Una oportunidad para Haití

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HAITI.- Es un dato triste, pero decidor: cuando algunos cruceros recalan en las costas de Haití, no dicen que están en Haití sino en La Española. Y aunque técnicamente están en lo correcto (la isla que lleva ese nombre contiene dos estados: Haití y República Dominicana), es una manera sutil de evadir las sensibilidades de los pasajeros, y así no terminen relacionando aquellas playas paradisíacas con la pobreza y tragedias del maltrecho país. Pero Haití, la nación más pobre de América, alguna vez sí fue un destino turístico apetecido. En los años 70, una buena cantidad de visitantes llegaba hasta sus playas, tanto así que el lado occidental de La Española era conocido como “la perla de las Antillas” en desmedro de la vecina República Dominicana, azotada por dictaduras y caudillos. Tal era su fama, que era habitual que aquí vinieran buscando relajo celebridades como Mick Jagger, el escritor Graham Greene o unos jóvenes Bill y Hillary Clinton que llegaron ahí de luna de miel. Pero con los años la moneda se dio vuelta, y la llegada al poder de “Papa Doc” Duvalier -y posteriormente de su hijo “Baby Doc”- cambiaron la realidad y la imagen de Haití. República Dominicana se abrió al turismo y Haití cayó en la más absoluta miseria. El terremoto de 2010 acentúo aún más sus problemas. Sin embargo, cuatro años después de la tragedia -que dejó 150 mil muertos y a más de un millón y medio de personas sin hogar-, Haití busca la manera de levantarse. El “caso haitiano” fue uno de los ejemplos expuestos en Lima en el reciente Foro de las Américas de la WTTC (Consejo Mundial de Viajes y Turismo, por sus siglas en inglés) como uno de los modelos a destacar: el país está desarrollando un plan maestro para convertirse en un destino de lujo. Y los primeros resultados ya están a la vista. “Actualmente, hemos conseguido que el 30% de los ingresos del país provengan del turismo”, dijo orgullosa en la ocasión Stephanie Balmir Villedrouin, ministra de Turismo de Haití. Desde el terremoto de 2010, se han habilitado cuatro aeropuertos, se han reconstruido más de 700 km de carreteras y el país se ha abierto a los hoteles, que ha aumentado en un 45%. Las cadenas Marriot y Hilton arribarán en 2015 y 2016, respectivamente. En agosto de este año, se abrió la primera oficina turística fuera del país, ubicada en Santo Domingo, la capital dominicana, para animar a los visitantes a cruzar la frontera. Para Eugenio Yunis, vicepresidente de la Federación de Empresas Turísticas de Chile (Fedetur), los pasos que está siguiendo Haití son una fórmula aplicable a todos los países de escasos recursos. “El turismo es una actividad que genera mucho empleo. Y es empleo no tan tecnificado. Mucamas, barmans, camareros que con pequeñas capacitaciones pueden comenzar a trabajar”, comenta, y luego agrega: “Todos los países, sean pobres o ricos, tienen algún tipo de atractivo turístico. Naturaleza, arqueología, culturas indígenas, lo importante es que ese potencial sea desarrollado con políticas de Estado en conjunto con la inversión privada”. Según cifras de Trivago.cl, los principales turistas interesados en visitar Haití provienen de Estados Unidos y Canadá. En Ile-à-Vache (Isla de Vaches en español), los locales repiten majaderamente lo mismo a los visitantes que se dejan caer: “Aquí no es como el resto de Haití. Siempre está tranquilo”. Los 10,5 kilómetros que la separan de las costas haitianas permitieron que esta pequeña isla de 13 km de largo por tres de ancho, se mantuviera al margen de los problemas del país. Hasta hace poco, la descripción de un día normal estaba cargada de imágenes suculentas para cualquier cronista de viajes: niños jugando en la playa, pescadores preparando sus viejas embarcaciones, atardeceres en playas desiertas. Ningún turista a la vista. Tampoco autos ni