Una ojeada a la violencia

Los sucesos acaecidos en el reciente celebrado congreso elector del Partido de la Liberación Dominicana el 13 de diciembre del 2015, donde ocurrieron hechos bochornosos, como son el robo de urnas, la muerte de dos dirigentes y el impedimento de que algunos miembros no pudieron votar,  representan una estocada a la democracia partidaria en la República Dominicana y un deterioro de los principios que forjaron ese partido, sumado estos al asesinato de tres personas por ajustes de cuentas.

Aparentemente vivimos momentos de desenfreno y desesperación y, el reciente asesinato de Juan de Los Santos le puso la tapa al pomo. Era una persona honesta, trabajadora, administrador, poseedor de gran liderazgo político. Esos acontecimientos que segaron la vida a tres hombres y dejaron en la orfandad sus hijos, son el producto de la descomposición social y moral  que está viviendo nuestra sociedad de hoy.

Hoy las madres  lloran desconsoladas por la pérdida de sus esposos, los hijos lloran por la pérdida de sus padres. Ellos inocentes se ven envueltos en una nebulosa escena de maldad e indiferencia, con secuela  de enemistades y de odio que ha sembrado la chispa de la violencia, la desesperación y su futuro se torna incierto porque le han quitado un pedazo de sus corazones, que palpitan sin cesar con el dolor de la desolación y muerte.

Es que para esas familias no habrá consolación, no habrá paz.  Se ha esfumado la navidad, ya no habrá cena, no habrá el brindis de navidad, no estarán presentes al concluir este año y en el comienzo del que viene, no habrá celebraciones de reyes porque la soberbia y el irrespeto a la vida se han llevado en un momento de tinieblas,  las vidas hermosas de sus padres. Solo Dios podrá dar consolación en su sufrimiento y suplir el aliento en su ausencia.

Los hechos ocurridos son alarmantes y la ira cobarde batió  y se apoderó de la mente de un ser que parece estar perturbada por la rabia incontenible de la desesperación, sin pensar por un momento que atentaba contra la vida de un ser cuyas facultades estaban al servicio del bien común y que sus valores cumplían con una promesa de sacar la gente de la pobreza  y hacerla cada día más feliz.

Parece que la impotencia se ha apoderado del sentido común, y vemos que los jóvenes de hoy no cultivan el sentido de respeto, solidaridad y amor a sus padres, sus abuelos ni al prójimo. Y el sistema de valores en vez de avanzar parece que retrocede.

Hoy no quiero escribir porque hace tiempo vengo escribiendo y alertando sobre la falta de conocimiento de las leyes y normas que regulan la vida en sociedad, sobre la falla de las autoridades en hacer que se cumplan con las leyes. La permisidad y la indiferencia con que ciertas  autoridades aplican las leyes. La falta de educación y la formación de los niños en las escuelas, ya no respetan a nadie. Esa es una tarea que hay que trabajarla.

Hoy no quiero escribir porque creo que la sociedad está harta de protestar, de solicitar para que se implementen políticas públicas que vayan a fortalecer la seguridad ciudadana, evitar el incremento del narcotráfico, del contrabando de mercancías y personas. el robo, el desempleo y los altos niveles de corrupción, el amiguismo y populismo que son las principales causas de la violencia y la inseguridad.

Hoy no quiero escribir porque tristemente estamos de luto porque tres hombres han dejado de vivir por la soberbia y la insensatez de quererlo todo, a todo costo y sin importar nada. Sin respetar la vida de las personas se ha cometido un crimen que da mal ejemplo a los ciudadanos y sobre los cuales debemos reflexionar sobe que hay que respetar la vida de las personas,  que es  lo más valioso que tenemos.

Hoy no quiero escribir porque no quiero excederme en mis súplicas llenas de melancolía y la tristeza que hoy envuelven nuestros corazones porque se han ido a destiempo las almas que darían la alegría y amor en esta navidad a sus seres queridos y que en un arranque de ira y de celo fueron cegadas sus vidas, de manera repentina e inmisericorde.

Hoy solo quiero decir,  que los seres humanos son finitos sus días en la tierra y que el corto tiempo que tenemos para vivir debemos usarlo para ayudar a preservar vidas no a quitarlas, porque nadie tiene el derecho de quitar la vida a ningún ser humano, porque sabemos que solo Dios es dueño de nuestras  vidas.

 

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