Síndrome y debacle por falta de unidad de la oposición

Se entiende por “síndrome” a un conjunto de síntomas o males que se presentan juntos y son característicos de una enfermedad o de un cuadro patológico determinado, provocado, en ocasiones, por la concurrencia de más de una dolencia.
Efectivamente, los gobiernos del PLD tienen un síndrome. Es tal la enfermedad y gravedad que los daños son incalculables. Desaciertos y grandes falencias, desde el 1996 a la fecha.
Los evidentes síntomas, en su conjunto, nos llevarán al síndrome de la desfachatez, impunidad y ruina moral. Algunos ejemplos nada más, de males que nos describen:
El mal del ombligo: típico de personajes egoístas, que miden los intereses de todo un país desde su propio eje. El mal del narcisismo: Empatía cero. La mejor manera de describir lo que significa estar falto de empatía, es hablar de personalidades narcisistas.
No sienten el dolor ajeno, no enganchan con las necesidades de todo un pueblo, a pesar de que en sus manos existan soluciones. Lo grave de esto es que se desentienden de su labor para buscar intereses de orden personal.
El mal de la cortina: correr cortinas de humo para ocultar el sol con un dedo. Una manera muy particular de confundir a la población con hechos irrelevantes que esconden lo verdaderamente importante.
El mal de la victimización: una víctima es quien sufre un daño personalizable por culpa ajena.
O sea, que jamás reconocen faltas y, por lo tanto, están incapacitados de redirigir rumbos.
El “mal dominicano”: ver al disidente como un mal dominicano. Como una amenaza. Como un riesgo a la Nación.
Criminalizar la disidencia y hacer uso de amenazas en nombre de la “seguridad nacional”.
No toleran la diversidad y críticas, menos.
El mal de la división nacional: a pesar de que un presidente está para garantizar la unidad nacional, divide a los dominicanos, “los que no están conmigo, están en contra de la Nación”. (Divide y vencerás).
El mal de la ficción: Con tremenda desfachatez son capaces de negar a todo un pueblo la verdad. Disfrazan los hechos. Esconden evidencias.
El infeliz acuerdo con Odebrecht… Y así sobran los ejemplos. No sabían que se podían ir en bancarrota y aceptaron multa que la cobrarán en el infierno, cuando rindan cuentas estos comerciantes de la política. Manipulan términos, palabras, ¿creyendo que nos ven la cara?
El mal del desconcierto: confundir a la población es su meta. Esto evita que los hechos perversos se vean claramente. Esconden.
El mal del endoso: les reviran a los otros la culpa de sus propios errores. El mal de la opacidad: no informan. Manejan la política pública con secretividad. Engañan.
Todos estos males y muchos más nos llevan al síndrome de la debacle.
Ahí donde se desdibuja la palabra pueblo. Ahí donde se desdibuja la palabra libertad.
Ahí donde se desdibuja la palabra democracia. Ahí donde se desdibuja la palabra unidad.
Proponemos la Unidad Nacional de la Esperanza, así ganamos todos.
Igual a Guatemala, de donde me vino la idea inspiración para escribir esta nota.
 
JPM
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