ruido. Sin embargo, desde 2012, la paz de Ile-à-Vache se ha visto interrumpida, por lo menos de vez en cuando. Bill Clinton, quien quedó tanto o más enamorado de Haití que de Hillary en la luna de miel y ha participado en los esfuerzos por la reconstrucción, llegó hasta ahí. El presidente del país, Michel Martelly, también. Todo como parte del plan de gobierno que quiere convertir el lugar en piedra angular del turismo haitiano. Actualmente, la isla cuenta con dos hoteles, pero la tentación que genera tanta naturaleza intacta es fuerte. La construcción de más de mil doscientas nuevas habitaciones, carreteras, una cancha de golf, luz eléctrica y hasta un aeropuerto, están dentro del proyecto. Los isleños, ajenos a estas hojas de ruta rimbombantes, miran aún con recelo este plan de desarrollo que va a costar 250 millones de dólares. Pero les guste o no, la idea es poner a Ile-à-Vache como un destino de turismo sustentable, estilo de Turcos y Caicos. A este proyecto se suman otras zonas de la costa suroeste de Haití, como Côtes-de-Fer, donde el dominicano Grupo Puntacana desarrollará infraestructura turística en una playa de 26 kilómetros de largo y Jacmel, que es uno de los balnearios más célebres que el país tiene para ofrecer. Por ahora, este último cuenta con unos cuantos hoteles y reina la pobreza, como en la mayoría de Haití, pero la idea es aprovechar más el encanto colonial de su arquitectura francesa y su ubicación, al lado de algunas playas de arenas blancas y aguas turquesa. Las antiguas mansiones de la ciudad, aunque claramente más descuidadas, recuerdan a la afrancesada Nueva Orleans estadounidense. De hecho, Jacmel, a pesar de haber sufrido algunos daños severos del terremoto de 2010, ha sido aceptada provisionalmente como sitio Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. A eso hay que sumar las playas ya posicionadas por las recaladas de cruceros, como Labadee, rodeada de arrecifes de coral que la hacen muy atractiva para los aficionados al buceo y donde suelen parar los barcos de Royal Caribbean, y otras como Kyona, Ca-Ira e Isla Tortuga, que aún se mantienen prácticamente desiertas. Haití fue la segunda nación de América en obtener la independencia después de Estados Unidos, y la única que lo hizo a través de una revolución de los esclavos. Eso es parte primordial de la historia del continente, pero es menos difundido qué pasó después con la incipiente nación. Hoy, unos cuantos turistas visitan la que es una de las postales más impresionantes, pero a la vez desconocidas de Haití. El complejo, en conjunto con La Citadelle Laferrière, situada en los alrededores, conforman la que es nada menos que la fortaleza más grande de todo América. El “Versalles del Caribe”, como algunos la llaman, que para el gobierno es la llave para abrir una ruta de turismo histórico. Las piedras de sus muros están pegadas con una mezcla hecha con melaza y sangre de vacas y cabras, que, según la religión vudú, ofrecen poder y protección. Al igual que el muro que rodea a la fortaleza, el misterio y secretismo del vudú es un aura que está alrededor de todo en Haití. Incluso del turismo. La religión, a la que se le atribuyen ritos para hacer de los muertos vivientes o para infligirle dolor a una persona a través de muñecos “cargados” de magia, llegó a la isla con los esclavos desde África, y también quiere convertirse en parte de los encantos haitianos. “¿Ustedes saben a cuánta gente le gustaría venir a Haití para conocer qué es el vudú?”, preguntó el propio presidente Martelly. En Jacmel creen que a muchas y ya hay rituales abiertos a extranjeros curiosos. Esta naciente opción de inmersión cultural en la ciudad de Haití pone más énfasis en la espectacularidad que la “efectividad” de los rituales vudú. Danza, trance y sangre para impactar y asustar. FUENTE: tendencias

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