Sin dejar que el caballo vea, lo llevan a la reelección

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santiago de los Caballeros.




Los señores que manejan las riendas del Palacio Nacional quieren imponer la reelección contra viento y marea sin permitir siquiera que la gente tanga la oportunidad de preguntarse: ¿para qué sirve la reelección?

La pregunta precedente no está en los medios de comunicación y especialmente no es parte del debate de la televisión y ni siquiera de las redes sociales, pero un articulista independiente tiene que insistir en preguntarse para qué sirve la reelección en la era del ordenador en un país desordenado.

El presidente Danilo Medina y su equipo de reeleccionistas no han podido justificar la reelección ni tienen interés de hacerlo. Los funcionarios de Palacio, con todos los privilegios que otorga la burocracia, creen que la nación vive en el limbo y que es suficiente distribuir ron blanco o dorado en las esquinas de los barrios, pues no habría presupuesto para tequila cuando se trata de los de abajo.

Si bien es cierto que el gobernador del Banco Central, dentro de los vientos reeleccionistas, dio cifras que en la teoría colocan la economía del país flotante, como la bandera en Capotillo, no menos cierto es que la mala redistribución del ingreso es una burla o una vergüenza nacional. Ningún economista que se respete podría decir otra cosa, pues los espejos de las asimetrías sociales indican una amarga realidad recurrente. ¿Ha podido lograr el equipo económico de Danilo un cambio en el estilo de vida de los abajo?

Como la respuesta es ABC que no, insisto en preguntar para qué sirve la reelección que no sea para satisfacer los privilegios del anillo palaciego y para mantener cuatro años más en la «silla de alfileres» a un presidente que si bien es cierto que en las encuestas, hechas con preguntas programadas pero sesgadas, tiene una aceptación, después de una reelección forzada y sin justificación los números van a comenzar a decir otra cosa y el dinero será el verdugo de la oposición. Y me pregunto ¿es eso transparencia? ¿Se puede llamar a eso democracia?

Desde el Palacio Nacional se desarrolla una agenda gris con el pretexto de bloquear al expresidente Leonel Fernández, cuyo regreso no lo desea el pueblo dominicano en el contexto actual, pero eso terminaría en acuerdo obligatorio o pacto teatral, como lo he expresado en artículos anteriores. Otra cosa distinta es vender la reelección sin justificación ni propuestas de soluciones tan mal elaboradas por unos «especialistas constitucionalistas» y aprobada por unos legisladores presto a votar mareados, como fue el caso de la Constitución del 2010.

Ahora ebrios o borrachos, dicen al país que lo único que se puede ver por el ojo de la cerradura es el artículo 124 de la Constitución de la República, que hay que modificar para que Danilo Medina siga en el Palacio Nacional. Para tan distinguidos congresistas no existe otro elemento jurídico ni político. ¿Cuántos asesores y constitucionalistas dominicanos comen en la misma mesa de los miserables de Víctor Hugo?

Tal vez por todo lo expresado anteriormente el discurso del doctor Leonel Fernández, que sin duda es una pieza política que debió ser aprovechada para llevar a cabo un debate nacional y corregir los entuertos de la Constitución del 2010 ha sido ignorado, pues el tema de agenda es la ambición desmedida de la reelección con desprecio a una Constitución enferma, a veces aérea, sutil, pero también terriblemente ordinaria a pesar de ser ley de ley aprobada en el 2010 por los grupos económicos y sociales, incluyendo a los continuadores del arzobispo Portes.

De lo extraterrenal al reino de este mundo vemos en la calle de Santiago a don Mario Fermín Cabral montado en un coche leyendo un libro con la tranquilidad de un poeta o de un politólogo, como si fuera aquel poema de Juan Ramón Jiménez: «El poeta a caballo» y el caballo no puede ver las tiendas ni la gente que le quedan a los lados porque la orejera sólo le permite ver de manera vertical la proximidad de la calle o quizás el horizonte fragmentado que solo aparece a la altura de los ojos.

Me permito consignar la estrofa final de este poema por considerarlo importante en momento en que el pueblo dominicano es llevado tranquilamente por los reeleccionistas del Palacio Nacional a paso del caballo del poeta. Veamos: «¡Qué tranquilidad violeta por el sendero, a la tarde! A caballo va el poeta…! Qué tranquilidad violeta!»

En voz de José Martí diría que en este verso de Juan Ramón Jiménez la tranquilidad filosóficamente es ausencia de quietud, como era el uso que le daban los estoicos a este concepto y surge, en el caso de la reelección de Danilo Medina, del dolor del pueblo, que es, al decir del poeta cubano, convulso o trepidante.

Empero, con la reelección no se hace poesía con el corazón porque no existen los sentimientos humanos de lo cual habla Martí cuando expresó que sus «versos van revueltos». Me decido a creer que Danilo Medina ha pretendido condenar a Leonel Fernández al ostracismo, como hizo Pericles con Tucídides, hijo de Melesias, después de haberle dado muerte a Cimón, jefe del partido democrático.

Sin embargo, los reeleccionistas tuvieron miedo a la división en dos pedazos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y se vieron obligados a pactar con Leonel muy seguros de que iban a perder en 2016. El pacto está hecho con hipocresía y dolor al mismo tiempo, pero la crisis subsiste a lo interno de ese partido que se divorció de sus principios éticos y en ese discurrir encontró vocingleros mediáticos que después de odiarlo lo amaron.

Y qué metamorfosis más ordinaria, después de ser hombres de servicio de Leonel son defensores tarados de Medina y la reelección. Esos personajes son los primeros enemigos del referendo y por confesión los primeros amigos de la reelección. Y esa expresión me recuerda a José Ingenieros y sus obras «El hombre mediocre» y «Una moral sin dogma». Así no se hace patria ni democracia.

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