¿Sexo o no sexo?

Mientras todas las organizaciones que así lo deseen intenten imponer sus criterios sobre el comportamiento sexual de los adolescentes, poco se logrará. Mientras haya entidades y personas que denuncien que los embarazos de chicas muy jóvenes responden a un plan frío, dirigido a evitar que la mujer se convierta en una fuerza laboral bien remunerada, la pandemia de la preñez no podrá ser detenida. Ninguna organización no gubernamental tiene derecho a tratar de imponer sus líneas en un tema que la Constitución establece bien claro que debe manejar el Estado. Cierto, eso no significa que la familia se quede de brazos cruzados y ceda por completo la potestad de orientar a sus hijos, pero la diversidad de información confunde, aturde. De la misma manera en la que individuos y grupos piensan que a países desarrollados les interesa que los del tercer mundo tengan madres muy jóvenes porque esto facilita la explotación laboral, otros podríamos especular y plantear que los que rechazan que se posponga la primera vez buscan que florezca la venta de anticonceptivos porque les beneficia. Sin embargo, todo eso no sería más que palabrerías sin fundamento y prefiero pensar que son pesimistas los que no creen que es posible retrasar la primera relación sexual, si está comprobado que las naciones que educan consiguen que los muchachos y muchachos se inicien más tarde. De hecho, uno de los pilares en los que se sustenta el combate al sida y otras infecciones de transmisión sexual es demorar la primera vez. ¿Quién podría ir contra algo sano como esto?. Desdeñar la abstinencia entre los más jóvenes como si de una aberración se tratase, querer paliar el embarazo en adolescentes con anticonceptivos y abortos solo logrará la permanencia del estancamiento en el que estamos sumidos respecto al tema y claro, fomentará la pobreza que nos espeta inmisericorde. Además, los grupos que plantean los métodos de prevención para adolescentes tampoco son directos y no especifican a qué etapa de la adolescencia se refieren en sus propuestas. Ahora que por fin se impartirá educación sexual en las escuelas, el Estado debe reafirmar su compromiso con una nación sana, reforzar el valor humano de los adolescentes, el amor propio. Muchos se sumergen en relaciones tempranas como escape a situaciones propias de su edad y son más vulnerables que los que deciden esperar.

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