Un encuentro con Zapete

¿Qué podríamos tener en común Marino Zapete y yo, para que acudiera apresuradamente a un encuentro con el controvertido periodista de República Dominicana?
 
 
Parecería una interrogante rebuscada o traída de los cabellos como dicen algunos. Sin embargo, entiendo que encontrarme con Zapete, el pasado domingo  21 de diciembre en el restaurant 809 de la ciudad de Nueva York, no entrañó reunirme con raíces filiales, pero, sí buscar un punto de afinidad  que trasciende la actividad periodística y la simple curiosidad.
 
 
En Zapete no veo al  individuo que potencialmente todavía cuestiona  el sistema y coincide con posiciones izquierdistas.
 
 
No; luego de décadas de mi erróneo y absurdo extrañamiento, comunicarme con Zapete, entrevistarlo, o simplemente saludarlo rezuma en palpar la solidaridad de una estirpe de periodista casi en extinción, que contra todas las denostaciones, insultos y escarnios, defiende a los desesperanzados de República Dominicana y, más que arrojo y valor, sus disensiones, en estos tiempos aciagos, devienen en un irrefutable virtuosismo.
 
 
Al margen de aristas profesionales y activismo en el periodismo, constituye cuasi un hito el que desde  la década de los 80s y partiendo yo en 1992 hacia esta urbe, todavía Zapete, más remozado como profesional, contra  todo y todos en República Dominicana, mantenga la coherencia  (traición y  antipatriotismo para ciertos sectores), de mantener  lo  inmarcesible ante lo que entiende, son abominables inequidades.
 
 
Considero que este último juicio- como entienden los que se excusan para conservar ciertas abyecciones y actitudes ancilares-, de ningún modo se corresponde con una simple cultura de la miseria. No se trata de eso, es asunto de mantener  una solidaridad con los excluidos  que, aún con los vórtices de variopintos tornados políticos, en nada ha sido alterada.
 
 
Me atrevo a asumir el  atrevimiento de identificar a Zapete como colega, y  viceversa. Esto lo afinco en el hecho de  que (perdón por incluirme en este detalle), no hemos negociado el compromiso  de  defender nuestro hontanar.  Porque el que no posee fortuna alguna, por lo menos, debe conservar  la coherencia que ha marcado su existencia. 
 
 
Por ejemplo, el estar de acuerdo con que efectivamente se regule la migración haitiana, y disentir en lo arbitrario de desnacionalizar  no sólo a obreros, sino a estudiantes, periodistas abogados y profesionales diversos, descendientes de haitianos, pero nacidos en la República Dominicana; es una actitud de legítima aquiescencia  para con  quienes también consideramos tan dominicanos como el que más. Porque, al margen de lo político, hace poco o más de cinco siglos que nuestra pureza racial se difuminó
 
 
Y esto  no tiene que ver con simpatías político-partidarias. Para militar, pertenecer o colaborar  con  un gobierno, cual que sea su tendencia, no hay que tornarse prepotente ni desairar a los “descamisados”.  Se puede defender  el sostén de un trabajo político o simplemente conciliar con los intereses de la clase dominante, sin los extremismos de la prosternación que genera pavor  y lástima. En definitiva, es posible armonizar  el decoro y la justicia aún con el  disfrute de las mieles del poder.
 
 
Una pregunta para Zapete.
 
 
A pesar de estas coincidencias con respecto a la presencia de Zapete en Nueva York, tal vez fui el que formulo la pregunta más comprometedora a nuestro visitante. Le solicité  explicarme cómo, con su trayectoria periodística, alguna vez sirvió como relacionista público de la Policía Nacional.
 
 
Aunque todavía no entiendo porque-tal vez fue un simple argumento de introducción-, Zapete respondió al escenario del restaurant 809, que sabía de esa inquietud, aun cuando yo no la había hecho pública.
 
 
El veterano periodista dio una respuesta extendida, pero  satisfizo a los presentes.  Cumplí con mis principios de anteponer  lo periodístico por encima de todo y, al mismo tiempo quise dejar constancia de que, como periodista, sólo hice de vocero ante la interrogante de otros neoyorquinos.
 
 
A Marino Zapete se le formularon varias interrogantes. Sus respuestas confirmaron algunos inconvenientes  del presente. Ciertamente varios periodistas que disienten de las iniciativas políticas de los gobiernos de derecha en esta coyuntura histórica, han sido acosados como en los mejores tiempos del  balaguerato. El asunto no sólo se circunscribe  al partido en el poder, el de la Liberación Dominicana (PLD.
 
 
Aunque el acto se inició con la intervención brusca de un desaprensivo que le vociferó “traidor” a Zapete sólo por él estar en desacuerdo con la desnacionalización de dominicanos con ascendencia haitiana; el encuentro fue placentero y de verdadera camaradería entre los circunstantes.
 
 
Quiero aprovechar  la oportunidad para señalar que en ningún momento se agredió a nadie. Me refiero a ello, porque alguien, tal vez en una actitud dirigida, y malintencionada, comentó en  las redes  sociales  que se había agredido a la persona que lanzó improperios contra Zapete. Falso; esa persona fue escoltada e invitada a desalojar  tranquilamente la segunda planta del 809, en donde se celebró el encuentro.
 
 
Tal vez si un opositor hubiera actuado de igual forma en un contertulio de peledeístas enquistados en el poder, ese individuo habría rodado por las escaleras, y nadie se imagina con qué consecuencias. Ya  se sabe de contundentes acciones de fanáticos  paleros.
 
 
Por último quiero aclarar que el acto fue nutrido y no hizo falta nadie.  A excepción de algunos que por desinformación, tener  inconvenientes  y algunos compromisos, no asistieron al encuentro.  Fue notoria la ausencia de algunos periodistas y comunicadores que siempre están en todas menos en misa, como dice el pueblo.
 
 
De esto se desprenden varias lecturas: algunas clientelas del partido de turno, no toleran las disidencias. Pero sobre todo, compruebo una vez más que también en Nueva  York hay  periodistas que no saben sortear sus necesidades y en esa incapacidad, no enarbolan lo discrecional,  valiente,  digno y deontológico de un periodismo vertical.
 
 
Realmente, ciertos atisbos  gubernamentales,  el clientelismo político y el transfuguismo, han logrado colocar en relieve a quienes  son los faltos de reciedumbre  profesional, además de enfilarlos hacia una abyección que raya en lo sumiso y ridículo. 
 
 
Como he dicho en otras ocasiones, por su incoherencia, y necesidades  de ostensibles bienes y placeres, en República Dominicana hay gente que es capaz hasta de negar sus orígenes. Y esta gente a veces  proviene de lugares  recónditos. Y lo  recóndito, no necesariamente tiene que corresponderse con el abandonado y denominado “profundo sur’

 

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