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Tiempo, espacio y eternidad
Es difícil comprender un lugar sin tiempo y sin espacio. No podemos imaginar la vida bajo tales condiciones, pues nuestra mente esta habituada a ubicar todo dentro de un tiempo y un espacio, y su pensamiento gira en torno a esa lógica.
La eternidad, que es la promesa de Jesús, se refiere precisamente a eso, un lugar sin tiempo y sin espacio, donde se vive, como quien dice, un eterno presente, pero que no es presente, ya que no hay tiempo allí.
Pero, qué tal si vivimos ahora en ese «lugar» sin tiempo y sin espacio, y es nuestro cuerpo y todas las cosas materiales, que, por sus características, experimentan la experiencia del cambio, y es a este cambio a lo que le llaman tiempo; y espacio, al lugar donde experimentan dicho cambio…
Y todo esto que podría ser una locura, lo digo porque Jesús, con un cuerpo resucitado que ya no se somete a cambio, vivió en este lugar durante cuarenta días, sin que le afecte ni el tiempo ni el espacio.
Su cuerpo resucitado, evidentemente material, podía estar tanto aquí como allá, sin recorrer ninguna distancia, tampoco había ninguna barrera física que le impidiera estar donde quisiera.
Cuando digo: evidentemente material, lo hago basado en Lucas 20, 36-40, donde dice: «Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu, pero él les dijo: « ¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo.
Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.» Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
Era un cuerpo que, estando bajo las mismas condiciones de espacio-tiempo que el de sus contemporáneos, dichas condiciones no determinaban su comportamiento como materia, por lo tanto, no dependía de ellas.
El tiempo tampoco le afectaba, como dije, podía estar aquí y allá sin que mediara tiempo alguno. Sin embargo, el cuerpo material de los discípulos y apóstoles si tenían que someterse a todas las condiciones del espacio-tiempo.
Lo que quiero decir es que, quizá, el tiempo y el espacio ni siquiera existen, son magnitudes descubiertas por el ser humano a través de las cuales se pueden explicar los fenómenos observados por el ser humano en este mundo que es totalmente ilusorio.
Y es ilusorio desde el punto de vista de que así como una vez empezó, una vez acabará y ya no «será» más. En ese sentido, la eternidad es la capacidad de ser para siempre fuera de esas magnitudes llamadas tiempo y espacio.
Pero entonces, ¿por qué y para qué estamos aquí? La respuesta a esas preguntas, para mí, siempre será un misterio que llegará a ser revelado después de la muerte.
Por lo pronto, nuestra misión es amar, servir y buscar, buscar la verdad siempre, como dijo Jesús: «Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y se abrirá la puerta al que llama (MT 7:8)». Y esta elucubración es parte de mi búsqueda.
Es que, tener la gracia de saber que Dios se mostró a los seres humanos en la persona de Jesús, que murió y resucitó, que experimentó la vida sometido a las leyes del tiempo y del espacio.
Que luego de su resurrección, experimentó la vida sin someterse a las leyes del tiempo y del espacio, aún estando dentro del «tiempo y el espacio», me lleva a seguir pidiendo, buscando y llamando con fe y esperanza.
Es lamentable, empero, que el mundo de hoy está siendo dominado por aquellos que están atrapados en la ilusión, arrastrando a muchos inocentes a caer en la misma visión que significa muerte.
Si los que trascienden la visión materialista de la vida no reaccionan, despertando y provocando un despertar en los dormidos, al final, terminarán perdiéndose junto con los primeros.
cesarale3@gmail.com
