“Salvo su mejor parecer”
La cultura política dominicana tiene una regla no escrita, la que refiere que los líderes no incurren en errores, razón por la cual los súbditos acomodan la realidad para que se pueda insertar y justificar lo dicho o hecho por el guía o caudillo, cuyas palabras y acciones se asumen como verdades irrefutables.
Antes de emitir alguna opinión que pueda tener el infausto destino de contradecir al líder, el dirigente ordinario debería siempre acunar la frase aquella de “salvo su mejor parecer”, a los fines de que, si lo cree prudente descarte de inmediato lo que podría ser interpretado como una deslealtad o atrevimiento.
Ese rasgo que característico en la idiosincrasia del dominicano que se ha consolidado y expandido desde el advenimiento de la tiranía de Trujillo, se reproduce en cascada en los ámbitos ámbitos de liderazgo y dirección en casi todas las instituciones del Estado y de la sociedad.
Es de justicia señalar que aunque de manera limitada y con señales de deterioro, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) pudo ejercer un liderazgo colectivo o democrático después de la salida del escenario político de Juan Bosch, un líder excepcional que enseñó y difundió democracia con la mano dura de los principios.
Bosch entregó a sus discípulos un partido disciplinado, sostenido en el credo de la unidad en la diversidad y en el centralismo democrático, donde las decisiones de los organismos tenían mayor jerarquía que las opiniones individuales.
En ese partido de Bosch se respetaba el criterio de las minorías, a tal punto que se hacía contar en las actas de reuniones y en los casos requeridos, el Comité Político conocía y estatuía sobre solicitudes o juicios de carácter político emitidos por organismos o dirigentes.
En una ocasión, el CP peledeista obligó a Bosch a retirar de la Tesorería Nacional el acumulado de su pensión como ex presidente de la Republica, dinero con el cual se ayudaría a financiar la campaña electoral de 1978, pro aun así, don Juan proclamó “ con ese dinero no se enciende el fogón de mi casa”.
Hoy, el PLD se bate en la peor crisis de su historia; más cruenta que la acaecida en 1979, cuando la mayoría de su liderazgo y cuadros políticos renunciaron y el partido quedó severamente diezmado. Lo más grave radica en que esta vez funge como partido oficial con el control casi total del Estado, lo que significa que un crack interno afectaría grandemente a la economía y a la gobernanza.
Puede decirse que en lo que hagan o dejen de hacer el presidente Danilo Medina y el ex presidente Leonel Fernandez, pende el destino, no solo del PLD, sino también de los grandes aportes que ha hecho ese partido al crecimiento económico y a la consolidación democrática, claro: “salvo su mejor parecer”.