Roma, El Vaticano y Venecia: mis impresiones
Estoy seguro que a muchas personas que han tenido la oportunidad de viajar al viejo continente de Europa, les habrá sucedido lo mismo que a mí: cuando se conoce por primera vez y se retorna al hogar, de inmediato se incuba en nuestros corazones el deseo de volver de nuevo a visitarla.
No cabe duda que Europa es el territorio de la exquisitez, del glamour, de la cultura, de sentirse en un ambiente distinto, refinado, agradable y en donde todas esas sensaciones se unen ante la belleza de sus calles, sus paisajes y edificaciones, las que producen en nuestro ser una sensación única, sublime y diferente.
En ese sentido, después de mi viaje a París y Londres, volví de nuevo a finales del pasado mes de mayo y en esta oportunidad mi destino fueron las ciudades de Roma, capital de Italia y Venecia, una ciudad impresionante, cuya belleza y encantos han sido plasmados en canciones, poemas, reseñada en muchas películas y convertida en la cuna del romanticismo. La peculiaridad de esta ciudad, es que está edificada en una gran laguna, siendo sus «calles» canales de agua y sus contornos un paraíso terrenal para todo ser que la visite.
Pero, en este viaje había en mí persona un deseo muy especial y era conocer a la eterna ciudad de Roma y de los césares y la Ciudad del Vaticano, cuna del imperio católico y a mi entender, la sede del comercio de la fe, que ha sido el norte de esa religión desde los tiempo de la República Romana hasta nuestro días.
En mi humilde entender, considero que no hay ciudad en toda Europa que produzca una sensación tan especial de placer y satisfacción de visitarla como lo es Roma, la ciudad llamada de la «Dolce Vita» . La Ciudad Eterna es uno de esos lugares en donde siempre se germina el deseo de volver. Es un vivo encuentro entre la historia antigua que aprendimos en la escuela en nuestra adolescencia y el mundo que hoy vivimos, fruto de ese pasado impresionante.
Considero a Roma una ciudad artísticamente inigualable y colmada de plazas, obras y monumentos histórico cuyo valor arquitectónico y espirituales son invaluables. Por doquier nos encontramos con uno de ellos. Es tan bien bien llamativo y muy singular, la estrechez de sus calles y el denso tránsito que en ocasiones las hacen caóticas, sin que por ello no vivamos una experiencia única.
Si bien es cierto que visitar la ciudad de Roma resulta bastante costoso porque es sumamente cara, no menos cierto es que vivir la experiencia del legado histórico que ella representa para toda la humanidad, bien vale la pena el sacrificio.
LA CIUDAD DEL VATICANO: EL NEGOCIO DE LA FE
Para tener una idea del poder y la riqueza que acumula desde tiempos milenarios la Santa Sede en la Ciudad del Vaticano, necesariamente hay que vivir esta experiencia y verlo personalmente. Tan pronto uno penetra a todo el complejo de edificios del Vaticano, se comienza a percibir el lujo, la riqueza material, el oro abundante, las reliquias históricas de incalculable valor, los cuadros, objetos y lienzos de famosos pintores de renombre universal como lo son Leonardo da Vinci, Donatello, Rafael, Miguel Angel, Julio Romano, Sandro Boticelli, Luca Signorelli entre otros.
Mi esposa y yo, para disfrutar bien esta experiencia cultural y saciar nuestra curiosidad, nos asistimos de un guía (como lo hacen la mayoría de los turistas), en un grupo de 12 personas y cuyo costo fue de unos ciento ocho euros más veinte como depósito de los auriculares. Cabe destacar, que nuestro criterio de fe no convergen para nada con la iglesia Católica, pero ello no es óbice para no conocer a fondo la manera como se maneja la religión y se negocia con ella en Roma y para el mundo.
El Estado del Vaticano es el gobierno teocrático más pequeño e independiente en toda Europa. Está consignado en un área territorial de unas 44 hectáreas dentro de la Ciudad de Roma y sus habitantes llegan a unas mil personas. Su existencia como tal surgió por medio del Pacto de Letrán en el 1929, suscrito entre la Santa Sede y el Reino de Italia. Su seguridad descansa en la policía italiana y en su propia fuerza que son los llamado «Guardias Suizos».
