OPINION: Una comunidad que entendió

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EL AUTOR es un maestro retirado. Reside en Nueva York.

Suficiente bulla se ha hecho ya en torno al triunfo de Adriano Espaillat en las primarias del Partido Demócrata, quien sin duda no cabe en sí mismo por el orgullo de ese casi improbable triunfo. Y no es para menos. Derrotar al apadrinado de un incumbente con más de 45 años en el puesto no es tarea de muchachos. Fue realmente una victoria monumental así como un momento de gloria para nuestra comunidad.
Sin lugar a dudas Adriano es el hombre del momento. Su figura tuvo una incidencia determinante en la contienda. Sin embargo, la comunidad dominicana en su conjunto fue la verdadera  protagonista del evento. La comunidad en general, compuesta por varios estamentos de electores fue la responsable del resultado de las elecciones. Entre estos grupos están los votantes que regularmente ejercen el derecho al sufragio de una manera casi religiosa y que son mayormente demócratas por orden social y económico.
Otro grupo es el  de los votantes que sólo votan en las elecciones generales y que, debido a la adrenalina que generó la intempestiva importancia del momento, despertaron el 28 de junio con ganas de enfrentar el ataque frontal de la llamada “maquinaria”. A este grupo también  pertenecen los que argumentan que todos los políticos son unos sinvergüenzas y ladrones, pero que, en una interesante disyuntiva, decidieron votar, quizás por no quedarse fuera del movimiento que ellos notaban en el ambiente ese día, y quisieron estar en la esquina de los triunfadores.
Finalmente hay que mencionar el grupo  de los desafectos que se había granjeado gratuitamente el candidato y que, en parte, fueron responsables de las anteriores derrotas de Adriano contra Rangel, y quienes olvidaron las rencillas pasadas y decidieron que el objetivo común era más importante que los resentimientos personales del pasado y en cierta forma pacificaron sus posiciones ideológicas y decidieron apoyar al candidato no sólo con su voto, sino también con su tiempo y dinero.
Todas estas razones  nos hacen pensar que por fin nuestra comunidad se puso “los pantalones largos”. Nuestra comunidad salió a votar masivamente el día en que sus votos contaron contra una  maquinaria que nos ha mantenido marginados. El letargo  y la falta de motivación cesaron el 28 de junio, y el mito de nuestra incapacidad para elegir también desapareció,  junto con la teoría de que el dominicano no vota.
Sólo falta que este hecho histórico se haga compulsivo y visceral para impulsar las candidaturas de tres mujeres que verdaderamente representan los valores e intereses nuestros, ellas son: Marisol Alcántara, Carmen de la Rosa y Hillary Clinton. Adriano necesita usar estratégicamente su renovado liderazgo para orquestar una campaña que le permita a estas dos jóvenes de la comunidad triunfar en su empeño de lograr dos candidaturas exitosas en las primarias estatales y hacer que la candidata a la presidencia tenga una victoria que abochorne al candidato republicano en nuestra área. Necesitamos el liderazgo de nuestras mujeres. Y para eso Adriano tiene que jugar un papel fundamental junto a su comunidad.
Ahora esperamos que esa recién descubierta capacidad sea repetitiva e iterativa. No obstante, tenemos que actuar con cautela y mucho cuidado. En mi primer artículo de junio me deshice en elogios sobre la confraternidad domínico-boricua, especialmente la referente  al reverendo Rubén Díaz, la cual tiene su justificación. En el pasado, el reverendo ha admitido públicamente que quienes lo eligen son los votantes dominicanos. Él fue operado de la columna vertebral, y no bien salió del hospital, vino a nuestra comunidad en silla de ruedas a brindarle su apoyo a nuestro candidato. Esa es una verdadera relación de hermandad. Sin embargo, su hijo, el presidente del condado de El Bronx debe hacer una profunda reflexión y un acto de contrición sobre su relación con nuestra comunidad, porque la lucha de nuestros políticos debe ser para representar a todos sus constituyentes y el hecho de Rubén Díaz Jr. tomar partido contra los deseos de nuestra comunidad fue un acto de traición. Él muy bien sabe que junto a la comunidad puertorriqueña, la dominicana es la que más contribuye a mantenerlo en la posición política que tiene, y que él no se debe contar entre los que nos ataquen en nuestro propio patio, porque la comunidad dominicana no va a tolerar esos jueguitos aparentemente inocentes. Nosotros, como grupo, debemos establecer un régimen de consecuencias para los que nos quieren coger de zoquetes.  Y no podemos aceptar pretextos ni escusas ni de nuestros propios hermanos.
Aunque debemos poner sobre aviso a quienes no nos respetan, este no es un momento para controversias ni disputas, sino  para celebrar, porque el “bombazo”  dominicano llegó hasta la Convención Demócrata en Filadelfia, y obligó a los “convencionantes” a darle un espacio a  nuestra comunidad, que por fin está consciente de lo que puede lograr cuando vota unida, y persigue un propósito común.
Entendimos por fin la dinámica de la política norteamericana en un acto de superación sin precedentes. Nuestro próximo objetivo es elegir tres mujeres. Tres valiosas artesanas del trabajo y el servicio social, a quienes debemos apoyar para que sus victorias sean contundentes y aplastantes.
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