Sobre el Pacto Global: ¿Cuál soberanía?

Soy un enconado  adversario de todas las recetas fabricadas por los amos de la globalización al servicio del gran capital, sus potencias imperialistas y Estados subalternos.

No refrendo ni promuevo lo que con ese sello emana de sus instrumentos transnacionales: ONU. OEA, FMI, OMC, BM, BID, OTAN…

Estoy profundamente convencido de que las decisiones que brotan de esas instancias de poder, o son formulas drásticas que refuerzan la dependencia de los países periféricos y la correspondiente intervención imperialista transnacional, o protocolos y pactos maquillados, generalmente cargados de simulaciones que encubren responsabilidades y complicidades en las causas que generan las crisis humanitarias, los torrentes migratorios y las tragedias sociales que azotan el planeta.

No faltan los tratados y pactos que hacen las veces de la “hoja de parra” para esconder o disfrazar sus inmundicias.

Esencia del pacto global sobre migración y de los bandos enfrentados.

El llamado Pacto Global por la Migración Ordenada y Regulada se inscribe dentro de esa modalidad de globalismo y esa impronta subordinante.

Se trata, además, de un texto ajeno a las particularidades regionales y nacionales del tema y portador de generalizaciones positivas en lo relativo a derechos universales de los seres humanos y promesas contenidas hace tiempo en innumerables tratados, pactos, convenios y declaraciones que no se cumplen ni se cumplirán en este contexto global.

En verdad, enunciaciones y compromisos formales de ese tipo, no han detenido la tendencia a potenciar la velocidad y dimensión de los dramas sociales que agobian  hoy a la humanidad, incluidos las diversas tragedias humanas que afectan a una creciente masa de migrantes e inmigrantes en todas las regiones del planeta. Y eso acontece porque se evaden y encubren las causas profundas de los conflictos que brotan de un orden capitalista-imperialista esencialmente explotador, sobre-explotador, depredador-ecocida, patriarcal, corrupto, guerrerista, racista y adulto-céntrico.

En cuanto a las migraciones dominicanas y haitianas, y la elevada inmigración haitiana en nuestro país, sin dudas gravitan intensamente esos factores del sistema de dominación traducidos al cubo en ambos territorios históricamente colonizados y ahora recolonizados al modo neoliberal.

Además, la ineficacia de cualquier pacto de esa naturaleza -sin obviar sus negativos elementos políticos tutelares- es mayor con  la vigencia de dos gobiernos y dos Estados que han auspiciado la conversión de la frontera terrestre dominico-haitiana en un gran negocio con múltiples facetas, en un negocio contralado por mafias estatales y privadas.

A esa realidad incontrovertible y al impacto del tema en términos de clientela electoral, camino a la re-postulación del Presidente Medina (en un país donde el coro racista-anti-haitiano es abrumante), se debe esta negativa de última hora del Gobierno del PLD a firmar el referido pacto. No hay ninguna razón de principio ni causas de fondo en esa decisión.

Peor puede decirse de los motivos que llevaron a una buena parte de los opinantes en contra de ese pacto a exigir que no fuera firmado: pesó demasiado en ellos el desprecio a los derechos humanos de los migrantes e inmigrantes procedente de Haití, el racismo que conduce a fomentar y justificar el maltrato y la semi-esclavitud, que tan rentables resultan para las cúpulas xenófobas a nivel empresarial, partidista y militar.

Eso es así en los magnates del CONEP, la gran prensa, las cúpulas opositoras del PRM, PRSC y comparsa, intelectuales orgánicos al sistema dominante y otras entidades y personas. Y también en muchísima gente confundida y alienada por la brutal campaña que equipara migración a “invasión”,  inmigración a “ocupación” y permanencia aquí a “carga” insoportable.

Falacia patriotera.

Es mentira que están defendiendo la soberanía.

Es una falacia su proclamada fe patriótica.

Nuestra soberanía no se define frente a Haití, país mucho más débil, empobrecido y oprimido que el nuestro en todos órdenes.

Haití no es no es un país soberano, mucho menos un  imperialismo.

La soberanía dominicana no existe y no por culpa de Haití, sino de EE.UU. y las grandes potencias occidentales.

Ambos países hemos sido y somos víctimas de esas potencias imperialistas. Ellas son las que nos invaden, saquean, expolian y empobrecen.

Los/as} inmigrantes, en cualquier territorio de destino, incluida la población haitiana radicada aquí, aportan mucho más de lo que reciben. No son “cargas”, sino sujetos sobre-explotados, que a su vez operan como depresores de salarios y sueldos a beneficio de las corporaciones  y empresas privadas.

Emigrar no es un delito, sino un derecho, sobre todo si tiene por razón sobrevivir o procurar una vida menos ignominiosa.

Declarar ilegal a los inmigrantes indocumentados es criminalizarlos.

Equiparar la migración al terrorismo y a la narco-corrupción, como hace EEUU, es sencillamente bestial.

Y todas esas aberraciones están siendo potenciadas aquí desde el poder constituido local, a cuyos jorocones no les conviene ahora meterse en normativas globales que presionan a guardar ciertas formas y apariencias, y a institucionalizar algunas reglas de juego, aun sin atacar la raíz del mal. Prefieren pescar en el desorden y el caos, usándolo para crear situaciones de hecho, sin tener que compartir oportunidades mafiosas.

Pero hay más: tengo noticias ciertas de que sectores de ese poder, incluidas instancias transnacionales mineras radicadas aquí, están fraguando un conflicto fronterizo sangriento para imponer una “zona-corredor fronteriza” custodiada por tropas extranjeras, lo uficientemente amplia para facilitarle la explotación de ricos yacimiento de oro y minerales estratégicos que abundan a ambos lado de la frontera y facilitarles así otras concesiones y negocios a grupos poderosos de ambos países. Tal proyecto podría complicársele con el pacto global.

Por tanto, existen razones distintas y hasta diametralmente opuestas para rechazar el referido pacto migratorio.

Yo no lo hago para preservar  la frontera como fuente de negocios ilícitos ni para hacerle culto al maltrato de la población haitiana que fluye hacia acá, como es el caso  de los artífices y beneficiarios de  la siembra de odios de corte racistas y de los chauvinistas empedernidos o confundidos (mal llamados nacionalistas), o de los voraces empresarios y políticos corruptos que tienen por corazón una caja fuerte  mientras su piel exhibe poderes camaleónicos.

Pero abundan quienes, conscientes o no, lo impugnan con fines espurio y argumentos pérfidos.

“Patriotas” frente a la vecina república negra y a su súper-empobrecido pueblo.

Chupamedias de los imperios emblanquecidos y sus representantes enriquecidos, o cómplices de sus designios por omisión.

Insolentes y guapotes ante Puerto Príncipe.

Dóciles u oportunistas hasta lo cobarde frente a Washington, sus huestes y mecanismos interventores.

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