No obstante su minúsculo territorio, el negocio de la fe se ha convertido en una industria generadora de dinero sin parangón en la historia. Por ejemplo, tenemos al Banco del Vaticano fundado en 1942, el cual ha sido objeto de numerosos escándalo financieros y se calcula que tiene en activos unos 9,000 millones de dólares.
Durante el transcurso de nuestro recorrido por los interiores del Vaticano, llegamos a la famosa Capilla Sixtina, la cual es usada por el papa para recibir a dignatarios y celebrar sus misas privadas. Es uno de los lugares más importante y cuyo techo y paredes están cubiertos por las pinturas de Miguel Angel, con un valor histórico y monetario incalculable.
Antes de ingresar a dicho lugar, nos fue advertido que no podíamos hablar, tomar fotos ni encender celulares y la permanencia era de unos 15 minutos debido a la «solemnidad» del recinto y para evitar daños a los frescos que los cubrían. Sin embargo, en su negocio mercurial de la fe que ha caracterizado a la iglesia Católica, en octubre del 2014 dicha capilla fue alquilada por primera vez al fabricante de autos «Porsche» para una exhibición que contaba con un concierto de un coro y una cena incluida. Para disfrutar de ese evento, El Vaticano cobró 5,900 dólares a unos cuarentas invitados participantes.
Para que tengamos una idea del negocio del turismo que significa la Ciudad del Vaticano, basta mencionar que durante el papado de Benedicto XVI desde el 2005 al 2013, esa ciudad recibió la cantidad de 25 millones de turistas. Se imagina usted la cantidad de visitantes y el dinero que dejarían en el papado de Francisco, que ha resultado ser un papa «distinto, muy popular y revolucionario» para los católicos y el mundo?
Hay un dicho en el argot turístico en Roma que dice que: «Después de conocer la belleza, el esplendor y los lujos que reposan en el Vaticano, las demás cosa de Roma lucen pequeñas». No me cabe la menor duda que así lo es. Lo irónico del caso es, que la religión católica, que se proclama como la única y fundada por Jesucristo a través de Pedro, es todo lo contrario a la humildad y la sencillez que siempre predicó el Rey de Reyes y el Señor de Señores, que nació en un humilde pesebre y llegó a Jerusalén encima de un simple asno: Jesucristo.
VENECIA: LA FLOR DE LOTO ITALIANA
La Flor de Loto es algo curioso de la naturaleza, pues su belleza germina en aguas lodosas y contaminada. En la literatura clásica de las culturas asiáticas, simboliza la elegancia, la belleza, la perfección y la pureza.
Ese mismo concepto podemos visualizarlo en la única, espectacular y singular ciudad llamada Venecia, la cual está edificada en una inmensa laguna y cuyas aguas en ocasiones, lucen sucias, contaminadas y pestilentes, lo que no ha sido óbice para ser admirada y convertirse en símbolo del romanticismo. Esta ciudad dista unos 530 kilómetro de Roma y se encuentra en la parte norte del territorio italiano y para llegar a ella, abordamos el tren de alta velocidad «Le Frecce», cuyo viaje duró unas 3 horas y media. Por su maravillosa vista, es visitada por millones de turistas cada año y se ha convertido en la ciudad símbolo de amor y el idealismo entre las parejas.
No existe el transporte automovilístico sino el acuático y sólo hay una calle estrella, sinuosa y llena de tiendas de souvenir, restaurantes, hoteles y cafeterías, la cual está totalmente copada por miles de turistas que vienen y van de un lado a otro. Una de sus atracciones principales, lo es la Plaza de San Marcos, cuya belleza sólo es comparable a la Fontana di Trevi en Roma.
Subimos a las clásicas «Góndolas» de color negro y de rojo púrpura y dorado por dentro, en la cual sólo aceptan 4 pasajeros a un costo de 20 euros por persona. Desde allí navegamos por sus «calles» (canales de agua) y en donde pudimos observar a la policía de Venecia en sus botes en sus labores de vigilancia, el trasiego incesante de pasajeros de un sitio a otro y botes trasladando a los huéspedes a sus hoteles.
Sin lugar a dudas, creo que no existe en el mundo un lugar tan original y con una singularidad tan especial como lo es la ciudad de Venecia.
jpm
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