!Un aplauso a Colombia y Uribe Vélez!
El pasado domingo 2 del mes en curso se llevó a cabo en Colombia el «Plebiscito por la paz» para rechazar o apoyar el acuerdo el cese al fuego firmado entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos Calderón y las guerrillas asesinas y narcotraficantes de las Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia (FARC), representada en la mesa de negociaciones por el criminal guerrillero y máximo líder Rodrigo Londoño Echeverri (a) «Timochenko».
El solo hecho de haberse celebrado en La Habana, Cuba, los acuerdos entre el gobierno de Colombia y las FARC, bajo la férula de la dictadura castrista, régimen promotor por excelencia en la época de la Guerra Fría del auge guerrillero en toda la América Latina, era un motivo más que suficiente para desconfiar de este pacto que, a la luz de los hechos acordados, beneficiaría de manera generosa a una de las guerrillas más crueles y sanguinaria de la región.
Si bien es cierto que la Patria de Antonio José de Narño Bernardo, es merecedora de una paz estable después de cinco décadas de una guerra fratricida, no es menos cierto que la misma debe obtenerse con decoro, dignidad y nobleza. Lo acordado por el presidente Juan Manuel Santos Calderón con el criminal «Timochenko», era un acto de sumisión, de indignidad, de darlo todo a cambio de nada y de promesas que no se van a cumplir y menos de una guerrilla comunistas sin principios ni ética.
En este tipo de «acuerdos o negociaciones», los hermanos Castro son unos expertos. Basta con ver la manera en que se han servido con la cuchara grande y a cambio de nada con la reanudación de las relaciones entre los Estados Unidos y su régimen tiránico y opresivo en Cuba. Han obtenido de todo por parte del timorato y entreguista Barack Hussein Obama II Dunham y su represión en contra de los disidentes ha aumentado y nada ha cambiado ni cambiará en la isla.
Un engaño blindado
Muchos pensarán que los que se oponen a este acuerdo y votaron por el «NO» son reacios a la paz y no desean lo mejor para su nación. El problema no estriba en el objetivo, sino en la forma para alcanzarlo y en la manera como se premia a una organización criminal, que se ha lucrado con el dolor y la tragedia de toda una nación. Ese es el meollo del problema y la razón por la cual el pueblo colombiano rechazó de manera libérrima ese acuerdo nocivo para la institucionalidad de Colombia.
Antes de redactar esta humilde opinión, estuve leyendo con sumo interés el «acuerdo» que consta de unas 297 páginas y, confieso que dejé de leerlo hasta el final, porque bastó observar algunas de las condiciones establecidas en La Habana, para darme cuenta que esto era una barbaridad incuestionable, que amarraba la vida democrática de Colombia y ataba de manos al gobierno que fuere. Sencillamente, una aberración política, asquerosa e inmoral, como están acostumbrado hacer los hermanos Castro de Cuba.
Veamos algunos articulados a grosso modo del «acuerdo» entre el gobierno colombiano y las FARC que pendía como una espada de Damocles sobre la vida de todos los colombianos y la propia estructura del Estado.
1.- Estos guerrilleros criminales y sus líderes, estarían eximidos de pagar con cárcel los delitos cometidos durante 52 años de lucha. Total impunidad a sus crímenes.
2.- Ocuparían de manera graciosa y directa 26 asientos en el Congreso sin que en ello mediara el voto del pueblo colombiano
3.- Un (1) canal de televisión más 31 emisoras de radio para la «difusión» de su programa político e ideológico
4.- Un presupuesto oneroso para la sustentación de su integración a la vida política del país, obviamente, pagado con el dinero de los contribuyentes colombianos
5.- 31 zonas de dominio territorial con un total de diez (10) millones de hectáreas sembradas a su disposición, lo que significa que seguirán sembrando drogas para su exportación y generar más fortuna de las que tienen.
6.- Toda las área ocupadas (que serán sembrada de coca y marihuana), estarán exenta de fumigaciones aéreas, bombardeos a los campamentos cocaleros y se prohibirá la extradición de narcotraficantes.
O sea, como se puede vislumbrar, sería un narcoestado dentro de la propia Colombia, cuyas instituciones civiles y militares no tendrían injerencia alguna en esa zona excluida para la guerrilla. Esto vendría a ser una especie de otro «Tratado de Letrán» como el firmado entre el papa Pio XI y Benito Mussolini el 11 de febrero de 1929, en donde se reconoció a la Santa Sede como un estado soberano e independiente dentro de la misma Italia.
La figura egregia del «NO»
Si había en toda Colombia un ciudadano que estaba pendiente a lo que se estaba «cocinando» en La Habana, con la complicidad de Juan Manuel Santos Calderón, el timorato y entreguista Barack Hussein Obama II Dunham y el lobo feroz de Roma disfrazado de blanca oveja, el papa Francisco, sin luga a dudas que ha sido el expresidente colombiano Dr. Alvaro Uribe Vélez.
Desde que se inició este proceso entreguista entre e gobierno y las narcoguerrillas de las FARC, el Dr. Uribe Vélez tuvo la voz cantante en torno a los peligros a que estaba expuesta Colombia con estas negociaciones, iniciando una campaña de información de lo que realmente se gestaba para acceder a la paz, pero obviamente, de una manera muy pírrica.
Su labor fue titánica a lo largo del proceso y ya, cuando se concluyó el mismo, en donde el gobierno, los Castro y la narcoguerrillas pensaba que ya el palo estaba dado después de todos los actos protocolares que hicieron, su campaña dio los frutos deseados y el resultado ha sido una victoria incuestionable.
La prisa del presidente José Manuel Santos Calderón por hacer realidad los acuerdos firmados por su gobiero y las FARC fue ta evidente, que invitó a varios presidentes a la firma del «acuerdo» el cual firmó con el famoso «balígrafo», para la «celebración», pero se le olvidó llevar el bizcocho, los refrescos y, sobre todo, contar con el homenajeado principal: el pueblo colombiano.
Como ciudadano amante de la democracia y hermano del valeroso pueblo colombiano, solo me resta darle las gracias a ese digno pueblo que supo votar de una manera patriótica y, en especial, al expresidente Dr. Alvaro Uribe Vélez, por convertirse en el símbolo de la negación a esta basura de «acuerdo por la paz» que sustento el traidor Juan Manuel Santos Calderón.
jpm