta de chistes y situaciones inesperadas. Suelta pistas de una posible atracción entre Valkyrie y Thor. Empodera el rol de la mujer con una gran villana interpretada por Cate Blanchett. Y la inclusión de Hulk, que bien puede ser una referencia al cómic de «Planet Hulk», logra que la trama se sienta más dinámica, especialmente durante la espectacular secuencia en el coliseo de gladiadores.
La ligereza de Waititi ha rescatado a Thor de las tinieblas del aburrimiento, sacándolo de las profundidades hacia la luz del entretenimiento. Su filme imprime una comicidad que nunca llega a la autoparodia, posee buenas escenas de acción y los usuales guiños de Marvel. Necesitamos, urgentemente, que vuelva para una secuela.
of-am
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