Salario, mercado y sociedad

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EL AUTOR es comunicador y diplomático. Reside en Honduras.

La población de un país no es un simple número estadístico. El peso específico la convierte  en un gran proyecto societal, y su poder de compra   hace que a la postre ésta se convierta en mercado.

De ahí que algunos países sean mercados apetecibles para grandes empresas que se disputan el favor de esas demarcaciones geográficas. ¿A qué  empresa no le interesarían los más de mil millones de  seres humanos que cohabitan en la China Continental o la India?

Con simplemente lograr que cada persona habitante de esos superpoblados  países  adquiera  una unidad de un determinado producto le daría  multimillonarios beneficios a la empresa productora de una  mercancía.

Pero a pesar de la inconmensurable magnitud de algunos mercados mundiales, un mercado de 10 millones de personas representa un espacio bastante significativo para cualquier producto que busque ganancias extraordinarias. Es por eso que la República Dominicana, con su población es un mercado digno  para cualquier proyecto que mínimamente persiga obtener grandiosos dividendos.

Cualquier proyecto empresarial que pueda tener dentro de sus consumidores  a  gran parte de la población dominicana reportaría ganancias multimillonarias, que en este mundo capitalista es la razón de ser de una empresa.

Pero si a este mercado de la envergadura dominicana se le agrega el dinamismo que exhibe la economía nacional, la cual crecerá por encima del 6 por ciento en este año, con un dinámico y significativo  Producto Interno Bruto generador  del crecimiento  de  las clases media, entonces los grandes volúmenes de ventas para cualquier empresa  están prácticamente asegurados.

Sin embargo, dentro de ese posible mercado de 10 millones de personas, gran parte de ellas demandando  productos y servicios producidos aquí, se presenta un ostensible   hándicap, y es el penoso e injusto salario devengado por la mayoría de la gente, sistema inhumano impuesto por el empresariado dominicano, que más que modernos inversionistas parecen desenvolverse en una sociedad precapitalista, y sus relaciones no parecen  superar el simple rentismo, lo que dista mucho de una sociedad en pleno siglo XXI.

La impronta salarial de los hombres y mujeres de empresa de nuestro país imposibilita a cualquier proyecto nacional  lograr pingues ganancias extraídas cómodamente del mercado dominicano.

Y es que el salario asignado por las grandes mayorías trabajadoras en el sector privado, apenas les alcanza para adquirir  bienes y servicios imprescindibles para su sustento diario, llegando este infrahumano sistema salarial dominicano al extremo de que para el gobernador del Banco Central, Héctor Valdéz Albizu la ola de delincuencia que golpea  a la sociedad dominicana hoy día, está indisolublemente vinculada a los bajos salarios percibidos por la masa trabajadora en el sector privado.

Estoy seguro que con una política salarial más humana y acorde con los precios de la canasta familiar, el gran  mercado nacional de productos y servicios saldría  robustecido, sin verse en la necesidad ninguna empresa de tener que acudir a mercados extranjeros, al momento de buscarle espacios a sus productos y servicios, y a la postre  sería el empresariado dominicano el primero en salir fortalecidos y ganancioso de la construcción de un mercado nacional, con 10 millones de personas con capacidad de compra.

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